¿Desde cuándo empezaste a ir a misiones?
Empecé el año pasado, ¡apenas son mis segundas misiones! Y en el equipo había gente que venía por duodécimo año consecutivo...
¿Por qué decidiste ir?
El año pasado una consagrada, Maleny, nos lo propuso a ni novia Marieta y a mí porque iban a empezar a ser mixtas en Madrid, y nos podían venir bien a los dos como experiencia. Y acertó...
¿Qué significa para ti dedicar la Semana Santa a esto?
Uf, que difícil ponerle palabras... Para no alargarme, diría que ir de misiones es un intento por mi parte de compartir la alegría de conocer a Cristo en mi vida. Y lo que me llevo es una alegría renovada, totalmente nueva.
Este año has sido responsable, ¿cómo ha sido la experiencia?
He tenido suerte, pues hemos tenido un equipo impresionante, así que muy gratificante y muy bonita. Muchos no nos conocíamos previamente, y desde el minuto cero se creó una comunidad en la que todos miraban por el otro , buscaban lo mismo... y así resulta muy fácil hacer de responsable.
Además, entre todos los responsables (¡Que no estoy sólo yo!), nos hemos apoyado mutuamente, por lo que ha sido más sencillo aún
¿Dónde habéis estado y qué habéis hecho?
Este año estuvimos en Cartagena, y bueno, en la tarea de servir al párroco -don Antonio José-, hicimos de todo: salir por las calles a misionar, apoyar en los actos litúrgicos de la parroquia, ayudar en dos residencias de ancianos... La verdad es que aunque son sólo 3 días de misión dan para mucho.
¿Qué es lo que más valoras de ir de misiones?
Aunque al ir de misiones realmente pensamos que vamos a misionar, siempre acabas siendo tú el misionado. Te vas con las manos llenas.
Y a ti, ¿qué es lo que más te ha impresionado?
Una de las experiencias más fuertes que se tienen en estas misiones es el momento de la comida, cuando los misioneros nos vamos a casa de gente de la parroquia a comer con ellos. Es impresionante el ejemplo de estas personas, en muchos casos gente mayor, que se desvive para que estés a gusto.
Una de las experiencias más fuertes que se tienen en estas misiones es el momento de la comida, cuando los misioneros nos vamos a casa de gente de la parroquia a comer con ellos. Es impresionante el ejemplo de estas personas, en muchos casos gente mayor, que se desvive para que estés a gusto.
Por ejemplo, unos compañeros quedaron realmente tocados por la familia que les asignamos, con seis hijos, uno de ellos discapacitado. Estaban admirados de la absoluta entrega de sus padres y de la alegría que había en la casa. Es en este tipo de experiencias, compartiendo tiempo con la gente, cuando ves que Cristo está vivo, entre nosotros, y eso es lo que le da sentido a estas misiones
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