Nadia, durante unas misiones en Guinea Ecuatorial |
A continuación puedes leer el testimonio que nos ha enviado.
Por mi parte, trabajar con las personas en situación de calle se volvió mi apostolado preferido desde hace 10 años que conocí varios programas que en Medellín se hacen para ayudar a estas personas. No lo hago precisamente por placer, sino porque en verdad se necesitan manos y corazón para hacer frente a esta necesidad tan exigente. En Madrid viví durante dos años y allí encontré el programa de Cristo de la Calle, de Juventud Misionera; disfruté mucho acompañar las salidas a la calle por el centro de Madrid.
Hay necesidades muy puntuales, te encuentras con gente que sufre de verdad a causa del abandono, de la droga, de la migración. Te encuentras todo tipo de dolencias y, sin duda, es necesario hacer el bien y con la gente de la calle está todo por hacer. Desde la sonrisa y el saludo amable, desde renunciar al prejuicio y al reproche y volcarse hacia el amor, la dulzura y la comprensión en la cotidianidad. En Cristo de la Calle llevamos más que un bocata, llevamos esperanza, un abrazo, la escucha, la cercanía. Entregar un poco de cariño en una noche fría es un abrazo al alma del habitante de calle, hay que hacerlo, hay que amar, aunque parezca que no se hace nada, se hace mucho con pequeños actos”.
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