24 de abril de 2014

Alfonso, de Juventud Misionera, tras superar un cáncer: "¿Por qué no aportar yo para que la gente entienda ese amor de Cristo hacia nosotros?"

Alfonso Calderón (en la foto, el primero de la derecha) es un sevillano de 19 años. Natural y espontáneo como sólo son en Andalucía. Cofrade, miembro del Regnum Christi y, anteriormente, también miembro del ECyD “desde chico”. Estudia Derecho y Criminología. Podríamos decir un joven normal de los que van en Semana Santa con Juventud Misionera. Sin embargo, su vida ha pasado por un trance muy especial: un cáncer cuando apenas contaba con 17 años. Éste es su testimonio como misionero.




Alfonso, ¿por qué has venido de misiones y no has salido en procesión con tu hermandad de Sevilla?
Mi planteamiento es que si Dios murió por nosotros, ¿qué sentido tiene no perderse una Semana Santa de Sevilla cuando has vivido montones? Además, con Juventud Misionera a lo que vas es a ayudar a otros a vivir su Semana Santa.

Éstas no son tus primeras misiones, ¿cuantos años has ido?
Fui en 2011. Al año siguiente ya me puse malo, y los médicos no me dejaron ir. Al igual que el año pasado, que tuve que quedarme en casa por el tratamiento. Pero este año sí me han dado permiso y por eso me he venido. Además de aquellas misiones, también estuve un verano como colaborador del ECyD en Estados Unidos. Ya que tenía la experiencia... ¿por qué no ir?

¿Cómo se ven las misiones después de pasar por una enfermedad como la tuya: las personas, ese tiempo que perdemos en cosas superfluas, tantas cosas...?
Desde la enfermedad, las cosas se ven distintas. Has tenido un encuentro con Cristo. Él ha muerto en la cruz, y a mí me ha dado una segunda oportunidad. Ves que tu experiencia ha servido de algo. Tienes la experiencia del sufrimiento, y más porque cuando vienes de una familia en la que todo te ha ido bien, no te das cuenta de cuanto sufrimiento hay ahí fuera. Sin embargo, cuando lo has experimentado, te das cuenta de que tu sufrimiento te acerca a las personas y mi sufrimiento les ayuda.

¿Cuál fue la reacción de los otros misioneros cuando conocieron tu historia?
Lo primero es que he visto que ha sido una experiencia que me ha servido y que ha servido a mi gente. Yo he tenido este encuentro, y quiero que la gente conozca de él. No es algo sólo para mí. Hay muchas personas a las que les ha ayudado. La gente sabe que existe el cáncer pero normalmente no se ha encontrado con alguien cercano y tan joven. Entonces la gente se da cuenta de que está contigo en las buenas y en las malas. La gente tiene una experiencia positiva, refuerza su fe.

Supongo que después de haber vivido la cruz en las propias carnes, ahora la cruz de Cristo se ve diferente, ¿cómo la percibes?
A mí me ha ayudado, porque podría ser un sevillanito más: cofrade, que va misa los domingos, que en Semana Santa sale a ver los pasos, rezar el Rosario… Y esto ya sería bastante, porque aquí para la mayoría de la gente la Semana Santa es únicamente salir a ver los pasos. Pero yo, después de mi experiencia, lo que quiero es vivir una semana más de entrega, acompañar más a Cristo en el camino… ¿Por qué no aportar yo para que la gente entienda ese amor de Cristo hacia nosotros?

Cuéntanos algo sobre cómo lo ve tu familia
El día que nos dijo el médico que tenía cáncer, lo primero que vi fue la cara de sufrimiento de mi madre. Bueno, para mí fue un encuentro con Cristo. Yo recibí una energía para poder soportarlo todo. Sobre todo para que mi madre no se pusiera peor. Mi padre aguantaba, pero la cara mi madre me partió el alma. Sin embargo, Dios me dio fuerza para que de alguna forma la gente no me viera mal, y yo me sintiera con fuerza. Encerrado en el sufrimiento no se es capaz de nada positivo. Sin embargo, yo recibí una gracia para ver todo lo positivo. Esta es la gran misión, no sólo para Semana Santa, sino para todos los días.

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