Una de ellas, Paty López, ha compartido con LomásRC su testimonio, el cual te ofrecemos a continuación.
"Cuando estoy con Jesús, mi corazón descansa"
Hacía cinco años que no me iba de ejercicios espirituales en Semana Santa. Galicia, Marbella o Madrid son algunos de los destinos de los que he disfrutado estos últimos años durante esos días. Lo cierto es que siento que son contadas las veces que he vivido la Semana Santa con la importancia que corresponde.
Estos últimos años he estado, como digo yo, “a otra”. Es verdad que he continuado con mi vida de oración, mis encuentros de Reino (los días que el trabajo me lo permitía) y que he ido a misa los domingos. Pero, ¿es en eso en lo que se basa mi fe? “Ser un 10” en mi relación con Dios y los demás, no es lo verdaderamente importante. Él me quiere, me acepta tal como soy y me exige lo que sabe que voy a poder conseguir. Ese es uno de los puntos clave que he aprendido. Tengo que dejarme hacer por Cristo y abrazar todo lo que llegue con alegría e ilusión, depositar mi confianza plena en Él, sin miedos ni desconfianzas.
Han sido unos ejercicios espirituales repletos de cosas buenas. El silencio me ha ayudado a sentirme más cerca de Él y de la Virgen. He vivido los oficios como nunca lo había hecho y los he disfrutado. He aprendido el sentido de la Cruz, pero también la relevancia que tiene la Resurrección. Sin ella no seríamos nada, nuestra fe sería vana. De las meditaciones, me quedo con la importancia que tiene apoyarse en las personas que Dios pone en nuestro camino. Una vida espiritual no se puede vivir estando solos. Jesús mismo, en Getsemaní, muestra su angustia y sufrimiento ante sus amigos, los discípulos.
La sensación que me invade siempre que termino unos ejercicios espirituales son esas ganas de comerme el mundo, como si nada me pudiese parar. Salgo queriendo ser mejor, más positiva y agradecida. Quiero dar testimonio con mi vida de esa alegría que siento por dentro, porque cuando estoy con Jesús, mi corazón descansa.
Hacía cinco años que no me iba de ejercicios espirituales en Semana Santa. Galicia, Marbella o Madrid son algunos de los destinos de los que he disfrutado estos últimos años durante esos días. Lo cierto es que siento que son contadas las veces que he vivido la Semana Santa con la importancia que corresponde.
Estos últimos años he estado, como digo yo, “a otra”. Es verdad que he continuado con mi vida de oración, mis encuentros de Reino (los días que el trabajo me lo permitía) y que he ido a misa los domingos. Pero, ¿es en eso en lo que se basa mi fe? “Ser un 10” en mi relación con Dios y los demás, no es lo verdaderamente importante. Él me quiere, me acepta tal como soy y me exige lo que sabe que voy a poder conseguir. Ese es uno de los puntos clave que he aprendido. Tengo que dejarme hacer por Cristo y abrazar todo lo que llegue con alegría e ilusión, depositar mi confianza plena en Él, sin miedos ni desconfianzas.
Han sido unos ejercicios espirituales repletos de cosas buenas. El silencio me ha ayudado a sentirme más cerca de Él y de la Virgen. He vivido los oficios como nunca lo había hecho y los he disfrutado. He aprendido el sentido de la Cruz, pero también la relevancia que tiene la Resurrección. Sin ella no seríamos nada, nuestra fe sería vana. De las meditaciones, me quedo con la importancia que tiene apoyarse en las personas que Dios pone en nuestro camino. Una vida espiritual no se puede vivir estando solos. Jesús mismo, en Getsemaní, muestra su angustia y sufrimiento ante sus amigos, los discípulos.
La sensación que me invade siempre que termino unos ejercicios espirituales son esas ganas de comerme el mundo, como si nada me pudiese parar. Salgo queriendo ser mejor, más positiva y agradecida. Quiero dar testimonio con mi vida de esa alegría que siento por dentro, porque cuando estoy con Jesús, mi corazón descansa.
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