P. Enrique Tapia, LC
El itinerario formativo de los Legionarios de Cristo es un tiempo en el que el legionario busca alcanzar una certeza moral del llamado de Dios y avanzar con pasión en la configuración con Cristo, a través de diversas etapas de formación, cada una con sus propias metas. El legionario vive estas etapas consciente de que el tiempo se orienta hacia la eternidad y de que la vida es una y se vive solo una vez (cf. Christus Vita Vestra, 6)
La Legión ofrece a sus miembros un itinerario formativo que
se basa en la tradición pedagógica de la Iglesia y de la Congregación, y se
adapta a las necesidades de las personas y de los tiempos. Las etapas del
camino buscan armonizar e integrar el crecimiento personal del legionario en su
vocación religiosa y sacerdotal, mediante un acompañamiento continuo y gradual
(cf. CVV 675).
¿Cuáles son, pues, esas etapas? De acuerdo con la
terminología contemporánea de la Iglesia, hablamos de formación inicial y de
formación permanente.
La formación inicial contiene estas etapas: A) el período de
discernimiento vocacional previo al noviciado, de duración variable según cada
caso; B) el noviciado, durante dos años; C) estudios humanísticos e inicio de
la vida religiosa, actualmente durante dos años en Cheshire, Estados Unidos; D)
estudios de filosofía (durante tres o más años) y consolidación en el
seguimiento de Cristo; E) las prácticas apostólicas, periodo en el que se
interrumpen los estudios para hacer trabajo pastoral, apostolado, durante dos o
tres años; F) finalmente, los estudios de teología (tres años) como preparación
próxima al sacerdocio. En total, alrededor de 12 años, sin contar la etapa
previa al noviciado. La formación inicial concluye con la ordenación
sacerdotal.
Después, hablamos de formación permanente. La entrega a los
demás no debe ser excusa para que un sacerdote descuide el deber fundamental
hacia sí mismo, del que depende estrechamente el bien que puede hacer al
prójimo. Dios continúa llamándonos cada día y es preciso no perder la capacidad
de sorprenderse, de aprender y de ser dóciles a la acción de Dios. La formación
permanente es la disposición de dejarse formar por Dios y por la vida, es la
disponibilidad humilde y generosa de dejarse tocar, educar, de morir una y otra
vez para resucitar con Cristo a la vida nueva (cf. CVV 864-865).
Esta formación permanente no se refiere solamente a los
estudios, sino que abarca todas las dimensiones del legionario: espiritual,
humana, los consejos evangélicos, intelectual, apostólica y de comunión con los
demás. El legionario debe estar siempre en actitud de aprender, de dejarse
modelar por Dios para ser mejor instrumento en sus manos para el bien de las
personas.
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