Además, los asistentes participaron en un cine fórum sobre la película “A prueba de fuego” y en turnos de adoración al Santísimo a lo largo de toda la noche. El fin de semana concluyó con una misa en la capilla del Real Monasterio de Santa Isabel en la que los matrimonios renovaron sus promesas y a la que asistieron sus familias. Las charlas fueron impartidas por los padres Manuel Aromir y Joaquín Petit.
Ahora bien, uno de los momentos más significativos del fin de semana fue el rato de adoración en pareja ante el Santísimo según una antigua tradición croata que se está extendiendo por numerosos lugares de Europa y América y que se conoce como “el crucifijo matrimonial”.
Según esta costumbre, los esposos oran ante la Eucaristía con un crucifijo en sus manos. El origen de la tradición croata tiene lugar durante la boda. En ella, al intercambiar los votos matrimoniales, la novia pone su mano derecha un crucifijo y el novio pone la suya sobre la de ella. Ambas manos están unidas entre sí y unidas a la Cruz. El sacerdote cubre las manos con su estola mientras pronuncian su promesa de amarse el uno al otro en las buenas y en las malas, proclamando sus votos de fidelidad.
Según esta costumbre, los esposos oran ante la Eucaristía con un crucifijo en sus manos. El origen de la tradición croata tiene lugar durante la boda. En ella, al intercambiar los votos matrimoniales, la novia pone su mano derecha un crucifijo y el novio pone la suya sobre la de ella. Ambas manos están unidas entre sí y unidas a la Cruz. El sacerdote cubre las manos con su estola mientras pronuncian su promesa de amarse el uno al otro en las buenas y en las malas, proclamando sus votos de fidelidad.
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