Las edades de los asistentes se encontraban entre los 22 y los 62 años, aunque el grueso estaba entre los 30 y los 50 años. Y las reacciones de los asistentes eran las esperadas y lógicas en estas situaciones: llegaban por la mañana con mucha timidez e iban tomando asiento. Al final del día les había cambiado la cara totalmente: estaban radiantes y preguntaban acerca de la próxima actividad. El congreso consistió en cuatro conferencias, una mesa redonda y muchos momentos para compartir experiencias y conocer gente.
En ellas se planteó que todos estamos llamados a la plenitud en cualquier condición, allí donde Dios nos haga fructificar, por lo que el viudo y el célibe tienen una misión en la Iglesia, en el trabajo y en el lugar donde viven: “La plenitud está en la entrega de sí mismo a los demás. La fecundidad no se agota en la procreación, todos estamos llamados a dar fruto”.
En la conferencia relacionada con la dedicación a la profesión se insistió en que “nuestra vocación es una vocación al amor”, por lo que el soltero tiene unos puntos a los que debe poner especial atención: el aislamiento, la amargura, la frustración, bajar el listón, el miedo a la soledad, el activismo o, como ocurre a mucho, la adicción al trabajo. Pero, ¿qué podemos hacer? La respuesta claramente es “confiar en Dios, pues Dios no deja a nadie tirado. Que Cristo sea el centro y vivir para amar”.
En la conferencia relacionada con la dedicación a la profesión se insistió en que “nuestra vocación es una vocación al amor”, por lo que el soltero tiene unos puntos a los que debe poner especial atención: el aislamiento, la amargura, la frustración, bajar el listón, el miedo a la soledad, el activismo o, como ocurre a mucho, la adicción al trabajo. Pero, ¿qué podemos hacer? La respuesta claramente es “confiar en Dios, pues Dios no deja a nadie tirado. Que Cristo sea el centro y vivir para amar”.
Especial importancia tuvo la mesa redonda en la que intervinieron dos matrimonios y una soltera. Las parejas se habían casado pasados los 40 años, y su mensaje fue de ánimo y tener confianza y saber esperar. Contaron cómo vivieron su soltería haciendo apostolado y cómo les ayudó la figura del sacerdote.
Por su parte, la soltera, la propia organizadora, Paula Ortín, explica que “he tenido épocas en mi vida muy tristes en las que pensaba ‘¿por qué nadie me quiere?’. Si ahora que soy joven y dicen que también guapa nadie me quiere, cuando envejezca ¿quién me va a querer? Y lloraba mucho”. Hasta que un día, explicó, “me planté ante Dios y le dije: ‘yo no quiero vivir así, ayúdame a ser feliz con lo que tengo’. Y así día tras día delante del Sagrario es como superé esta tristeza y hoy soy feliz”.
Concluyó sus palabras haciendo ver algo importante al los asistentes: “Hoy estáis todos aquí porque yo estoy soltera. Porque si yo me hubiera casado no me habría metido a organizar todo esto. Y veros aquí me hace feliz, me realiza".
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Gracias por darnos tu opinión