30 de mayo de 2013

"Me dejé seducir", afirma Juan Mari Larrañaga, consagrado en el Regnum Christi

"Mi relación con el Señor, en cuanto a los sentimientos se refiere, era, y es, muy fría. No siento nada. Estoy en esa “noche oscura”...", nos cuenta Juan Mari Larrañaga, consagrado en el Regnum Christi. El domingo 26 de mayo, festividad de la Santísima Trinidad, renovó solemnemente sus promesas en la capilla de la Universidad Francisco de Vitoria. Todos los que conocen a Juan Mari saben que es un ejemplo de docilidad a  Dios, un testimonio de alegría en el dolor tras años de una parálisis cerebral que lo tiene en silla de ruedas. A pesar de su dificultad para moverse, administra la página de facebook de Vocacion.org a golpe de ratón despacito con la mano izquierda. Y le hemos entrevistado para conocerle más y, en él, al amor de Dios... (Continuar leyendo)
Entrevista de Priscila Jiménez Alcocer

¿Qué es para ti, Juan Mari, estar consagrado a Dios?
Siempre, cuando hablo del tema con personas poco versadas en esto de la Iglesia, les pongo el  ejemplo de un matrimonio. Para mí, estar consagrado a Dios es como estar casado con Cristo y, por extensión, con toda la Iglesia universal, poniéndome a su servicio.

¿Cómo es tu relación con Él? ¿Muy comunicativa, muchos silencios? Háblanos de vosotros dos ¿cómo os lleváis? ¿cómo describirías vuestro trato?
Fijáos: El otro día, hablando con mi director espiritual para preparar tanto la confesión como la ceremonia, le dije que mi relación con el Señor, en cuanto a los sentimientos se refiere, era, y es, muy fría. No siento nada. Estoy en esa “noche oscura” de la que tanto hablan los “grandes místicos”. Es una lucha en la cual parece como que, cuanto más sabes acerca de Dios, menos lo sientes y tiendes a pensar que estás perdiendo la fe. En esta situación se encontró la Beata Madre Teresa de Calcuta. Actualmente, ésta es mi situación.

Hace algunos años, estando en Lourdes delante de Jesús sacramentado, sentí en mi corazón una voz (no la oí físicamente) que me decía: “Vete con los tuyos. Ahí te quiero Yo”. Entonces, interpreté mal aquellas palabras y empecé una relación, un noviazgo, que duró cerca de tres años en los cuales la introduje otra vez en la Iglesia. Al tercer año, al término de unos ejercicios espirituales, empecé a ver que quizás no era aquella la voluntad de Dios. Cuatro meses después, rompimos de mutuo acuerdo. Ella es mi ahijada de Confirmación.

He querido contar esta historia porque Dios está presente y va escribiendo su propia historia de Amor con cada uno sobre renglones “retorcidos".

¿Cuál es la virtud que más te pides a Jesús?
La virtud que más pido es la humildad, junto a la paciencia y la mansedumbre, ya que las considero propias de Jesucristo en la Cruz.

¿Cómo conociste el Regnum Christi?
Lo fui conociendo por etapas. Primero conocí al padre Florencio en mi primera peregrinación a Lourdes, allá por el año 1988. Entonces, mi ignorancia era casi absoluta. Había oído hablar mucho del Opus Dei, pero, en realidad, no sabía nada, tanto de ellos como, en general, de todo lo tocante a la religión católica. Llegué, por ignorancia, al agnosticismo.

En Lourdes fui conociendo, en sucesivas peregrinaciones y gracias al padre Florencio, este gran Movimiento. El momento cumbre llegó cuando fui a unos ejercicios con un grupo mixto dirigidos por él en diciembre de 1993 como parte de un plan catequético con vistas a mi Confirmación. A partir de entonces, lo tuve claro: mi familia sería el RC. Me incorporé en el año 1996.

¿Cómo te diste cuenta que estabas hecho para ser consagrado?
En el año 2000 le conté al padre J. A. Méndez que en mi adolescencia había jugueteado con ciertos sacramentos como si yo fuese un sacerdote. (Parece contradictorio con lo que he contado anteriormente, pero, repito, era un ignorante). También le conté que, tras mi Confirmación, un amigo, que entonces era catequista y que me invitó a que diese mi primera catequesis a un grupo de confirmandos en su parroquia, me insinuó la posibilidad de la vocación sacerdotal, que sería el primer sacerdote con parálisis cerebral…

El padre, tras decirle lo que le respondí, me abrió una puerta. Me habló directamente de la vida consagrada en el Movimiento Regnum Christi. La verdad, me alegré, pero, a pesar de que inmediatamente me puse a escribir la carta de solicitud de ingreso en el Tercer grado con la ayuda de Johannes Habsburg, hoy un ex-consagrado que  trabaja en Los Ángeles llevando un programa en una radio católica, me entró pánico porque no estaba muy seguro y se paralizó el tema, aunque Dios, cuando llama, no cesa, a pesar de todo.

Y al final, tras seis años de tiras, novias y aflojas, tuve que decir como Jeremías: “Me sedujiste, Señor, y me dejé seducir”  (Jr 20, 7).
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Álbum de fotos de la renovación de promesas, pinchando en este enlace.


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