20 de marzo de 2019

Cristina: “Vivimos en las misiones de Semana Santa una experiencia de Iglesia que nos marcó y volvimos con la certeza de que Dios nos llamaba a vivir de manera apasionada nuestra fe”

“He venido a prender fuego en el mundo, ¡y ojalá estuviera ya ardiendo!”. Este es el título que ha puesto Cristina al testimonio que publicamos a continuación. Ella y Alejandro tienen tres hijos, y llevan varios años yendo con Familia Misionera en Semana Santa a Asturias y a Albacete. Ahora son los responsables de una nueva misión, la de Navares de las Cuevas, Segovia, donde apoyarán a un párroco polaco que atiende seis pueblos. Cristina nos cuenta su experiencia durante estos años de misión, y concluye, haciendo referencia a la nueva experiencia que harán este año: “Sabemos que volveremos a casa con la alegría con la que volvían las mujeres la mañana del domingo: gritando “el Señor ha resucitado”.



“He venido a prender fuego en el mundo, ¡y ojalá estuviera ya ardiendo!” 

“Esta frase resume absolutamente mi deseo en esta Pascua y es la que El Señor ha puesto en mi corazón al comenzar a escribiros nuestro testimonio como Familia Misionera.

Mi nombre es Cristina Casado, tengo 46 años, estoy casada desde hace 11 años con Alejandro (mejor conocido como Chino), tenemos 3 hijos Álvaro de 9, Inés de 6 y Pablo de 4. Los dos trabajamos: yo, como controller en una empresa del sector médico, y Chino como Consultor y Profesor por cuenta propia.

Tanto Chino como yo hemos tenido un proceso de conversión tardío en nuestra vida, casi coincidiendo con el momento en el que nos casamos y eso quizá ha hecho que vivamos con absoluto convencimiento de que la mejor herencia que le podemos dejar a nuestro hijos es la fe. Por eso elegimos un colegio en el que sabíamos que la misión principal es procurar que nuestros hijos tengan una experiencia real del Amor de Jesucristo, para que, como nos dice el Papa en esta Cuaresma, “se manifiesten en este mundo como Hijos de Dios”.

El año que nuestro hijo mayor comenzó en el colegio, con tres años, nuestro amigo Javier nos invitó a Misionar en Familia en Semana Santa incorporándonos a la Unidad de Asturias y nosotros, sin dudarlo, le dijimos que “sí”. Sabíamos que esa era la respuesta de Dios al deseo de nuestro corazón de fortalecer la fe en familia y hacerles entender a nuestros hijos la importancia de compartirla y de hacer llegar el Amor de Dios a otros. Además, en casa vivimos de manera muy concreta el amor a la Iglesia y a los sacerdotes, rezamos cada día por su santidad y por las vocaciones, y ¡¡que mejor manera de hacer vida nuestra oración!!

La vivencia de la misión ese primer año fue impresionante: vivimos una experiencia de Iglesia y de Comunidad que nos marcó y volvimos a Madrid con el corazón encendido, con más ganas de seguir a Cristo y con la certeza de que Dios nos llamaba a vivir de manera apasionada nuestra fe. Continuamos yendo a Asturias 3 años más y cada año crecía más la Misión, así que a la vuelta del último año allí, yo volví con la inquietud de que estábamos llamados a dar más fruto, éramos muchos y quizá era el momento de plantearnos una nueva Misión.

Al año siguiente, una vez más, el Señor respondió a ese deseo de crecer y nos incorporamos a la Unidad de Alborea, en Albacete. Los dos años que hemos servido en esa unidad los recuerdo como una nueva bendición: vivimos unas Semanas Santas impresionantes, una experiencia de Iglesia y de Comunidad con los que íbamos en la Misión difícil de olvidar, nos sentimos familia real de todos los que misionamos juntos, porque los lazos de amistad que se crean son muy fuertes, como todo lo que viene de Dios. Una vez más volvíamos cada Semana Santa reforzados y convencidos nuestra vocación de Apóstoles Apasionados del Evangelio.
En estos años también hemos vivido muchas situaciones, visitas al médico durante la misión con nuestros hijos, en mi segunda misión iba embarazada de 7 meses, hemos ido con los niños muy pequeños, montones de anécdotas, algunas incomodas, pero los frutos que hemos visto en nuestros hijos nos han asombrado e impulsado. Ellos son los que han tirado de nosotros si en algún momento hemos dudado, ellos son los que con su testimonio alegre y apasionado han animado a otras familias a unirse. El Señor nos ha cuidado mucho a través suyo y lo sigue haciendo por la ilusión que ponen en lo que tenemos por delante este año.

El otro día preguntándole a mi hijo mayor si le hacía ilusión la misión de este nuevo año me decía: “¡Claro, mamá, quiero acompañar este año a Jesús en la Cruz!”. Con estas palabras es el Señor quien, sin duda, nos sigue alentando e impulsando más allá y nos lanza a una nueva Misión abriendo una nueva unidad en Segovia (Navares de las Cuevas). Una vez más, Dios nos marca el camino y hemos respondido a la petición que el Obispo de Segovia ha hecho a Familia Misionera, para ayudar a un sacerdote polaco que es misionero en España. Nace así una nueva unidad y vivimos confiados en que es la voluntad de Dios.

Queremos servir y acompañarle en esta Semana Santa en los seis pueblos que lleva, pueblos que necesitan de nuestro testimonio alegre de la fe. Está siendo preciosa la preparación, sin casi movernos 11 familias entregadas y muy ilusionadas han dicho “sí” al Señor, y allí nos vamos 38 niños y 25 adultos a celebrar el Misterio central de nuestra fe, allí vamos a manifestarnos con alegría como Hijos de Dios, como nos pide el Papa en esta Cuaresma, conscientes de que el Señor da el ciento por uno, y de que será mucho más lo que recibiremos de lo que daremos. Y sabemos que volveremos a casa con la alegría con la que volvían las mujeres la mañana del Domingo gritando: “EL SEÑOR HA RESUCITADO”.

¿Qué más se puede pedir? El día que mi marido y yo le dijimos que “sí” al casarnos, él nos prometió que nos cuidaría y que estaría en medio de nuestro matrimonio, de nuestra futura familia. Familia Misionera es sin duda uno de los medios que Dios utiliza para hacer viva Su Promesa, para hacernos felices y para poder gritar al mundo que Dios les quiere”.

Cristina Casado 




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