Natalia Gálvez, en el centro, junto a otras dos colaboradoras |
En el cursillo las jóvenes tuvieron bloques formativos dedicados a la identidad y misión de la colaboradora, al desarrollo de la propia personalidad y liderazgo, además de talleres y herramientas apostólicas para su año. Entre otras cosas, las chicas hicieron apostolado visitando una residencia de ancianos, pudieron participar de una audiencia del Papa y tuvieron momentos mayor intimidad con Cristo en un triduo de oración.
Cristo en la historia de cada uno
"Formar parte del cursillo de colaboradoras en Roma fue una experiencia para comprender quién es nuestro centro. El amor de Cristo para mí se encuentra en el fuego de una gran vela interminable donde nosotros tenemos el don de encendernos y permanecer ardiendo para iluminar la vida de otros. Es increíble saber como cada uno tiene una historia distinta de cómo recibió esa luz, pero definitivamente cada alma es un reflejo del amor de Dios".
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