28 de noviembre de 2012
Venga tu Reino: qué significa, de la mano del Papa
En 2007, Joseph Ratzinger -ya Papa- publicaba la primera parte de lo que ahora se ha convertido en una trilogía: Jesús de Nazareth. En aquel primer volumen ahondó en la vida pública de Jesús, en sus parábolas, discursos, milagros y en el anuncio del Reino de Dios. Profundizando en el Padre Nuestro, oración que rezamos a diario, destaca una frase importante, que algunos, decimos o escribimos más de una vez al día: ¡Venga tu Reino! Las reflexiones de Ratzinger pueden ayudarnos en el actual contexto de reflexión sobre nuestra identidad a pocos días de celebrar la fiesta de Cristo Rey. (Continuar leyendo)
A continuación les dejamos algunos fragmentos extraídos de este libro. Pueden ayudarnos en nuestra vida cristiana, pero especialmente en un contexto de reflexión sobre nuestra propia identidad, y a unos días de haber celebrado nuestra fiesta, Cristo Rey.
"Venga tu Reino,"con esta petición reconocemos en primer lugar la primacía de Dios: donde El no está, nada puede ser bueno. Donde no se ve a Dios, el hombre decae y decae también el mundo. En este sentido, el Señor nos dice: «Buscad ante todo el Reino de Dios y su justicia; lo demás se os dará por añadidura» (Mt 6,33). Con estas palabras se establece un orden de prioridades para el obrar humano, para nuestra actitud en la vida diaria.
(...) Con la petición «venga tu reino» (¡no el nuestro!), el Señor nos quiere llevar precisamente a este modo de orar y de establecer las prioridades de nuestro obrar. Lo primero y esencial es un corazón dócil, para que sea Dios quien reine y no nosotros. El Reino de Dios llega a través del corazón que escucha. Ese es su camino. Y por eso nosotros hemos de rezar siempre.
A partir del encuentro con Cristo esta petición asume un valor aún más profundo, se hace aún más concreta. Hemos visto que Jesús es el Reino de Dios en persona; donde El está, está el «Reino de Dios». Así, la petición de un corazón dócil se ha convertido en petición de la comunión con Jesucristo, la petición de que cada vez seamos más «uno» con Él (cf. Ga 3, 28). Es la petición del seguimiento verdadero, que se convierte en comunión y nos hace un solo cuerpo con Él.
(...) Rezar por el Reino de Dios significa decir a Jesús: ¡Déjanos ser tuyos, Señor! Empápanos, vive en nosotros; reúne en tu cuerpo a la humanidad dispersa para que en ti todo quede sometido a Dios y Tú puedas entregar el universo al Padre, para que «Dios sea todo para todos» (2 Co 15, 28)".
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