Por: Gonzalo Ruiz-Gálvez, padre de familia
El pasado 15 de septiembre de 2018, tuve oportunidad de
participar en la fiesta que el “Regnum Christi” organizó en el Noviciado de
Salamanca. El motivo: celebrar
la respuesta a la llamada de Dios.
Pero aquello fue mucho más que una fiesta. Fue un momento de
convivencia de más de 300 personas unidas en torno a la alegría de unos
novicios que se mostraban exultantes ante la llamada de Dios, y ante los nuevos
retos que se les planteaban su nueva etapa formativa. Fue ante todo un ejemplo
de vocación cristiana en un número de jóvenes, que a la vista de la enorme
alegría que profesaban, se me antoja reducido. Y es que hoy en día resulta una
dolorosa realidad la falta de vocaciones, siendo una realidad (tal y como se
nos expuso en una de las intervenciones que tuvimos ocasión de atender), que
todos nosotros, en tanto
miembros activos de la
Iglesia, debemos poner cuanto esté en nuestra mano para enderezar dicha
situación.
Y me pregunto, Qué problema le vemos a que un ser querido (i)
consiga vivir su vida con la enorme alegría de saberse cerca de Dios, (ii) que
quiera de querer dedicar su vida al prójimo, (iii) de custodiar y a hacer valer
los valores cristianos que sobre cualesquiera otros nos dignifican como
personas, (iv) de administrar bienes en beneficio del prójimo, y muchas otras
cosas que difícilmente cabe resumir.
Más aun, cuántas veces los cristianos invocamos a Dios,
anhelamos su consejo, le veneramos, le buscamos. Pues bien, siendo esto una
realidad, no es menos cierto que el vínculo más cercano con Dios es el
sacerdote, al que recordemos se le ha conferido la función de enseñar,
santificar y gobernar en el propio nombre de Dios.
Así las cosas, el pasado sábado puedo decir que disfruté:
- Disfruté
sabiendo de la existencia de nuevas vocaciones atraídas por la tarea de seguir
a Cristo.
- Disfruté a la
vez que sentí envidia cuando los novicios trasmitían la presencia de Dios en su
vida.
- Disfruté con
la contagiosa alegría de las familias de los novicios.
- Disfruté en
compañía de amigos que se sienten orgullosos por tener a Dios presente en sus
vidas, ya sea en su cara más íntima como en su cara más externa.
- Disfruté con la ayuda de un sacerdote que me
ayudó en un reiterado intento de reconciliarme conmigo mismo.
Y todo gracias a la gran Familia que es la Iglesia, en este
caso los miembros del Regnum Christi.
A todos ellos GRACIAS SINCERAS.
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