“¿Y de dónde se puede sacar pan, aquí, en despoblado, para saciar a tantos?”. Él les preguntó: “¿Cuántos panes tenéis?” (Mc 8, 4-5)
A mi pregunta cerrada Cristo responde con otra que me pilla desprevenida ¿cuántos panes tenéis? ¿Cuántas cosas buenas tienes guardadas para ti misma? Entonces miro para dentro y descubro mis panes y mis peces, es verdad, están ahí, pero no son suficientes para remediar tantas carencias, son una insignificancia comparados con todas las bocas a las que hay que dar de comer… ante la inmensidad de la necesidad lo que nos sale es tirar la toalla, total… Pero olvidamos lo más importante, siempre lo olvido: “Nada es imposible para Dios”. Él coge nuestros pobres panes y peces y, una vez que hemos aceptado ponerlos en sus manos, los bendice, los multiplica y los reparte entre los que más lo necesitan.
Mi pregunta asumía que las cosas no pueden cambiar, que no vamos a dar de comer a todas las personas que lo necesitan, ni vamos a decir las palabras adecuadas a los que reclaman ser amados con todas las fuerzas. Sin embargo él me sigue dando lecciones día tras día, esta vez al otro lado del mundo.
Ha sido precioso saber que “Juventud y Familia Misionera” tiene su homólogo en un recóndito barrio de Filadelfia. Es increíble también pensar que más de 20 chicos de instituto y una familia entera con niños pequeños decidieran dejar la comodidad de su sofá, de seguir con sus tareas o sus estudios para pasar un día entero bajo la lluvia ayudando a los más necesitados. Pero ha sido más bonito todavía poder darme cuenta junto a mis hermanos de aquí y de allí que hay mucha gente buena en todo el mundo haciendo muchas cosas buenas, muchas personas entregando sus panes y sus peces, sean los que sean y estén en las condiciones en las que estén, sabiendo que no son ellos los que importan, es Cristo quien se los ha dado y quien los va a hacer útiles.
Cristo es alimento, pero no puede darse si ellos no se entregan antes. Eso es lo que sigo viendo a día de hoy en el Regnum Christi: vaya donde vaya me encuentro con gente que lo da. Y no es que seamos estupendos, desde luego que no lo somos, es que hemos recibido mucho y ahora necesitamos ser misioneros nos encontremos donde nos encontremos. Como el leproso viéndose curado, liberado de todos los desprecios, amado, no podemos evitar volver a nuestra casa anunciando lo que hemos vivido con una felicidad que no es de este mundo.
Mi pregunta asumía que las cosas no pueden cambiar, que no vamos a dar de comer a todas las personas que lo necesitan, ni vamos a decir las palabras adecuadas a los que reclaman ser amados con todas las fuerzas. Sin embargo él me sigue dando lecciones día tras día, esta vez al otro lado del mundo.
Ha sido precioso saber que “Juventud y Familia Misionera” tiene su homólogo en un recóndito barrio de Filadelfia. Es increíble también pensar que más de 20 chicos de instituto y una familia entera con niños pequeños decidieran dejar la comodidad de su sofá, de seguir con sus tareas o sus estudios para pasar un día entero bajo la lluvia ayudando a los más necesitados. Pero ha sido más bonito todavía poder darme cuenta junto a mis hermanos de aquí y de allí que hay mucha gente buena en todo el mundo haciendo muchas cosas buenas, muchas personas entregando sus panes y sus peces, sean los que sean y estén en las condiciones en las que estén, sabiendo que no son ellos los que importan, es Cristo quien se los ha dado y quien los va a hacer útiles.
Cristo es alimento, pero no puede darse si ellos no se entregan antes. Eso es lo que sigo viendo a día de hoy en el Regnum Christi: vaya donde vaya me encuentro con gente que lo da. Y no es que seamos estupendos, desde luego que no lo somos, es que hemos recibido mucho y ahora necesitamos ser misioneros nos encontremos donde nos encontremos. Como el leproso viéndose curado, liberado de todos los desprecios, amado, no podemos evitar volver a nuestra casa anunciando lo que hemos vivido con una felicidad que no es de este mundo.
Escribo todo esto para cuando se me olvide toda la bondad que vivo (que seguro que es demasiado pronto) y todas las cosas horribles que pasan en el mundo y que se ven en las noticias me abrumen y me hagan perder la esperanza. Entonces quiero recordar que da igual lo lejos que me vaya, la Iglesia siempre está ahí para acompañarme, quiero recordar que todos formamos un solos cuerpo, que todos somos uno en ella con Cristo.
No se podría expresar con palabras lo que esta chica está viviendo pero ella ha sabido ir desgranándolo poco a poco. El Señor la va llevando por Su camino. Gracias Señor por haber mandado este ángel a la tierra, estoy seguro que dejará huella y cambiará mal por bien. ¡Que Dios te bendiga!
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