Es un hecho en el que todos deberíamos participar “y descubrir la trascendencia que tiene para la humanidad”. Ramón nos cuenta que “aquello fue el mayor acto de amor que ha vivido el mundo y que, gracias a él, hoy, tantas personas sienten el amor de Cristo de aquellos días”. Ya en casa, el peregrino que ha vivido a fondo su viaje, continúa Ramón, “tiene más paz y comprende mejor las cosas que suceden aquí. Y, en mi caso, tengo necesidad de alimentar mi vida interior y compartir esta experiencia con el resto del mundo”.
Otra peregrina sevillana, Rosario, nos cuenta también cómo fue su experiencia. Hay dos momentos que le cautivaron. “En Galilea descubrí la parte divina del Señor, la parte del maestro”. Una zona de Tierra Santa -Nazaret, Magdala…- que “nos prepararon para llegar a Jerusalén”. Y es aquí, precisamente, en Getsemaní, en una misa en una pequeña gruta, cuando “descubrí lo humano de Cristo al verle sufrir ante lo que se le venía encima”. Y añade: “Nos podemos poner en su lugar porque vemos que, de la misma forma que nosotros recurrimos a Él cuando tenemos una necesidad, Jesús recurrió a su Padre en este momento de angustia: era un perfecto hombre igual que nosotros”.
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