El Padre Ignacio
Torres Gozalo, párroco de Nuestra Señora de la Asunción, en Móstoles, es
sacerdote de la Diócesis de Getafe desde hace trece años. “Tengo 46 años y
estoy feliz de haber sido elegido por Cristo para este ministerio; es como el
matrimonio, hay que luchar por ello”. Recibe periódicamente en la parroquia a
colaboradores de la Fundación DIF que imparten el curso prematrimonial a las
parejas de novios. ¿Se puede amar para toda la vida a la misma persona? Ésta y
otras preguntas hemos querido hacerle al P. Ignacio para aprender de su rica
experiencia sobre el matrimonio, sus riquezas, luchas y misterios.
¿Con
qué preguntas o visiones se presentan los novios al curso de preparación
al matrimonio?
En
general, la principal duda es sobre el interés del cursillo. Para ellos es un
trámite que realizan por obligación y piensan que van a perder el tiempo; luego
empiezan a escuchar cosas que les interesan, y aunque cada uno recibe las cosas
de distinta manera, casi todos salen contentos porque les ha resultado
interesante, provechoso, y mucho más acorde con su mundo de lo que pensaban.
¿Cuál es el primer
efecto del cursillo?
Cuando los jóvenes
rompen un prejuicio sobre la Iglesia, ya que suelen pensar que ésta no tiene
nada interesante qué decirles sobre su enamoramiento y cómo llevarlo.
¿Qué puede saber un
sacerdote si no ha estado casado?
El sacerdote vive una
relación esponsal con la Iglesia. Es algo distinto, pero, como el matrimonio,
es una vocación, exige sacrificio y humildad, obediencia y tesón. La propia
experiencia sacerdotal sirve para iluminar la experiencia conyugal, y
viceversa. Por otro lado, el sacerdote cuenta también con su formación moral,
psicológica y su experiencia en aconsejar. Con esa formación y esa experiencia
puede perfectamente iluminar situaciones matrimoniales aunque no las haya
vivido en primera persona. Es como el médico, que puede aconsejar a un enfermo,
aunque él mismo no haya padecido la enfermedad.
¿Cuál
es el mensaje primordial que quiere transmitir a los novios en este proceso de
preparación al matrimonio?
Yo siempre
intento que los novios tengan una experiencia de fe, aunque el cursillo trate
más de temas morales. Es decir, que descubran que el amor que ellos se tienen
es un ejemplo del amor que Dios nos tiene, y que si se apoyan en Dios, les
resultará más fácil amarse mutuamente con un amor sincero y maduro.
¿Es posible amar a la
misma persona toda la vida?
Claro que sí. El hombre vive para amar, desde pequeños,
necesitamos ser amados para subsistir y estamos abocados a amar toda la vida. Y
sigue habiendo muchos ejemplos. Si cada día del matrimonio se renueva el
SÍ QUIERO con las obras, poniendo los ojos donde se tiene el auténtico tesoro,
y no en amores falsos, así el matrimonio no envejece.
Por otro lado hace
falta reciprocidad en la entrega. A veces se olvida que el matrimonio es,
además de eros, filia; es decir, un amor que busca el bien del otro, pero tiene
derecho a que el otro busque tu propio bien: amar y ser amado. Tiene que haber
equilibrio en la pareja en la donación mutua, en el trato con cada una de las
familias, en las decisiones y proyectos, en la educación de los hijos, en todo.
El desequilibrio en la donación mina el matrimonio. En el matrimonio no puede
ir uno delante y otro detrás. Van los dos juntos de la mano.
¿Y cuál suele ser la
visión de los novios sobre el noviazgo?
Creo que los novios
de hoy no conciben su vida matrimonial como una vocación, como una llamada de
Dios que implica compromiso, entrega y esfuerzo y que eso se concreta en la donación
mutua de los cónyuges y la apertura a la vida.
Habiendo
crecido el porcentaje de divorcios en España, ¿siente la necesidad de
advertirles a estos jóvenes de que se lo piensen bien?
No me planteo las
cosas así, prefiero no pensar en eso. Yo apuesto por ellos, por todos, y pienso
que quieren perseverar en el matrimonio. Supongo que un profesor, cuando da una
lección difícil, no piensa que la mayoría va a suspender la asignatura, sino
que intenta que todos aprueben con la mejor nota posible. Me planteo darles
resortes, abrirles los ojos, mostrarles el camino para un amor maduro,
perseverante, combativo y fiel. Insisto mucho en la fuerza de voluntad, en
la necesidad del sacrificio y la abnegación, y en el evitar los
materialismos en la vida, ya que creo que ahí están las raíces de los
fracasos matrimoniales.
¿Dónde está el éxito
del matrimonio?
Creo que el éxito del
matrimonio depende de muchos factores. En primer lugar hay que considerar la
dinámica de la gracia. El amor sacramental del matrimonio es un don de Dios
y el éxito depende de la apertura del corazón a la gracia y a las gracias que
sin duda Dios otorga en el sacramento. También si es matrimonio natural, no
sacramental, Dios se derrama, aun con otra medida.
En segundo lugar,
depende, diría, de la capacidad de donación mutua, de la madurez humana
y la generosidad con la que se afronta la vida esponsal. Hay personas que están
convencidas de amar a otro, pero en realidad se aman y buscan a sí mismas. Hay
mucha gente que es egoísta, pero no lo sabe, porque vive rodeada de egoístas, y
entonces se cree normal.
En tercer lugar, el
éxito depende también de factores psicológicos, temperamentales y
sociales que no siempre se pueden dominar o controlar. En todo matrimonio hay
un factor sorpresa que nos se puede prever, aunque haya que intentar asumirlo.
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