Los que han ido de misiones saben que en las parroquias a las que van, sea en un destino u otro, siempre habrá alguien que les acoja. ¿Quiénes son estas personas? ¿Por qué se preocupan por los misioneros? Hemos hablado con un matrimonio que lleva ocho años abriendo sus puertas a Juventud Misionera. Ellos son Juan Pedro y Ani, de una parroquia en Cartagena, y comparten para LomásRC la ilusión con la que viven cada año la llegada de estos jóvenes de pañuelo amarillo.
¿Cómo conocieron la labor de Juventud Misionera y cómo se ofrecieron a acogerles?
Ani, Juan Pedro y sus siete hijos |
Siempre aprendemos muchas cosas. El estar en comunión, compartir la experiencia de encuentro con Cristo muerto y resucitado y el testimonio que dan los jóvenes con su sed de amor nos hace darnos cuenta de que hemos recibido más de lo que hemos ofrecido.
¿La Semana Santa sería diferente si no llegaran los misioneros?
No diría que fuera diferente. Desde siempre en la parroquia vivimos todo el Triduo, tenemos varias actividades... Pero es cierto que cuando los misioneros aparecen aportan mucho con su presencia. Los esperamos cada año con entusiasmo.
¿Logran descubrir a Cristo en esta obra evangelizadora?
Sí, por supuesto. Si no es por Él no se puede anunciar la Buena Nueva. Ver a los jóvenes contentos sin el Espíritu Santo es imposible.
¿Recuerdan una experiencia en concreto que les haya marcado?
Hay muchas. Sin embargo, el día a día en las misiones es muy bueno. Los jóvenes vienen a comer a casa y nos cuentan sus experiencias. A nuestros hijos, tenemos siete, también les ha ayudado su presencia. Como he dicho antes, en Semana Santa recibimos más de lo que damos con estos jóvenes.
¿Logran descubrir a Cristo en esta obra evangelizadora?
Sí, por supuesto. Si no es por Él no se puede anunciar la Buena Nueva. Ver a los jóvenes contentos sin el Espíritu Santo es imposible.
¿Recuerdan una experiencia en concreto que les haya marcado?
Hay muchas. Sin embargo, el día a día en las misiones es muy bueno. Los jóvenes vienen a comer a casa y nos cuentan sus experiencias. A nuestros hijos, tenemos siete, también les ha ayudado su presencia. Como he dicho antes, en Semana Santa recibimos más de lo que damos con estos jóvenes.
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