3 de junio de 2019

Diplomado Mujer e Iglesia | Marta Rodríguez: el Papa insiste en que “la mujer descubra a la Iglesia su dimensión femenina, y le ayude a pensarse con categorías femeninas”

El diplomado sobre Mujer e Iglesia es una iniciativa del Instituto de Estudios para la Mujer del Ateneo Pontificio Regina Apostolorum que responde a la necesidad de estudiar el papel de la mujer en la Iglesia. Su directora es Marta Rodríguez, consagrada del Regnum Christi, que también ha trabajado en el Vaticano como responsable de la oficina de la mujer en el Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida. Los cursos que se proponen van en dos tandas: la primera semana intensiva será del 23 al 28 septiembre 2019 (50 horas) y la segunda semana intensiva del 10 al 15 febrero 2020. La fecha límite de inscripción es el 11 septiembre 2019. 

Hay mucho que contar sobre esta interesante propuesta y por eso hemos entrevista Marta para que nos lo explique.


¿Por qué este diploma se establece en una facultad de teología y no en una de sociología?
El diploma es una iniciativa del Instituto de Estudios para la Mujer del Ateneo Pontificio Regina Apostolorum. El instituto no depende estrictamente de ninguna facultad del Ateneo porque trabaja transversalmente con las tres facultades, y colabora también con la Universidad Europea de Roma, que es una universidad civil italiana. Tanto nuestra investigación como nuestros programas formativos son intradisciplinares. Por ejemplo, el grupo de investigación del Instituto está formado por personas que vienen del ámbito de la teología, filosofía, psicología, neurociencia y derecho. La coordinadora del área cultural del Instituto es una socióloga. El diploma en Mujer e Iglesia es un programa claramente interdisciplinar.


¿Qué finalidad busca el diplomado?
Ofrecer una visión a 360 grados de la cuestión de la mujer en la Iglesia: sus luces y sombras, los principios y criterios que deben inspirar la acción y las perspectivas que se abren. He trabajado estos dos últimos años en el Vaticano como responsable de la oficina de la mujer del Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida, y he visto que hay una fuerte conciencia de la importancia de promover la aportación de la mujer en la Iglesia, pero que faltan programas formativos que preparen a las personas para hacerlo.

¿Quiénes son los destinatarios?
Obispos, sacerdotes, religiosos y laicos (hombres y mujeres) que tengan un papel de liderazgo en la Iglesia a nivel curial diocesano, episcopal o pontificio, o formativo. Nos interesan mucho los formadores de sacerdotes y consagrados, y también los profesores universitarios. En definitiva, el curso se dirige a quienes pueden ser agentes de cambio o multiplicadores de pensamiento en distintos niveles.

¿Cómo está articulado el curso?

El diplomado es ambicioso: son 100 horas de clase distribuidas en 3 módulos. El módulo sociocultural analiza la situación de la mujer en la Iglesia, en los distintos contextos culturales, el impacto del feminismo, de la agenda de los organismos internacionales y legislativa en general y las cuestiones por resolver en el ámbito del trabajo. El módulo teológico es el más fuerte: tiene una parte eclesiológica que presenta las perspectivas abiertas por el Concilio Vaticano II y la participación de los laicos en el tria munera de Cristo, con sus implicaciones canónicas; después viene una parte de mariología, otra de antropología teológica y finalmente de teología pastoral, donde analizaremos cuál es la aportación de la mujer en la pastoral y de la Iglesia, y algunas cuestiones pastorales que la afectan y ante las cuales muchas veces a los sacerdotes les faltan instrumentos: el abuso sexual, la violencia, la pornografía. Por fin, el módulo psico-pedagógico, que contiene la parte más aplicativa. Hemos incluidos talleres prácticos sobre el trabajo en equipo hombre y mujer y cómo gestionar la comunicación, la empatía, los prejuicios, y desarrollar un liderazgo participativo.

¿Quiénes se encuentran entre los profesores?
Hemos llamado a profesores de casi todas las universidades pontificias de Roma: de la Gregoriana, Santa Croce, Angelicum, Juan Pablo II, Antonianum, Teresiano, Urbaniana, Sophia, y también de la Roma Tre. Además, hemos querido involucrar a personas que trabajan “en el campo”, y cuya perspectiva es tan importante como la del profesor universitario: tendremos por ejemplo a la coordinadora de Thalita Kum, que agrupa a todas las religiosas del mundo que trabajan contra el tráfico humano, a una persona de Caritas Internationalis, a dos jóvenes que participaron en el Sínodo para los jóvenes… Habrá también espacio para testimonios. Creo que el conjunto da como resultado un cuerpo docente muy rico, heterogéneo y cualificado.

¿Hay posibilidad de hacerlo online?
Este año no. El motivo de esta elección es que nos imaginamos el diploma como un laboratorio de ideas. Quisiera que fuera un verdadero cenáculo, donde docentes y alumnos podamos escucharnos y escuchar al Espíritu Santo, para ver por dónde quiere que caminemos. Esto exige el encuentro y la escucha recíproca. Creo que el auditorio será sumamente rico: parece que vendrán personas de Estados Unidos, Chile, México, España, Alemania… y hasta parece que se van a inscribir dos mujeres que trabajan en la cuestión de la mujer en la Conferencia Episcopal de Australia. No me esperaba que vinieran de tan lejos. Creo que el contacto e intercambio que se generará en el grupo es parte importante del fruto. Por este motivo hemos decidido que la modalidad sea presencial. En el tema de la mujer en la Iglesia no están todas las respuestas dadas: hay camino por recorrer… por eso queremos la presencia física, porque cada alumno traerá un don y un carisma que será un enriquecimiento para todos, y para nuestra reflexión conjunta. Para las próximas ediciones, pensaremos si conviene ofrecer o no una parte online.

¿Cuál es el papel de la mujer en el contexto de una “Iglesia en salida”?
Es una buena pregunta… a la que no tengo una respuesta clara. En parte por eso hemos querido proponer este diploma, para intentar verlo más claro. Seguramente la mujer tiene mucho que aportar en todos los ámbitos de la vida de la Iglesia, y concretamente en los lugares donde se toman las decisiones, que hasta ahora se han visto generalmente privados de su perspectiva. Pero no solo: cuando el Santo Padre habla de este tema, insiste en que no es una cuestión de funciones o roles (que también), sino de que la mujer descubra a la Iglesia su dimensión femenina, y le ayude a “pensarse con categorías femeninas”. Creo que esto es una invitación y una profecía, que tenemos que desentrañar y bajar a la vida.

¿La Iglesia Universal reconoce de una misma forma a la mujer?
No… En el tiempo que trabajé en el Dicasterio pude tocar cómo hay mundos de distancia entre unos lugares y otros. Los principios son claros para todos, pero las culturas pesan mucho a la hora de llevarlos a la vida.

¿Cuáles son los problemas pastorales que tienen que ver con la presencia de la mujer en la Iglesia y en la Sociedad?
En algunos países hay sociedades todavía muy machistas, donde la mujer no es reconocida en su dignidad y derechos. Esto afecta profundamente a la estructura familiar y a la sociedad entera. En algunos países de África e incluso de América Latina, la recuperación del tejido social y económico pasa necesariamente por la educación y promoción de la mujer. Se habla mucho del “empowerment”, que yo considero que es un requisito necesario, pero absolutamente insuficiente: la visión cristiana de la relación entre hombre y mujer es mucho más rica y más profunda que la que anima normalmente las políticas de “empoderamiento”. Un tema pastoral importante es el del abuso (más del 80% de los abusos se dan en el ámbito intrafamiliar), y el de la violencia doméstica. Esto se da en todos los ámbitos culturales, también en los países desarrollados. La pornografía y la prostitución son verdaderas plagas, y de esto se habla muy poco en ámbito pastoral. En los países occidentales es necesario reconocer el valor de la maternidad, y promoverlo como un bien social. En estos países, la doctrina social de la Iglesia debería de inspirar modelos organizativos que permitan la conciliación familia y trabajo: la mujer se ha incorporado al mundo laboral adoptando la lógica y ritmos del hombre, y esto no ha funcionado. En fin… ¡los desafíos pastorales no faltan!

¿Cuáles son los principales desafíos que tienen los cursos del diploma?
La heterogeneidad de las disciplinas afrontadas será una dificultad para los estudiantes: hay temas filosóficos, eclesiológicos, teológicos, sociológicos… Habrá estudiantes que se sientan muy a gusto en alguno de los cursos, y que tengan dificultad para otros. Contamos con esto y los profesores tratarán de adaptarse a la realidad del auditorio: ellos tienen el desafío de lograr estimular a los alumnos que sean expertos en su mismo ámbito, y al mismo tiempo ser accesibles para todos. Somos conscientes también que el ritmo será intenso y tal vez pesado: hemos concentrado las materias en 2 semanas intensivas, con 50 horas cada una. Esto será exigente y creo que van a acabar un poco muertos… pero era la única forma de conseguir ofrecer toda esta riqueza a la gente que venga de fuera de Roma y de Italia. También está el tema de los idiomas: las clases serán casi todas en italiano y algunas en español, y se ofrecerá traducción simultánea al español y al inglés. Esto será otra dificultad añadida: para los profesores, que deberán adaptar su ritmo, para los estudiantes, que se podrían cansar de las traducciones, y para los traductores, porque van a morir de cansancio.

¿Por qué se comienza a impartir esta enseñanza ahora? ¿Cuál es su importancia? ¿Hay alguna urgencia a la que se tenga que responder?
Desde hace varios años, el Santo Padre ha instado con una cierta urgencia a promover la aportación de la mujer en la Iglesia. Pero como decía, es difícil pasar de la teoría a la práctica. El Papa repite siempre que se trata de “activar procesos”. Pues bien: esto exige formación. Así que hemos decidido empezar por ahí. Creo que es una cuestión clave, porque del tema de la mujer “cuelgan” otras cuestiones importantes, que pueden llevar a una renovación antropológica y eclesial: trae la cuestión de los laicos en la Iglesia, de la antropología de la sexualidad, de la pedagogía y la pastoral… Y creo que está convirtiéndose en una cuestión urgente: los abusos reales que se dan están produciendo una impaciencia en algunos sectores que podría ser incontenible. Creo que o se atiende a fondo el tema de la mujer, o la Iglesia se va a tener que encontrar con excesos y reacciones que distan mucho de la lógica evangélica… porque la rabia, que en muchos casos puedo comprender, no es nunca buena consejera.


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