Alejandra:
Hace algunos días me enteré de que unas familias iban a salir a la calle para hacer un apostolado que trata simplemente de intentar hacer que una persona vuelva a tener esperanza, sobre todo ahora que llegan las navidades.
Al principio, no me apetecía mucho hacerlo ya que el apostolado consistía en repartir comida, mantas y, de vez en cuando, hablar con los indigentes que viven en las calles de Sevilla. Sin embargo, me detuve a pensar, después de la insistencia de mi madre, en que tengo una casa, una cama, una familia, un colegio y muchas mas cosas que no agradecemos nunca. Pensamos que es algo normal o algo que todo el mundo tiene, no somos conscientes de la cantidad de personas que están en las calles de noche, que no son felices y que pasan frío y miedo.
Me hice la siguiente pregunta: ¿Con todo lo que tengo, no voy a ir una noche al año a compartir con otros que lo no tienen y yo sí?
No cuesta nada sacarle una sonrisa a alguien, hablar con quien se siente solo o simplemente estar con una persona, acompañándola. Me sorprendió la cara de las personas, cómo se les iluminaba al ver que les ofrecíamos mantas o algo para comer, y después te sonreían y te daban las gracias.
Estas navidades demos gracias a Dios por lo que somos y tenemos, porque no hemos hecho nada para merecernos las cosas que nos ha dado.
Hace algunos días me enteré de que unas familias iban a salir a la calle para hacer un apostolado que trata simplemente de intentar hacer que una persona vuelva a tener esperanza, sobre todo ahora que llegan las navidades.
Al principio, no me apetecía mucho hacerlo ya que el apostolado consistía en repartir comida, mantas y, de vez en cuando, hablar con los indigentes que viven en las calles de Sevilla. Sin embargo, me detuve a pensar, después de la insistencia de mi madre, en que tengo una casa, una cama, una familia, un colegio y muchas mas cosas que no agradecemos nunca. Pensamos que es algo normal o algo que todo el mundo tiene, no somos conscientes de la cantidad de personas que están en las calles de noche, que no son felices y que pasan frío y miedo.
Me hice la siguiente pregunta: ¿Con todo lo que tengo, no voy a ir una noche al año a compartir con otros que lo no tienen y yo sí?
No cuesta nada sacarle una sonrisa a alguien, hablar con quien se siente solo o simplemente estar con una persona, acompañándola. Me sorprendió la cara de las personas, cómo se les iluminaba al ver que les ofrecíamos mantas o algo para comer, y después te sonreían y te daban las gracias.
Estas navidades demos gracias a Dios por lo que somos y tenemos, porque no hemos hecho nada para merecernos las cosas que nos ha dado.
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