26 de noviembre de 2015

Fiesta de Cristo Rey | P. Carlos Zancajo, L.C.: “Para encontrarnos con nuestro Rey, acudimos al Evangelio”

Ofrecemos íntegra la homilía que pronunció el P. Carlos Zancajo, L.C., director territorial del Regnum Christi en España. En sus palabras subrayó que “no deja de ser sorprendente que el único lugar del Evangelio donde Jesucristo es presentado claramente como Rey es su Pasión”: ante Pilato, ante los soldados, en la Cruz… Pero también explicó cuáles son las características de este Rey: humildad, alejamiento del poder… También subrayó la importancia de acudir al Evangelio como fuente para el conocimiento de “los rasgos auténticos de nuestro Rey”.

A continuación puedes leer completa la homilía que pronunció el P. Carlos en la Misa de Cristo el pasado domingo, 22 de noviembre.


Queridos hermanos, miembros Legionarios, consagrados y amigos del Regnum Christi:
De nuevo un año más nos hemos reunido para celebrar y estrecharnos en torno a quien nos da la razón de ser y nos constituye en familia espiritual: Jesucristo, Rey del Universo.

No deja de ser sorprendente que el único lugar del Evangelio donde Jesucristo es presentado claramente como Rey es su Pasión: en el tribunal romano de Pilatos y en el suplicio de la cruz. En el tribunal de Pilatos asistimos a una escena de esclarecimiento del significado de la realeza de Jesucristo. Pegunta Pilatos a Jesús: -¿Tú eres rey?. Él responde: –Yo para esto nací y para esto vine al mundo… Pero mi reino no es de aquí.


A continuación, esta pretendida realeza de Jesús queda borrada de manera cruel: “Los soldados le pusieron una corona de espinas y le daban bofetadas diciéndole con sarcasmo: “Salve, rey de los judíos”.

Pilato luego dijo a la multitud: “Aquí tenéis a vuestro rey”. –¡Fuera, fuera. Crucifícale!. –¿A vuestro rey voy a crucificar?. –Nosotros no tenemos más rey que al César”. Es como decir: Él no es rey. Por eso Jesús es un rey rechazado. Sin embargo, en la última escena de este breve drama vemos que sobre la cruz quedó escrito: “Jesús nazareno, rey de los judíos”. Y lo escrito, escrito está. Y con esta afirmación rotunda, zanjará toda duda el gobernador romano. Jesús es Rey, pero está crucificado, y la imagen de su realeza quedará, por los siglos de los siglos, en el cielo y en la tierra, como el Rey Crucificado. ¡Qué paradoja en estas dos palabras “rey” “crucificado”!.

Y cuánta admiración y amor despierta este Rey Crucificado en nuestros corazones. ¿Por qué?. Porque “Jesucristo es el príncipe de los reyes de la tierra –dice san Juan- aquel que nos ama, que nos ha librado de nuestros pecados por su sangre, nos ha convertido en un reino y nos ha hecho sacerdotes de Dios, su Padre” (Ap.1,5). Y también san Pedro nos dirá en su primera carta: “Por este motivo, rebosáis sin duda de alegría, pero es preciso que todavía por algún tiempo tengáis que soportar diversas pruebas... Amáis a Jesucristo, aun sin haberle visto; creéis en él, aunque de momento no le veáis. Y esto lo hacéis rebosantes de alegría indescriptible y gloriosa, alcanzando así la meta de vuestra fe, la salvación de las almas” (1 Petr.1, 8).

En la historia hay muchos reyes y en nuestra cultura la excelencia o preponderancia de alguien se indica diciendo que es “rey”: del deporte, de las finanzas, de la industria, del espectáculo… Jesús, nuestro rey, es “el rey de la humildad”. Casi diríamos que no le va bien el nombre de “rey”, ni la representación que suelen hacer pintores y escultores, con la mejor intención, sin duda: Coronas de oro, mantos preciosos, joyas, cetros, actitud imponente… No; nuestro rey no es así. El profeta Isaías nos lo ha descrito como es de verdad: “Muchos se asombraron ante él, pues tan desfigurado tenía el rostro que ni siquiera parecía hombre… los reyes cerrarán la boca delante de él… despreciado y desechado entre los hombres, varón de dolores…lo tuvimos por nada…porque él mismo tomó sobre sí nuestras enfermedades y sufrimientos… Fue oprimido y él se humilló y no abrió su boca ante quienes le herían… el Señor quiso triturarlo con el sufrimiento…”. (Is. 53)

Él mismo deslindó su persona de toda imagen de poder: “Los reyes de las naciones las dominan… pero entre vosotros, quien quiera ser el mayor, sea servidor de todos” (Mat. 20,25). “Aprended de Mí, que soy manso y humilde de corazón… “(Mat. 11,28). ¡El mundo, (el mundo mundial y nuestros pequeños mundos de la familia, de la comunidad, del apostolado, del colegio…) no se arreglan con la soberbia, sino con la humildad!
Jesús quiere reinar así en nuestros corazones. No le interesan las prerrogativas de una realeza mundana. Un día le preguntaron sus contemporáneos: “¿Cuándo y cómo vendrá el Reino de Dios?. Y Él dijo: No vendrá espectacularmente, ni será reconocido por señales impactantes, porque el Reino está dentro de vosotros (o en medio de vosotros)” (Lc. 17,20). Por eso también nos dice san Pablo: “Como escogidos de Dios, santos y amados, vestíos de entrañable misericordia, de benignidad, de humildad, de mansedumbre, de paciencia; soportándoos unos a otros, y perdonándoos unos a otros si alguno tuviere queja contra otro. Como Cristo os perdonó, así también hacedlo vosotros”. (Col. 3, 12-13).

Los verdaderos discípulos de Jesucristo se distinguen por estas disposiciones y maneras, que, llevadas a la vida cotidiana nos ayudan a construir el Reino de Cristo en medio de nosotros, que es nuestro primer y principal apostolado. El Papa Francisco nos ha dado una fórmula, sencilla y poderosa, aplicable a cualquier situación de nuestra vida. Nos dice que digamos siempre: “Por favor”, “Perdón”, “Muchas gracias”. Parecen palabras banales. Pero estas palabras, repetidas muchas veces, aclaran y purifican las aguas de nuestro corazón, cuando están agitadas y revueltas por la turbulencia de la soberbia.

Estos rasgos auténticos de nuestro Rey los encontramos en el Evangelio, cofre de nuestro tesoro espiritual. Por eso nos han entregado hoy un pequeño ejemplar de los 4 evangelios, para que lo tengamos siempre con nosotros, como también el Papa Francisco nos ha recomendado y ha sido costumbre en el Regnum Christi. Para encontrarnos con nuestro Rey, acudimos al Evangelio.

Termino recordando que estamos viviendo ya el año jubilar para celebrar 75 aniversario de nuestra fundación, como familia espiritual. Año de alegría y júbilo. ¿Por qué?. Por la misericordia que Dios ha tenido con nosotros. San Agustín decía en frase muy concentrada: “Domine, miseria mea, misericordia tua!”. Cuantos mayores han sido mis miserias, Señor, más grande ha sido tu misericordia. Esta frase puede resumir muy bien nuestra historia familiar y nuestra historia íntima. Que todos asumamos el compromiso de vivir más a fondo, si cabe aún, la misericordia y la humildad. Y que la Virgen María, Reina y Madre de misericordia y humilde esclava del Señor, nos guíe en este camino espiritual. Así sea.


2 comentarios:

  1. ¡VTR! Un homilía marcada muy dentro del espíritu que hemos de vivir cada uno de
    nosotros en nuestro entorno y dejando ver que quien verdaderamente reina en nosotros
    es Cristo Rey. Teniendo por delante ese pensamiento no cabe la menor duda que sabre-
    mos transmitir nuestro amor por Dios pero a su vez con lo que nos hemos comprometido
    vivir, el verdadero y profundo sentir de un miembro del Regnum Christi hasta sus máximas
    consecuencias.

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  2. Estoy totalmente de acuerdo con el Padre Carlos Zancajo L.C. (a quien admiro mucho) en hacernos ver que nuestro Rey Jesucristo es un rey lleno de humildad, y la verdad escasos pintores han transmitido esa humildad en sus hermosos cuadros, pero para mí, Cristo es mi Rey coronado de espinas, manso, sufriente, pero a la vez triunfante. Gracias por el hermoso artículo.

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