26 de abril de 2018

Sonia y Vicente, misioneros en Segorbe: “Nuestros hijos nos pidieron hacer una promesa: volver el año que viene”

Los hijos de Sonia y Vicente, como nos cuentan en su testimonio misionero, han comenzado este año en Cumbres School Valencia. Allí están felices, y uno de los motivos es, precisamente, la experiencia que han tenido esta Semana Santa en Segorbe con Familia Misionera. De estos días se llevan tres recuerdos: el recogimiento de los momentos de oración, “la alegría de nuestros niños llamando a las puertas de las casas” y la celebración de la Vigilia Pascual, “un auténtico canto a la alegría de la victoria del Bien sobre todo mal”.



Somos Vicente y Sonia, padres de tres hijos maravillosos, Blanca de 16 a, Carla de 12 a y Pablo de 10 años.

Este año, Dios nos dio la inmensa alegría de poder llevar a nuestros hijos al Colegio Cumbres (Moncada-Valencia). Desde el primer instante ha sido y es para nuestros hijos y para toda la familia una gran bendición. Y así, desde el colegio, desde el cariño de las personas que acompañan día a día en el cole a nuestros hijos en su crecimiento espiritual, llego el anuncio de “Misiones en familia” y “Juventud misionera” a nuestro hogar.

Llegamos a Segorbe la tarde del Jueves Santo, nos encontramos con familias entrañables que nos acogieron con tal cariño y gratitud que las paredes del antiguo seminario de Segorbe, se transformaron para nosotros en un maravilloso hotel de 5*, ni la falta de calefacción, ni el “agua tibia” de la ducha de la mañana tenían la más mínima importancia.

El Señor nos regalaba 4 días para vivirlos junto a Él, junto a familias capaces de dejar atrás unos días de vacaciones para salir a anunciar la alegría y el amor de Dios, junto al Padre Vicente, que compartía con nosotros preciosas meditaciones y momentos de recogimiento y oración, y junto a las consagradas, que con tanta sencillez compartían momentos de oración y juegos cuidando de los pequeños.


Dejando atrás nuestras obligaciones y preocupaciones diarias, “Misiones en familia” nos regalaba poder vivir la Semana Santa “de verdad”, nos regalaba la posibilidad de “parar”, detenernos en un mundo que es un correr diario y salir al encuentro de familias, y personas desconocidas con las que compartir la alegría del sentirse amados por Dios, amados por Jesucristo que murió en la Cruz por cada uno de nosotros, la inmensa alegría de su Resurrección.

De estos días, regresamos a casa llenos de emociones, sentimientos y nuevas amistades. Regresamos con la felicidad de entender, quizá no con la mente, pero si con el corazón, el inmenso don de la Fe, la inmensidad de saber que con todas nuestras faltas, caídas y miserias, Dios nos quiere, así, en nuestra debilidad.

En el testimonio de Fe de personas mayores, como Clotilde, que viven solas en pueblos muy pequeñitos, que han vivido ya una larga vida, con sufrimientos por enfermedades o perdidas de seres queridos, descubrimos la grandeza y la alegría de quien vive con la confianza puesta en Dios.

Tres recuerdos guardamos con gran cariño en nuestros corazones:

· El recogimiento de los momentos de oración, y el sentimiento de la noche del Jueves Santo.

· La alegría de nuestros niños llamando a las puertas de las casas, tan pequeños y tan sencillos, y sin embargo hablando a desconocidos con tanta “verdad” de Jesus. Preparando Rosarios o medallitas para regalar, y viviendo con tanto entusiasmo cada celebración.

· La meditación del Padre Algorreta sobre la Vigilia Pascual nos ayudó a prepararnos para vivir la celebración como nunca. Son de esas charlas que te dan tanta luz, que desearías compartirla con todo el mundo. Yo os invito, como hizo él con nosotros, a que cojáis el Pregón Pascual, asombrados de todas las maravillas que anuncia. Es un auténtico canto a la alegría de la victoria del Bien sobre todo mal.

Si tomáramos conciencia de lo que nos anuncia…

“Esta es la noche en la que por toda la tierra,
los que confiesan su fe en Cristo,
son arrancados de los vicios de mundo y de la oscuridad del pecado,
son restituidos a la gracia y son agregados a los santos.”
“¡Que incomparable ternura y caridad!
¡Para rescatar al esclavo, entregaste al Hijo!”


El año que viene, si Dios quiere, nos encontraremos de nuevo, pues es la promesa que nos pidieron hacer nuestros hijos antes de salir de vuelta a casa “¡Mama y papa, el año que viene volvemos!”.



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