15 de marzo de 2015

Entrevista | Kelly Suter, miembro de Regnum Christi y enfermera en la epidemia de ébola en Africa: “Mi trabajo es estar ahí presente y con la voluntad de apoyar al necesitado”


Kelly Suter es una enfermera del Regnum Christi que ha estado de misión en una clínica para enfermos de Ébola en África, en Haití durante los primeros momentos del terremoto de 2010, así como en otras misiones médicas. “Mi trabajo me permite llevar algo de humanidad al mundo. Me permite llevar compasión a quienes sufren pruebas dolorosas, y me permite llevar esperanza a quienes han olvidado incluso su propia dignidad”, explica en la entrevista. Por su interés ofrecemos la traducción al español de algunas partes de la entrevista hecha por Jim Fair, director de la oficina de comunicación del Regnum Christi de Estados Unidos. El original completo, en inglés, se puede leer aquí.

¿Por qué decidiste ser enfermera?

Desde muy joven, recuerdo que mi madre se esforzó mucho para que nos importara la gente que nos rodea. Recuerdo dar mis juguetes a niños necesitados, empacar cajas navideñas para los niños de África, visitar orfanatos, recoger hojas en el otoño en el jardín de las casas donde sólo vivían personas de la tercera edad. Esto fue gracias a la orientación inicial de mi madre, pero llegó a ser un modo de vida elegido libremente. Después de concluir High School dediqué 2 años de mi vida como colaboradora del Regnum Christi. Me gustan las misiones humanitarias, pero quería hacer más y que esto fuera incluso autosustentable. Por ello decidí ser enfermera.

Una enfermera puede servir en cualquier parte. ¿Por qué elegiste algo tan amenazador como el Ébola?
He recibido mucho en mi vida. Dios me dio una familia que siempre me ha apoyado, tuve la oportunidad de recibir una buena educación, mi fe, una casa y alimento. ¿Qué sentido tendría todo esto si no tiene un fin? ¿Qué sentido tendrían todos los esfuerzos de mi familia, mis maestros y amigos? Sí, una enfermera puede ayudar en cualquier parte pero no cualquier enfermera tiene la libertad de querer ayudar donde sea. Y no es que vaya por ahí buscando el trabajo más peligroso que pueda encontrar, pero estoy dispuesta a ir ahí donde la gente lo necesita y donde otros tengan miedo de ir.

¿Qué te motiva a trabajar en un campo de misiones?




Soy la mayor de 6 hermanos, cuidar de los demás me es de lo más natural. Esto se intensificó cuando el más pequeño de la casa nació con síndrome de Down. A mis 7-8 años no vi lo que veían otros niños de mi edad. Yo sólo vi a mi hermanito y de inmediato lo amé. Vi la hermosura en su "imperfección" mucho antes de entender que debía ver un defecto. Y en poco tiempo percibí que no todos veían lo que yo veía. Tenía ocho años la primera vez que tuve que defender a mi hermanito por sus discapacidades, y me moría de miedo por tener que confrontar a un adulto. Esa fue la primera vez que vi a un ser humano decidir que otra vida era minusvalorada y yo me propuse desde entonces nunca ser así.

Muchos años después tuve una mejor perspectiva del porqué me enfadaba cuando otros menospreciaban a mi hermano. Yo sabía que cada vida era creada a imagen y semejanza de Dios. Por lo que cada vida es invaluable, digna, merecedora de compasión y de respeto. Mi trabajo me motiva precisamente por esto, para combatir esta pérdida de identidad y de valor. No es nada más que haya gente que no valora la vida de los demás, sino que además no ven el valor y capacidad de la propia vida. Mi trabajo me permite llevar algo de humanidad al mundo, llevar dignidad a quienes están siendo forzados a vivir como animales. Me permite llevar compasión a quienes sufren pruebas dolorosas, y me permite llevar esperanza a quienes han olvidado incluso su propia dignidad.

Cuéntanos 2 o 3 momentos importantes de tus misiones
Hay tantos que nunca olvidaré. Los mejores de todos son aquellos que me abren los ojos para comprender mejor el mundo que me rodea.

La primera experiencia pasó en mi primera misión médica. Fue una cirugía en México y se me pidió que apoyara en la preparación y recuperación del paciente. Yo estaba muy nerviosa -apenas me había graduado de enfermería-. Recuerdo a un paciente en particular. Era una persona ya mayor y había estado esperando muchos años para operarse de una hernia. Lo preparé para la cirugía y después lo acompañé esperando su turno. Durante todo ese tiempo él sólo me decía una y otra vez: "Eres un ángel que Dios me envió". Primero me reí, pero la segunda y tercera ocasión que pasó ya me incomodó. Para la cuarta y quinta vez que lo repetía ya me estaba molestando.

Se fue a la cirugía y después regresó al cuarto para el monitoreo postoperatorio. Una vez que el analgésico se pasó me volvió a llamar para decirme lo mismo y yo ya estaba muy molesta, lo empecé a regañar diciéndole que no me dijera ángel. Le dije que no tenía alas ni aureola, pero él me respondió: "Sí, eres un ser humano, pero eso no significa que no seas el ángel que Dios me ha enviado".
Eso me recordó lo que ya antes había escuchado, que debíamos ser las manos y los pies de Dios, pero hasta ese momento no lo había comprendido del todo. Ahí entendí que yo era como un ángel para ese paciente, quizá fui la respuesta a las oraciones de esa persona. Y ahí pude darme cuenta por primera vez de lo que Dios puede llegar a hacer si cooperamos con Él.

La segunda experiencia fue durante el viaje de emergencia de 3 meses que hicimos a Haití, después del terremoto de 2010. Fue la primera vez que vi tanta muerte y devastación, y aprender a lidiar con esto fue difícil emocionalmente. Después de casi un mes en Haití, aprendí una lección importante y muy dolorosa.

Un día, vino al consultorio una mujer que por primera vez iba a dar a luz. Tenía apenas 25 semanas de embarazo y sería la madre de unos mellizos. Ya presentaba trabajo de parto. Hicimos todo lo que pudimos. El primer bebé nació y fue un niño, el segundo bebé fue niña.

Como no había una unidad de cuidado infantil ahí, los niños fueron entregados de inmediato a sus papás. El niño murió después de media hora, en brazos de su papá. La niña aún estaba batallando. Después de dos horas, tanto la mamá como el papá dejaron el hospital incapaces de ver cómo moría su segunda hija. Yo tomé a la niña y durante dos horas le hablé, le canté, la arrullé. Me tocó observar cómo su aliento disminuía, y cómo su corazoncito también dejaba de latir, hasta que falleció.

Al niño lo llamé Joseph, y a la niña Jean, en honor a mis abuelos. Después de llenar las actas de nacimiento tuve que llenar las actas de defunción, y tuve también que llevar a los bebés a la morgue. Estaba completamente conmocionada. Ya había visto morir a la gente, pero estos mellizos, fue desgarrador. Y fue ahí cuando me di cuenta de algo muy importante, pues mi trabajo no era decidir quién vivía o quién moría, sino el estar ahí presente y con la voluntad de apoyar al necesitado. Para muchos, el trabajo que yo hacía era como una segunda oportunidad que recibían para salir adelante; para otros, mi mano servía de apoyo para sostener la mano del moribundo, mi hombro fue el apoyo de muchas lágrimas de quienes lloraban la pérdida de un ser querido. Sin duda no pude salvar la vida de los mellizos, pero ahí estuve asegurándome de que no murieran en soledad y sin amor.

¿Qué impacto ha tenido el Regnum Christi en tu vida?

Es bien sabido que al Regnum Christi no le ha ido del todo bien en los últimos años. Yo formo parte del Movimiento desde la primaria. Fui 2 años colaboradora. He visto lo bueno y lo malo. No tengo la capacidad o el deseo de sacar simplemente lo malo que sucedió, como tampoco tengo la capacidad de quitar lo bueno que Dios ha dado al Regnum Cristi. A través del Movimiento he podido participar en muchas misiones humanitarias, he hecho amistades duraderas, he encontrado a mucha gente que todavía hoy tengo en alta estima. A través del Movimiento aprendí a encontrar a Dios en la alegría y en el sufrimiento, y comencé a comprender quién soy y qué hago en el mundo. El Regnum Christi ha sido y es una parte importante de quien soy hoy en día.

¿Habrá más misiones a futuro?
Sí, más misiones médicas. El cuándo y dónde, ya se verá con el tiempo. Estoy tomando unos meses de descanso y después revaluaré. El apoyo médico de emergencia no se puede planear, en dos meses pueden pasar muchas cosas. Hoy tengo el lujo de ir ahí a donde quiero y me necesitan, pero también estoy dispuesta a ir a lugares donde quizá nunca he pensado ir.

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