La parroquia de San Pedro El Viejo en Madrid fue el escenario del último SolNight que ha ha realizado la Familia Highlands de Los Fresnos. Con las miradas puestas en el Santísimo expuesto y con cánticos al Espíritu Santo de fondo, cada familia fue llamada a hacer apostolado por las calles de Madrid.
Dentro de la iglesia continuaron la oración, la adoración y la música, mientras por la calle las familias misioneras invitaban a los viandantes a pasar al templo a rezar, a apuntar una petición en un papel y depositar, como símbolo de esa intención, una vela encendida frente a Cristo y recibir unas líneas del Evangelio sobre las que reflexionar.
Una vez más, el testimonio que más sorprendió a todos fue el de los niños. Cuenta Carmen Trujillo, la organizadora del SolNight, una anécdota a LomásRC: “Una niña invitó a entrar una pareja que inicialmente le dijo que no, y la niña los acabó acompañando dentro. Les ofreció confesarse y, después de otras tantas negativas, el hombre se acercó al confesionario, estuvo como una hora y después se quedaron hasta la bendición de la adoración”.
Dentro de la iglesia continuaron la oración, la adoración y la música, mientras por la calle las familias misioneras invitaban a los viandantes a pasar al templo a rezar, a apuntar una petición en un papel y depositar, como símbolo de esa intención, una vela encendida frente a Cristo y recibir unas líneas del Evangelio sobre las que reflexionar.
Para todos aquellos que pasaran y para los propios misioneros, también cabía la posibilidad de confesarse, ya que el P. Ángel Amo, L.C., y el P. Manuel Salord, L.C., acompañaron a los misioneros de Los Fresnos.
Una vez más, el testimonio que más sorprendió a todos fue el de los niños. Cuenta Carmen Trujillo, la organizadora del SolNight, una anécdota a LomásRC: “Una niña invitó a entrar una pareja que inicialmente le dijo que no, y la niña los acabó acompañando dentro. Les ofreció confesarse y, después de otras tantas negativas, el hombre se acercó al confesionario, estuvo como una hora y después se quedaron hasta la bendición de la adoración”.
La experiencia no pasa desapercibida para nadie: “Lo que más me impactó es estar a los pies del Santísimo y ver las caras de la gente. Mucha gente sabe lo que es, otra no... ver a la gente llorar. Y, sobre todo, la acción de los niños que no tienen reparos en llevar a Jesús a los demás”, concluye Carmen.
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