11 de febrero de 2016

Fotogalería | Capuchinos y legionarios de Cristo, en la procesión de las reliquias de san Pío de Pietrelcina hasta el Vaticano

Uno de los actos más significativos del Año Jubilar de la Misericordia ha sido la veneración de las reliquias de San Pío de Pietrelcina y de San Leopoldo Mandic, dos capuchinos que dedicaron su vida enteramente al sacramento de la confesión. Sus reliquias estarán en Roma, entre el 3 y el 11 de febrero, para que puedan ser veneradas por los peregrinos que lleguen con ocasión del Jubileo.

Los legionarios de Cristo están colaborando durante el año jubilar en una de las iglesias cercanas al Vaticano, San Salvador en Lauro, apoyando todos los días en el sacramento de la confesión. También lo han hecho en la organización de este evento en la liturgia, los cantos en las misas y la adoración, la logística... Como se ve en las imágenes de la fotogalería, también en la procesión hasta San Pedro con las reliquias de los dos santos, acompañaron a los religiosos y novicios capuchinos que llegaron a Roma desde el sur de Italia y en especial de San Giovanni Rotondo.

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Dos santos al servicio de la misericordia
De origen croata, san Leopoldo Mandic (1866-1942) es menos conocido que el P. Pío, sin embargo dedicó toda su existencia al confesionario. Durante casi treinta años pasó desde las diez de la mañana a las tres de la tarde en el secreto de su celda, transformada en confesionario, confesando a las miles de personas que se acercaban hasta allí.

Algunos de sus compañeros de comunidad decían que era un “ignorante y de manga ancha, que absolvía a todos sin discernimiento”. Pero su respuesta simple y humilde dejaba sin palabras: “Si el Crucificado viniera a reprocharme que soy de manga ancha, le respondería: este mal ejemplo, me lo has dado Tú. Yo todavía no he llegado a la locura de morir por las almas”.

El Padre Pío (1887-1968) fue un pobre fraile capuchino que gastó toda su vida en San Giovanni Rotondo sin dejar nunca esa pequeña ciudad. Mientras vivió algunos eclesiásticos le hicieron sufrir, pero su santidad fue superior. En el silencio de la obediencia, también él llegó a ser testigo privilegiado de la misericordia, dedicando toda su vida a la celebración del sacramento de la reconciliación.



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