13 de junio de 2019

VeranosRC | Marta: “Ser voluntario en Calcuta es como ser una gota de agua en el océano, pero sin esa gota el océano estaría incompleto”

Marta es de la sección de jóvenes del Regnum Christi de Sevilla. Está acostumbrada a hacer voluntariado. No es algo ajeno a ella, ciertamente, y así el año pasado se unió al grupo de Kumi y fue a Calcuta a ayudar a las Misioneras de la Caridad. Marta nos comparte su experiencia en este testimonio, pero lo más significativo es que “por más que alguien te cuente o te informes sobre lo que allí se hace, nada puede describir lo que allí se vive”. Así que nos anima a todos a ir y “vaciar las manos y llenar el corazón para que, en el tiempo que pasemos allí, seamos capaces de olvidarnos de quiénes somos y hacer cosas pequeñas con gran amor”.




Marta

"El año pasado decidí dedicar parte de mi verano a hacer voluntariado en Calcuta. Siempre me había llamado mucho la atención, había escuchado experiencias de personas que llegaban maravilladas y la verdad es que me dio mucha curiosidad. Desde pequeña hago voluntariados y pensé que este sería como otro cualquiera pero en otra parte del mundo.

La primera conclusión que saqué fue que, por más que alguien te cuente o te informes sobre lo que allí se hace, nada puede describir lo que allí se vive.

Es una ciudad enorme, masificada, llena de gente, tráfico, ruido, caos... hace un calor insoportable y el olor tampoco es agradable. Y lo más increíble de todo esto es que todos los que van de voluntarios a Calcuta la describen como uno de los mejores lugares del mundo. No por lo descrito sino por lo que allí se vive.
Marta, la primera por la derecha, junto a otras voluntarias
Se pueden hacer muchos voluntariados pero al que fui con KUMI se centra en las casas de las misioneras de la Caridad. Ellas tienen numerosas casas en la ciudad, donde atienden desde bebés hasta ancianos.

Un día de voluntariado con las misioneras de la Caridad comienza con la misa a las 6 de la mañana en “Mothers House”. No es obligatoria pero merece la pena hacer el esfuerzo y comenzar el día de la mejor forma posible. Posterior a la misa, las Sisters nos ofrecen un desayuno que se compone de té, plátanos y pan. Después se hace una oración conjunta con el resto de voluntarios y cada uno parte a la casa donde le ha tocado ayudar.

Al llegar allí, nadie te explica lo que tienes que hacer; hay que adelantarse a las necesidades y, por supuesto, pedir ayuda a los voluntarios que llevan allí más tiempo. Las tareas en las que se ayudan son, entre otras, lavar la ropa y tenderla, hacer las camas, repartir el desayuno y recogerlo, lavar los platos... y, sobre todo, hacer compañía a los residentes. Aunque la barrera del lenguaje dificulta la comunicación, el amor no entiende de idiomas. “Nunca sabremos todo lo bueno que una sonrisa puede llegar a hacer”.
Entrada a Mother House, centro de la Misioneras
de la Caridad
A mediodía se termina el voluntariado. Por las tardes hay opción de ayudar en otra casa; es muy cansado pero es la mejor manera de exprimir el tiempo en Calcuta. Todas las tardes a las 18.30, hay Adoración en “Mothers House” a la que recomiendo ir. Aun con el ruido que hay en las calles, se crea un ambiente de silencio y recogimiento absolutos. Y, sobre todo, sin el verdadero motor que es Dios, esta experiencia sería insostenible.

Ser voluntario en Calcuta es como ser una gota de agua en el océano pero, como decía Santa Teresa de Calcuta, sin esa gota, el océano estaría incompleto.

Tanto recomiendo vivir esta experiencia, que este verano vuelvo de voluntaria con KUMI. No busco repetir lo vivido el año pasado sino renovarme, vaciar mis manos y llenar el corazón para que, en el tiempo que pase allí, sea capaz de olvidarme de quién soy y “hacer cosas pequeñas con gran amor”.



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