8 de noviembre de 2018

Formarse para ser apóstol


P. Enrique Tapia, LC

El itinerario formativo de los Legionarios de Cristo es un tiempo en el que el legionario busca alcanzar una certeza moral del llamado de Dios y avanzar con pasión en la configuración con Cristo, a través de diversas etapas de formación, cada una con sus propias metas. El legionario vive estas etapas consciente de que el tiempo se orienta hacia la eternidad y de que la vida es una y se vive solo una vez (cf. Christus Vita Vestra, 6)    




La Legión ofrece a sus miembros un itinerario formativo que se basa en la tradición pedagógica de la Iglesia y de la Congregación, y se adapta a las necesidades de las personas y de los tiempos. Las etapas del camino buscan armonizar e integrar el crecimiento personal del legionario en su vocación religiosa y sacerdotal, mediante un acompañamiento continuo y gradual (cf. CVV 675).




¿Cuáles son, pues, esas etapas? De acuerdo con la terminología contemporánea de la Iglesia, hablamos de formación inicial y de formación permanente.

La formación inicial contiene estas etapas: A) el período de discernimiento vocacional previo al noviciado, de duración variable según cada caso; B) el noviciado, durante dos años; C) estudios humanísticos e inicio de la vida religiosa, actualmente durante dos años en Cheshire, Estados Unidos; D) estudios de filosofía (durante tres o más años) y consolidación en el seguimiento de Cristo; E) las prácticas apostólicas, periodo en el que se interrumpen los estudios para hacer trabajo pastoral, apostolado, durante dos o tres años; F) finalmente, los estudios de teología (tres años) como preparación próxima al sacerdocio. En total, alrededor de 12 años, sin contar la etapa previa al noviciado. La formación inicial concluye con la ordenación sacerdotal.

Después, hablamos de formación permanente. La entrega a los demás no debe ser excusa para que un sacerdote descuide el deber fundamental hacia sí mismo, del que depende estrechamente el bien que puede hacer al prójimo. Dios continúa llamándonos cada día y es preciso no perder la capacidad de sorprenderse, de aprender y de ser dóciles a la acción de Dios. La formación permanente es la disposición de dejarse formar por Dios y por la vida, es la disponibilidad humilde y generosa de dejarse tocar, educar, de morir una y otra vez para resucitar con Cristo a la vida nueva (cf. CVV 864-865). 

Esta formación permanente no se refiere solamente a los estudios, sino que abarca todas las dimensiones del legionario: espiritual, humana, los consejos evangélicos, intelectual, apostólica y de comunión con los demás. El legionario debe estar siempre en actitud de aprender, de dejarse modelar por Dios para ser mejor instrumento en sus manos para el bien de las personas.

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