Desde el pasado sábado, la Iglesia católica ya cuenta con 20 nuevos cardenales, a los que el Papa Francisco ha impuesto la birreta, ha entregado el anillo y asignado el Título o Diaconía. Pero ¿cuál es la tarea de los cardenales? El Papa les ha dirigido unas palabras en las que les ha explicado cuál es su tarea y sus responsabilidades.
El Papa ha iniciado su discurso recordado que “el cardenalato ciertamente es una dignidad, pero no una distinción honorífica”. El mismo nombre de cardenal, ha explicado, lleva a pensar en “un punto de apoyo y un eje esencial para la vida de la comunidad”.
El “himno a la caridad”, programa para los cardenales
El “himno a la caridad”, programa para los cardenales
De este modo, el Santo Padre ha afirmado que en la Iglesia, “toda presidencia proviene de la caridad, se desarrolla en la caridad y tiene como fin la caridad”. Por eso, el Papa ha indicado que el “himno a la caridad” de la primera carta de san Pablo a los Corintios, “puede servir de pauta para esta celebración y para vuestro ministerio, especialmente para los que desde este momento entran a formar parte del Colegio Cardenalicio”.
De este modo, el Papa ha repasado estas características de la caridad. Magmánima, benevolente, no tiene envidia, no presume, no se engríe, no es mal educada ni egoísta, no se irrita, no lleva cuentas del mal, no se alegra de la injusticia sino que goza con la verdad, disculpa sin límites, cree sin límites, espera sin límites, aguanta sin límites.
Magnanimidad es, en cierto sentido, sinónimo de catolicidad: “Es saber amar sin límites, pero al mismo tiempo con fidelidad a las situaciones particulares y con gestos concretos”, ha explicado. Asimismo ha recordado que hay que “amar lo que es grande, sin descuidar lo que es pequeño”. Por otro parte, “la benevolencia es la intención firme y constante de querer el bien, siempre y para todos, incluso para los que no nos aman”.
Transformar el corazón
De este modo, el Papa ha repasado estas características de la caridad. Magmánima, benevolente, no tiene envidia, no presume, no se engríe, no es mal educada ni egoísta, no se irrita, no lleva cuentas del mal, no se alegra de la injusticia sino que goza con la verdad, disculpa sin límites, cree sin límites, espera sin límites, aguanta sin límites.
Magnanimidad es, en cierto sentido, sinónimo de catolicidad: “Es saber amar sin límites, pero al mismo tiempo con fidelidad a las situaciones particulares y con gestos concretos”, ha explicado. Asimismo ha recordado que hay que “amar lo que es grande, sin descuidar lo que es pequeño”. Por otro parte, “la benevolencia es la intención firme y constante de querer el bien, siempre y para todos, incluso para los que no nos aman”.
Transformar el corazón
El apóstol dice también que la caridad no tiene envidia, no presume, no se engríe. “Esto es realmente un milagro de la caridad”, porque todos “tendemos a la envidia y al orgullo a causa de nuestra naturaleza herida por el pecado”, ha explicado el Papa. Y tampoco las dignidades eclesiásticas están inmunes a esta tentación, ha recordado. Precisamente por eso “puede resaltar todavía más en nosotros la fuerza divina de la caridad, que transforma el corazón, de modo que ya no eres tú el que vive, sino que Cristo vive en ti”, ha añadido el Santo Padre.
La caridad no es mal educada ni egoísta. Francisco ha explicado que estos dos rasgos revelan que quien vive en la caridad está des-centrado de sí mismo. La caridad -ha añadido- te des-centra y te pone en el verdadero centro, que es sólo Cristo.
La caridad, dice Pablo, no se irrita; no lleva cuentas del mal. El Pontífice ha advertido que “al pastor que vive en contacto con la gente no le faltan ocasiones para enojarse”. Por eso les ha recordado que la caridad “nos libra del peligro de reaccionar impulsivamente, de decir y hacer cosas que no están bien” y sobre todo “del peligro mortal de la ira acumulada”. Esto no es aceptable -ha subrayado- en un hombre de Iglesia.
La caridad no se alegra de la injusticia, sino que goza con la verdad. Al respecto, el Santo Padre ha reconocido que el que está llamado al servicio de gobierno en la Iglesia “debe tener un fuerte sentido de la justicia, de modo que no acepte ninguna injusticia, ni siquiera la que podría ser beneficiosa para él o para la Iglesia”. Además, el hombre de Dios "está fascinado por la verdad y la encuentra plenamente en la Palabra y en la Carne de Jesucristo”.
Por último, la caridad disculpa sin límites, cree sin límites, espera sin límites, aguanta sin límites. En estas cuatro palabras el Papa ha afirmado que hay “todo un programa de vida espiritual y pastoral”. El amor de Cristo -ha proseguido- nos hace personas “capaces de perdonar siempre”, “de dar siempre confianza”, “de infundir siempre esperanza”, “que saben soportar con paciencia toda situación”.
Para concluir, el Papa ha indicado que “todo esto no viene de nosotros, sino de Dios.” Por tanto, “así es como tenemos que ser: incardinados y dóciles”. A propósito, Francisco ha afirmado que “cuanto más incardinados estamos en la Iglesia que está en Roma, más dóciles tenemos que ser al Espíritu, para que la caridad pueda dar forma y sentido a todo lo que somos y hacemos”.
Por Rocío Lancho García, Agencia Zenit
La caridad no es mal educada ni egoísta. Francisco ha explicado que estos dos rasgos revelan que quien vive en la caridad está des-centrado de sí mismo. La caridad -ha añadido- te des-centra y te pone en el verdadero centro, que es sólo Cristo.
La caridad, dice Pablo, no se irrita; no lleva cuentas del mal. El Pontífice ha advertido que “al pastor que vive en contacto con la gente no le faltan ocasiones para enojarse”. Por eso les ha recordado que la caridad “nos libra del peligro de reaccionar impulsivamente, de decir y hacer cosas que no están bien” y sobre todo “del peligro mortal de la ira acumulada”. Esto no es aceptable -ha subrayado- en un hombre de Iglesia.
La caridad no se alegra de la injusticia, sino que goza con la verdad. Al respecto, el Santo Padre ha reconocido que el que está llamado al servicio de gobierno en la Iglesia “debe tener un fuerte sentido de la justicia, de modo que no acepte ninguna injusticia, ni siquiera la que podría ser beneficiosa para él o para la Iglesia”. Además, el hombre de Dios "está fascinado por la verdad y la encuentra plenamente en la Palabra y en la Carne de Jesucristo”.
Por último, la caridad disculpa sin límites, cree sin límites, espera sin límites, aguanta sin límites. En estas cuatro palabras el Papa ha afirmado que hay “todo un programa de vida espiritual y pastoral”. El amor de Cristo -ha proseguido- nos hace personas “capaces de perdonar siempre”, “de dar siempre confianza”, “de infundir siempre esperanza”, “que saben soportar con paciencia toda situación”.
Para concluir, el Papa ha indicado que “todo esto no viene de nosotros, sino de Dios.” Por tanto, “así es como tenemos que ser: incardinados y dóciles”. A propósito, Francisco ha afirmado que “cuanto más incardinados estamos en la Iglesia que está en Roma, más dóciles tenemos que ser al Espíritu, para que la caridad pueda dar forma y sentido a todo lo que somos y hacemos”.
Por Rocío Lancho García, Agencia Zenit
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