María José Maza:
El pasado 17 de junio tuve el regalo de renovar mis votos temporales por tres años más antes de los definitivos. Digo que es un regalo pues así lo viví, ya que con este paso se proclamó la fidelidad de Dios conmigo, no sólo en estos años de vida consagrada, sino en toda mi vida. Si pudiera resumir lo que ha sido para mí, usaría estas dos palabras: acogida y entrega.
Así veo yo mi renovación, nuevamente, como una acogida del regalo que es mi vocación. Es una acogida distinta a la que experimenté hace tres años, en la que emití mis primeros votos, pues ahora ya conozco un poco mejor las luces y las sombras de este regalo. Esta acogida no se queda solo en eso -una acogida-, sino que ésta se hace entrega. Cada vez soy más consciente de que es algo que no me pertenece, es algo que recibo, pero que vuelvo a poner en manos del Señor.
Así veo yo mi renovación, nuevamente, como una acogida del regalo que es mi vocación. Es una acogida distinta a la que experimenté hace tres años, en la que emití mis primeros votos, pues ahora ya conozco un poco mejor las luces y las sombras de este regalo. Esta acogida no se queda solo en eso -una acogida-, sino que ésta se hace entrega. Cada vez soy más consciente de que es algo que no me pertenece, es algo que recibo, pero que vuelvo a poner en manos del Señor.
Esta renovación todavía es temporal, como parte de un proceso pedagógico de Dios para cada una, y no solo algo canónico. Digo esto pues Él va haciendo que cada una, en la forma que lo necesite, vaya profundizando en lo que es y en lo que implica esta vocación como regalo que nos confía.
La Iglesia nos pide ser prudentes a la hora de discernir la vocación, por eso hemos optado por tener un periodo de seis años de votos temporales con una renovación después de los primeros tres años de vida consagrada, que es la que yo he hecho. Esto no quiere decir que nos consagramos sólo pensando en tres años: nos consagrados pensando en que es un compromiso definitivo y que estamos abiertas a lo que Dios quiera seguir haciendo antes de la emisión de los votos perpetuos.
Ahora, después de estar estos primeros tres años de vida consagrada estudiando teología, nos toca salir durante dos años a misionar a tiempo completo para seguir profundizando en otros aspectos de nuestra vocación antes de la renovación perpetua.
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