Todos los miembros del Regnum Christi —seglares, Legionarios de Cristo, consagradas, laicos consagrados, sacerdotes diocesanos— han sido invitados a celebrar esta conmemoración “con alegría sobria y humilde”, y como una oportunidad “para escuchar lo que el Espíritu dice a la Iglesia y a nosotros dentro de ella”, como “un tiempo de purificación de la memoria” para experimentar “que donde abundó el pecado sobreabundó la gracia”, y como una ocasión para a reconciliación: “que nadie se sienta excluido en nuestra familia espiritual”, exhorta el P. Eduardo en su misiva
El director general invita a vivir este período siguiendo las actividades propias y cotidianas con un espíritu nuevo, haciendo presente el Reino de Cristo en el mundo por la oración, la comunión y el servicio a los demás. No se prevén actividades conmemorativas multitudinarias. Más bien propone enardecer el espíritu misionero y evangelizador: “Busquen participar en misiones de evangelización, catequesis en parroquias o en colegios” donde “anunciar de manera explícita que el Reino de Cristo está ya presente en medio de nosotros y ayuden a otros a encontrarlo, especialmente por la caridad y el anuncio valiente de la Buena Nueva”, afirma.
Por otro lado, el año jubilar será también ocasión “para fomentar la publicación de escritos que ayuden a transmitir mejor nuestra espiritualidad, profundizar en nuestra historia, identidad y misión. Nuestras universidades pueden ofrecer una valiosa contribución en este campo”, sugiere. Otras iniciativas generales que se proponen son la organización de espacios para el reencuentro, momentos de oración para agradecer y pedir perdón, y ámbitos que favorezcan verdaderos encuentro con Cristo en los que se experimente “la alegría de vivir juntos el evangelio y de ser enviados a instaurar el Reino”.
El director general recuerda en su carta la historia reciente del Regnum Christi: “Hace años estábamos convencidos de que nuestro carisma era parte de la nueva primavera de la Iglesia”, afirma el P. Robles Gil. “Hoy seguimos teniendo esta misma certeza de que es el Señor quien ha suscitado nuestra familia espiritual, y al mismo tiempo reconocemos que en nuestro campo también crece la cizaña y hemos experimentado la fragilidad humana y el pecado. Y no obstante estas debilidades, sabemos que Cristo vive, que nos acompaña también hoy, y que podemos alegrarnos hoy porque su bondad no se apaga y su misericordia es eterna”, concluye.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Gracias por darnos tu opinión