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28 de junio de 2018

P. Benjamín Clariond: "El cristianismo no teme las preguntas por inconvenientes que sean, y la Iglesia no puede tener un modelo distinto”


El P. Benjamín Clariond, LC, fue director de la Oficina de Comunicación Internacional del Regnum Christi -y de la Legión de Cristo- entre 2012 y 2017. Acaba de defender su tesis “Comunicar y participar: La comunicación institucional en la Iglesia y su relación con la tutela y promoción del bien común”, fruto en parte de su experiencia al frente de la Oficina. Calificación: Summa cum laude.

Hablamos con él de por qué una tesis en teología, sobre el valor práctico que su tesis puede aportar, sobre el dinamismo negativo del clericalismo o sobre cómo el Papa genera una cultura de comunicación en su lucha contra la cultura del abuso. También sobre el papel que tuvo el bien común en la gestión de la crisis del P. Maciel, sobre cómo ayuda a discernir quién tiene derecho a qué información, y sobre gobierno y responsabilidad de informar. Entre otras cosas. “El cristianismo no teme las preguntas por difíciles o inconvenientes que sean, y la Iglesia no puede tener un modelo distinto”, nos dice.


La tesis fue defendida en el Ateneo Pontificio Regina Apostolorum de Roma el pasado 11 de junio. El tribunal estaba formado por el P. John Bartunek, LC, director de la tesis, el P. Edward McNamara, LC, decano de la Facultad de Teología, y el P. George Woodall, profesor de Teología Moral y Bioética. Este último valoró especialmente el interés y actualidad del tema, que ha sido poco estudiado en la Teología Moral, y que ofrece una novedad a la disciplina al tender un puente desde la experiencia entre la Teología Moral y la Comunicación Institucional en la Iglesia.

¿Cómo surgió la hipótesis de la tesis? ¿Por qué poner en relación la comunicación institucional con el bien común y su tutela? ¿Y por qué ponerlo todo en relación con la participación?
Surge más por una experiencia que por una idea, porque al asumir la dirección internacional de la oficina de Comunicación del Regnum Christi, necesitaba unos marcos de referencia para actuar siempre en conformidad con el bien común. Leyendo los libros que había sobre el tema, llegué a la convicción de que la comunicación institucional no podía estar relacionada con aspectos técnicos sino que tenía que estar vinculada con el respeto a la verdad, a la justicia, a la caridad… y, por tanto, tiene necesariamente una dimensión moral. Por otra parte, estaba la constatación de que en algunos momentos la crisis institucional de la Legión, y la falta de información oficial institucional en algunos casos, generaba inquietud y desconcierto porque privaba a las personas de información útil para que pudiesen afrontar el problema y tomar decisiones personales responsables. La información era fundamental para participar en la edificación del bien común y también en la formación de la opinión pública, que son dos aspectos en los que todos tenemos la obligación de participar desde nuestro lugar.

La información, por tanto, es uno de los elementos que capacita para participar. De hecho, en el Magisterio pontificio, la carta Aetatis Novae, y algunos mensajes de los papas se habla de países pobres y ricos en información, y los pobres tienen menos posibilidad de participar en la comunidad internacional. Ser rico o pobre en información tiene una repercusión en nuestra capacidad de contribuir al bien común.

¿Trasciende esta tesis a las propias instituciones eclesiales? ¿Hay algo que pueda resultar del interés del mundo de la comunicación institucional en general?
Creo que sí. La doctrina social de la Iglesia da principios para la reflexión, criterios para juzgar y orientaciones para actuar. Y esos pueden aplicarse a cualquier realidad social. Toda empresa, todo grupo geopolítico, toda organización, toda institución tiene un papel que jugar en la construcción del bien común. Por tanto, darse a conocer con palabras y acciones como un actor confiable para participar en la vida social es algo positivo y hasta necesario.

La tesis se centra en la Iglesia, que tiene exigencias particulares. La clave es que una institución pueda presentar en todo momento su identidad de manera coherente: que el modo de comunicar refleje quién es ella, para que gane en consistencia y confiabilidad para poder participar en la vida social.

¿Cuáles serían esas exigencias especiales para la institución eclesial?
La comunicación tiene que reflejar la identidad institucional. Por tanto, si la Iglesia defiende la centralidad de la persona no puede sacrificarla en aras de una técnica comunicativa. Si la Iglesia busca iluminar con su Magisterio la verdad, la moralidad de las cosas... la comunicación no puede hacerse con mentiras. Puede cometer errores y dar en ocasiones información inexacta por no tener conocimientos precisos, pero no puede tener una voluntad de engañar. Por tanto, si la Iglesia pretende ser continuidad de Cristo, presente en la Historia, tiene que vivir esa exigencia. Creo que hemos aprendido mucho, pero todavía hay un largo camino de mejora por delante.


¿Por qué es esta una tesis en teología?
La tesis es de doctrina social de la Iglesia, y busca tender el puente entre la teología y los criterios del Evangelio con una actividad humana que cada vez toma mayor importancia en la vida social y que tiene un impacto no indiferente en la búsqueda y promoción del bien común. San Juan Pablo II afirma en Sollicitudo Rei Socialis, y posteriormente en Centesimus Annus, que la doctrina social pertenece a la teología moral. Es por eso que la tesis se encuadra dentro de la teología. Busca contribuir, aunque sea de manera incipiente, a la invitación que hacía Benedicto XVI de que, así como había una bioética, tendría que desarrollarse una infoética.

Un trabajo como este es fruto de la experiencia, pero también hay un aprendizaje que se hace durante el estudio. ¿Cuál es el más relevante que ha hecho durante la investigación?
Han sido muchas cosas, pero destacaría tres: que no hay un bien particular que sea tal si no está relacionado y puesto en el horizonte del bien común. Por ejemplo, tutelar la buena fama de una persona -que es algo bueno en sí mismo-, en realidad no es un acto bueno si no está en armonía con el bien común.

La crisis de los abusos sexuales de menores por parte de sacerdotes es un caso tristemente emblemático de esta situación. En ocasiones, por salvaguardar el buen nombre de un sacerdote, o del sacerdocio en general, se callaron hechos delictivos, o se trasladó a un sacerdote que había cometido crímenes de esta naturaleza a otra parroquia, quizás con el aval de algún especialista, pero sin avisar de estos hechos a la comunidad que lo recibía, para que pudieran tomar las debidas precauciones. Eso es una profunda injusticia, pues para salvaguardar el buen nombre de esta persona que cometió un delito, se sacrifica el derecho que otras personas tienen -quizás no todas, pero sí alguna- de conocer esta información. Ademásde que deberían haberlo denunciado a las autoridades. Y las consecuencias para la credibilidad y reputación de la Iglesia han sido trágicas por no actuar correctamente.

La segunda gran lección es la importancia de aprender a comunicar según el paradigma digital en el que nos movemos, donde lo importante no es tanto la difusión de información sino la participación y el compartir, que es la dinámica que se observa en las redes sociales. Y la importancia de aprender el idioma de este paradigma digital, en el que no hay un único discurso sino una conversación múltiple, no es un auditorio sino una plaza de mercado en la que todo el mundo puede tener una opinión y hay que tenerla en cuenta.

Y en tercer lugar, que comunicar bien o no impacta en el bien común de la institución, el bien de las personas, de la sociedad más amplia. Un problema mal llevado puede dañar la credibilidad de la Iglesia en todo el mundo. Y una acción positiva puede contribuir favorablemente a la percepción que se tiene de la Iglesia en todo el mundo. Aquí también hay que decir que la imagen siempre va precedida de los hechos: no se puede vender humo, tienes que partir siempre de la realidad de las cosas.

Ha habido un recorrido en la consideración que la Iglesia ha hecho de los medios de comunicación, del valor de los medios de comunicación, que discurre desde la aceptación como un mal necesario, pasando por su consideración como medio para lograr unos fines. ¿En qué punto está ahora el magisterio al respecto?
El magisterio se encuentra en una postura en la que los medios de comunicación ya no son simples instrumentos para la difusión del mensaje cristiano, sino que son un lugar de encuentro, una plataforma donde se va forjando la cultura y la relación con otras personas, donde se encuentran preguntas y respuestas… Es como un continente digital que también hay que evangelizar con presencia y participación activa. Los ve con una mirada sustancialmente positiva, pero también sabe que pueden ser utilizados mal, por lo que se requiere una educación en el uso correcto, en la ciudadanía digital.

¿De qué hablamos cuando decimos “cultura de comunicación”?
La comunicación es algo propio del cristianismo. Es como se fue anunciando el evangelio desde el inicio, cuando una persona le transmitía el evangelio a la otra. Es un intercambio en el que la persona no solo transmite unas ideas sino que también se entrega a sí misma. La institucional es la comunicación organizada por la institución con la intención de establecer relaciones con sus diferentes públicos, para lograr una reputación favorable, que responda a la verdad obviamente, y que le permita cumplir con su propia misión en la sociedad.

Crear una cultura de la comunicación es un deseo de compartir, de comunicar. Una cultura en la que el secreto es la excepción y no la norma, y donde todas las personas tienen acceso a la información que les corresponde. Eso no quiere decir que no haya secretos, pues un secreto puede ser muy necesario en una negociación, por ejemplo, o en actividades como el Cónclave. Pero por secreto nunca se puede entender algo que se quiere ocultar para permitir que se siga haciendo el mal: eso no es un secreto, eso es una aberración del concepto de secreto. Secreto es la confidencialidad necesaria para poder desarrollar conversaciones en un ambiente protegido, por ejemplo, pero nunca una excusa para solapar el mal.

¿Qué cree que está aportando el Papa Francisco a esta cultura de la comunicación en el actual contexto en el que está desafiando y está haciendo frente a la cultura de abuso en la Iglesia?
Creo que el Papa Francisco ha contribuido mucho principalmente con su ejemplo. Ya el Papa Benedicto XVI había tenido grandes contribuciones e intervenciones porque la acción es la primera comunicación: hay que actuar correctamente y luego, si es necesario, se difunde a ciertos auditorios, se comparte esa información. No se trata solo de dar a a conocer: se trata de actuar correctamente siempre. Yo creo que el papa Francisco nos da un ejemplo de salir al encuentro de las personas afectadas, de mostrar compasión. Y de no permitirnos solapar estructuras de poder que pudieran comprometer la verdad, a las que las personas tienen acceso, o estructuras que pueden convertirse en una especie de omertá, como ocurre con el clericalismo.

El clericalismo, por ejemplo, no es un fenómeno solamente de los clérigos: se da también mucho entre los seglares que consideran que el sacerdote, por el simple hecho de ser sacerdote, o es impecable, o juega en una liga superior, o siempre tiene la razón y no se le puede cuestionar. Eso no es la iglesia como la ve el Vaticano II, y eso ha hecho mucho daño porque se genera una especie de omertá, y consecuencias como que un clérigo no denunciaría a otro clérigo por su mal comportamiento. O un laico, pues tampoco denunciaría a un clérigo por su mal comportamiento solo porque es un sacerdote. El clericalismo favorece que no participen los seglares en la vida de la Iglesia, especialmente en las decisiones que les atañen.

Esas manifestaciones del clericalismo, contra las que el Papa Francisco arremete constantemente, dañan mucho la comunicación porque, en el fondo, fomentan la cultura del secreto y de la complicidad para ocultar cosas que no deben quedar ocultas. Esto, sin embargo, no quiere decir que la difamación sea algo aceptable. Nunca se puede revelar algo negativo de una persona, incluso cuando sea verdadero, con el afán de dañar su reputación. Sí se puede, en cambio, dar a conocer a quienes necesitan esta información, como, por ejemplo, pide el Código de Derecho Canónico cuando se conocen impedimentos para la recepción de las órdenes sagradas o el matrimonio.

Yo creo que el camino de salida al clericalismo es valorar profundamente la dignidad y la riqueza de la común vocación a la santidad que brota del bautismo. El segundo paso sería valorar los caminos específicos, las vocaciones específicas, que son caminos extraordinarios: el seglar, el matrimonial, el soltero, la vida consagrada, la vida sacerdotal… pues todos son caminos igualmente válidos para responder a la llamada a la santidad. Y finalmente, la valoración de la propia vocación personal, para vivirla con dignidad.

Ciertamente, su tesis contiene un excursus sobre el influjo negativo del clericalismo en la comunicación institucional de la Iglesia. ¿Qué puede aprender el Regnum Christi de esta reflexión, a la luz de su propia historia y de su futuro?
Muchas veces está más en los laicos que en los clérigos el respeto excesivo que lleva a no cuestionar al clérigo. Yo creo que es muy importante lo que se está haciendo, el poder exponer los propios puntos de vista, dialogar, sentirse responsables, participar, respetar y tomar las decisiones según las atribuciones de las funciones que cada uno tiene.

Es importante saber decir la verdad con mucha caridad, y aceptar que no siempre uno tiene la razón por el hecho de ser consagrado o consagrada, o sacerdote, o legionario o seglar. No siempre tiene uno la razón, y siempre nos enriquece conocer otros puntos de vista para buscar juntos la verdad.

En la gestión de la comunicación de la crisis sobre el caso Maciel, ¿qué papel jugó la consideración del bien común a la hora de tomar decisiones? ¿Qué papel puede tener esta tesis en un análisis global y total sobre la gestión de la comunicación de aquella crisis? ¿Ha percibido avances en la Comunicación institucional del Regnum Christi?
Creo que la decisión de ir comunicando con transparencia y dando información oficial eliminó mucha tensión y mucha desconfianza hacia la autoridad, porque cuando la autoridad no da información oportuna relevante, suficiente y verdadera, obviamente se genera desconfianza sobre su capacidad de guiar a las personas y a una comunidad hacia el bien común, que es su responsabilidad primaria. El hecho de empezar a dar y tratar como adultos a los miembros del Regnum Christi, a la opinión pública y a los medios de comunicación y darles información a la que tenían derecho, ha ayudado a recuperar la credibilidad de la institución; todavía hay un largo camino por recorrer, pero creo que se han dado pasos importantes en ese sentido.

Al mismo tiempo, es necesario ofrecer información. Por ejemplo: en la Legión antes te enterabas de que alguien salía de la Congregación por ‘radiopasillo’, y hoy te enteras porque hay un boletín oficial que te lo dice. Así como celebramos su profesión, nos duele y respetamos profundamente la decisión que le lleva a salir, pero es un hecho público que tenemos derecho a conocer. El hecho de que se transmitan ese tipo de informaciones te da confianza. Da confianza que se compartan las resoluciones de ciertas reuniones y se nos de la información para sentirnos parte viva y activa de la familia, ser tratados como adultos, capaces de discernir, de conocer la verdad y de tomar decisiones maduras, de poder opinar y poder tener un flujo de información multidireccional y desde diferentes experiencias, y siempre es un enriquecimiento que ayuda a la comunión. Da confianza que no haya temas tabú.

También se ha vivido en el Regnum Christi, y en la gestión de aquella crisis, una relación desordenada entre verdad y caridad. Ladaria hablaba estos días que no son realidades contrapuestas, sino necesarias entre sí.

En algunas ocasiones se ha gestionado mal la relación entre la verdad y la caridad, y no se ha dado la información de manera oportuna por un concepto de caridad que lleva negar defectos reales. No se trata de anunciarlos a los cuatro vientos, eso no es necesario y puede ser un pecado de difamación, especialmente si se difunde indiscriminadamente en redes sociales, pero sí hay que decírselo a quien tiene derecho a conocerlo, especialmente si tiene que actuar al respecto.

¿Y cuál es el criterio para saber quién tiene derecho a qué información?
Ahí entran dos criterios: la prudencia, que regula el ejercicio de todas las virtudes; y el binomio de la caridad en la verdad y la verdad en la caridad. La caridad nos lleva a administrar la verdad correctamente, por usar una expresión genial de Von Balthasar. Eso no quiere decir manipularla, sino saber discernir desde la caridad cuándo conviene hablar y cuándo conviene callar, teniendo en cuenta el contexto, a quién se habla, la realidad de los hechos, etc. Quizás la promoción y tutela del bien común es lo que más nos ayuda a saber lo que corresponde comunicar. Permíteme un ejemplo. Si en una familia hay un problema económico serio y tiene hijos adultos y jóvenes, es muy conveniente no caer en la trampa de no decir nada para que los hijos no se preocupen. Es mejor decirlo, y se les da la oportunidad de corresponsabilizarse y arrimar el hombro para resolver el problema. Si los padres callan y la situación se agrava, cuando llega la bancarrota los hijos pueden haber perdido la confianza en los padres que no les dieron una información relevante oportunamente, sobre todo porque los afectaba a ellos. Se da a quien tiene derecho a acceder a ella y en función de esto se eligen los canales para su difusión. Generalmente, cuando se actúa correctamente, no se tiene que dar información más allá de las personas que realmente tienen algo que ver con los hechos. La información es lo que permite participar: si yo soy un joven universitario y mi padre me dice que le está yendo mal en el negocio familiar, yo modifico mi modo de gastar para colaborar en el bien común. Si no tengo idea, no puedo participar.

Respecto de la relación con la prensa, usted afirma que una comunicación institucional conforme a la verdad, la responsabilidad y sensibilidad que se le presupone a la Iglesia “exige un especial compromiso de quien representa a la Iglesia o a una de sus instituciones con la honradez e integridad en las relaciones con los periodistas, y una voluntad de ofrecer respuestas creíbles y verdaderas incluso a preguntas que puedan ser incómodas o desconcertantes”. ¿Por qué responder a esas preguntas?
Tengo que responder a esas preguntas porque el cristianismo no tiene miedo a las preguntas. En el cristianismo existen la fe y la razón que van juntas.

Y porque dar información profunda y relevante que manifiesta la propia identidad es ya una contribución al bien común, y, como decía, el cristianismo no teme las preguntas. Los grandes protagonistas de la Historia de la Salvación responden con preguntas, y el Señor responde siempre. Y la Iglesia no puede tener un modelo distinto. Es mejor dar la propia visión de los hechos aunque luego se pueda completar con otras visiones paralelas y antagónicas, y que no sean otras personas las que den su versión de la historia, y tener que ir luego detrás de las imprecisiones para tratar de corregir una información equivocada.

Ser transparente es también poder decir la razón por la cual no puede darse una información en ese momento. Cuando uno no puede dar una información, debe decir con sencillez: “en este momento es reservada, no la puedo dar por estos motivos, -porque estamos en un proceso judicial, o porque todavía no se ha llegado a una conclusión… lo que corresponda-. Ser transparente también es decirles a las personas que cierta información no se puede dar en ese momento y comprometerse a darles información actualizada cuando sea el caso. Pero hay que explicitar las razones por las que no se puede dar.

¿Y qué hay detrás del hecho de que personas muy formadas en el mundo de la Iglesia consideran que la relación con los medios es un “mal necesario”?
Algunas personas de la Iglesia bien formadas consideran que la comunicación es un mal necesario en parte por experiencias negativas que han tenido de críticas y comentarios negativos que han aparecido en los medios de comunicación, y que pueden no ser exactos. También a veces porque les hacen rendir cuentas, ciertamente.

Se puede ver como un mal necesario porque no hay más remedio. Pero Pio XII dice que es deber de todos participar en la opinión pública, incluso en la Iglesia. No es un mal necesario sino una oportunidad para contribuir al bien común.

Ahora bien, hay quienes viven en un paradigma, que ya ha dejado de existir, donde hay un solo portavoz, una sola discusión, un mensaje controlado y unos tiempos para poder hacer las cosas. Y no han comprendido o experimentado un modelo en el todos participan, donde todo el mundo opina, donde no hay un ciclo informativo sino un flujo constante de información. Es normal que ciertas personas que no han comprendido o no han experimentado de primera mano ese cambio que se ha operado gracias al desarrollo de las redes sociales vean el entorno mediático como una cosa molesta. Desearían que todo lo que se dice en los medios sobre la Iglesia sea positivo, pero eso no solo no es posible, sino que incluso sería preocupante una Iglesia que buscara el aplauso y la aceptación del mundo a toda costa.

Es importante dar espacio a las opiniones, al diálogo… No siempre serán los medios y las redes sociales el mejor lugar para hacerlo, pero a toda costa hay que dar espacio para la comunicación franca en todas las direcciones. James Grunig y Timothy Hunt hablan de un modelo simétrico bidireccional de comunicación, en el que los diferentes actores, desde su identidad, pueden influir en la postura de los otros. Creo que es un modelo interesante que refleja las exigencias de la eclesiología de comunión.

Hay que darse el tiempo para dialogar con nuestros auditorios internos y externos, ocupan mucho tiempo, y no siempre se tiene los resultados que se desean. Hay que profundizar con las personas, hay que exponer la realidad, hay que aceptar a veces preguntas complicadas, hablar con personas que no han entendido absolutamente nada de lo que estás diciendo y quizás más bien todo lo contrario…. Es cierto que la gente no entiende en ocasiones porque a veces usamos en la Iglesia términos demasiado técnicos, una especie de lenguaje secreto. El no especialista no los entiende, y se va hacia lo que entiende. Es lo que pasó con el Papa Benedicto cuando fue a África: surgió la pregunta obligada sobre los preservativos, y se convirtió en el tema del viaje según los medios. Sin embargo, para el Papa Benedicto el tema del viaje era otro....

Por otro lado, es necesario formarse para poder participar en la conversación que se tiene en las redes sociales como una oportunidad para la evangelización de la cultura.



¿Qué entendería usted por “éxito” en un proceso comunicativo?
Es la comunión y el progreso. Para que los grupos humanos puedan avanzar juntos hacia ideales comunes es necesaria la verdad. Y si no nos decimos la verdad es imposible que haya confianza para poder alcanzar metas juntos.

Insiste en que la buena gestión de la comunicación en tiempos de crisis se forja en los tiempos de no crisis. Durante la defensa de tesis, le preguntó su director sobre el peligro de que esto pueda entenderse como una instrumentalización de la comunicación institucional, que trabaja en tiempos de paz para salvar las apariencias en tiempos de dificultad. ¿Es así? ¿Cuál es el enfoque correcto de esta afirmación?
Todos estamos obligados a contribuir al bien común, y el bien común son las condiciones para que todas las personas y un grupo puedan alcanzar de la manera más expedita posible la propia perfección y cumplir su misión. La función del periodista es comunicar la verdad de los hechos, y contribuir a la opinión pública.

No se trata de manipular, sino de colaborar con los medios de comunicación para que ellos puedan cumplir con su misión. El comunicador institucional les ayuda, provee de información oportuna, relevante, está disponible, clarifica conceptos para que ellos puedan cumplir con su deber de informar en cualquier momento, ya sea en tiempos de paz o en tiempos de crisis. Lo difícil es empezar a establecer relaciones profesionales de confianza en tiempos de crisis. Eso ha de ocurrir antes. En los tiempos de paz te juegas la credibilidad, y se forjan relaciones para que los periodistas sepan que pueden hablar contigo para pedir clarificación, información, interpretaciones, información adicional. Esta colaboración y estas relaciones profesionales de confianza se dan con intercambio franco, y se viven en la verdad. No se trata de hacerles regalos para ganar su favor: es proveerles de manera profesional los insumos que ellos necesitan para su trabajo, que es información.

¿Cuál puede ser la aportación práctica de esta tesis para el trabajo y misión habitual de una oficina de comunicación de una realidad de la Iglesia?
La tesis está articulada en principios de reflexión, criterios para juzgar y orientaciones para actuar. Hace una propuesta de las funciones que a mi juicio no pueden faltar en una oficina de comunicación. También da pistas para cómo enfrentar una crisis institucional del tamaño que sea desde el punto de vista de la gestión y de la comunicación de la misma. Creo que son realidades que toda oficina tiene que enfrentar, sobre todo una oficina de comunicación institucional que creo que debe entenderse a sí misma también como guardián de la identidad de la institución, para ayudar y asegurar que se cuide la identidad, se haga florecer, se promueva.

La tesis se va a publicar en el ateneo Regina Apostolorum en la colección de tesis de teología y después, si Dios me da vida y tiempo, habrá una adecuación posterior sin tanto aparato crítico para una lectura más fácil.

Recalca en su tesis en que la comunicación institucional ayuda al Gobierno a pensar la comunicación para lograr que toda la vida de la institución -también las decisiones- expresen un modo de hacer que sea identitario y creíble. ¿Qué le diría al director de un proyecto o de una institución que dice que no necesita la comunicación ni un equipo de comunicación?
Creo que la experiencia de la vida le enseñará que sí la necesitan. Le diría que es una oportunidad para contribuir al bien común, porque la comunicación institucional no es solamente hacia la opinión pública externa. Es también cómo comunico mis proyectos, mis planes con los colaboradores dentro de la institución, y cómo hago que sumen esfuerzos. Si la función de la autoridad es dirigir hacia el bien común, sin la comunicación para participar a los miembros y auditorios internos y externos hacia dónde nos dirigimos para contribuir al bien, ¿común se puede ejercer el servicio de la autoridad? No necesariamente tiene que contar con un departamento especializado cuando es una organización pequeña… pero que se necesita la comunicación institucional es claro, más aún en el contexto en el que nos encontramos hoy, que es una sociedad de la información. En cuanto crece en complejidad la organización, se va haciendo cada vez más necesario y evidente que se necesita o requiere un departamento que apoye a la dirección en esta misión, en esta función que es cada vez más relevante.
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Semblanza del P. Benjamín Clariond Domene, L.C.
Actualizado al junio de 2018

El P. Benjamín Clariond es sacerdote legionario de Cristo. Nació en Monterrey en 1973. Ingresó a la congregación en 1991 y recibió la ordenación sacerdotal en 2004.

Es exalumno del Instituto Irlandés de Monterrey. Obtuvo la licencia en filosofía por el Ateneo Pontificio Regina Apostolorum en 1998 y la licencia en teología dogmática por el mismo ateneo en 2006. 

Ha ocupado diversas responsabilidades en la Legión y el Regnum Christi. De 1995 a 1998 colaboró en la administración general de la Legión de Cristo en Roma. Durante el curso escolar 1998-1999 fue prefecto de disciplina del bachillerato del Instituto Irlandés de México. De 1999 a 2003 fue director de la sección de jóvenes del Regnum Christi en Guadalajara. Durante ese período también fue profesor de formación católica en el bachillerato del Instituto Cumbres San Javier y el Instituto Cumbres Alpes Guadalajara.

En 2003 empezó a colaborar en la Secretaría General del Regnum Christi en el área del Regnum Christi y ECYD y, en 2004, asumió la dirección de esa área que mantuvo hasta 2008, atendiendo especialmente a los territorios del continente europeo.

De 2008 a 2012 ocupó los cargos de asistente para el apostolado del director territorial de Monterrey y coordinador local de apostolado de Jalisco. Durante ese período fue también asistente eclesiástico de ANSPAC, miembro de la Comisión de Organismos Laicales Eclesiales de la Arquidiócesis de Guadalajara y representante del Movimiento Regnum Christi ante la Dimensión de Laicos de la Conferencia del Episcopado Mexicano. En 2012 colaboró en la atención a medios de comunicación durante la visita del Papa Benedicto a México.

En mayo de 2012 fue nombrado director de la oficina de comunicación institucional de la Legión de Cristo y del Regnum Christi y portavoz de la Dirección general y se trasladó a Roma. En septiembre de 2012 el Card. Velasio De Paolis lo nombró secretario de la Comisión Central para la revisión de las Constituciones de la Legión de Cristo. En noviembre de ese mismo año recibió el encargo de coordinar el esfuerzo internacional de la Legión y el Regnum Christi para la creación de ambientes seguros y la protección de niños y jóvenes, tarea que concluyó el 1 de enero de 2017. Desde 2012 ha sido también director espiritual de las comunidades de teología del Centro de Estudios Superiores y de la Dirección General de los Legionarios de Cristo en Roma.

En 2013 fue nombrado profesor asistente de la facultad de teología del Ateneo Pontificio Regina Apostolorum.

En 2013 colaboró con varios medios de comunicación internacionales durante la cobertura que se dio a la renuncia de Benedicto XVI y el cónclave que eligió al Papa Francisco. Colabora habitualmente con varios medios de comunicación de México, Estados Unidos e Italia. En 2016 formó parte del equipo de estrategia digital de la visita del Papa Francisco a México. Ese mismo año participó en el 10º congreso para directivos de oficinas de comunicación organizado por la Pontificia Universidad de la Santa Cruz con una ponencia sobre la estrategia digital durante el viaje del Papa. Ha dado cursos de capacitación sobre medios de comunicación, uso de redes sociales y gestión de crisis en Italia, España y México.

Es miembro del equipo que inició el Centro Reparare, de la facultad de Psicología de la Universidad Anáhuac de México, destinado al estudio y la prevención del abuso sexual de menores. Ha dado conferencias y talleres sobre la prevención del abuso en Italia, España y México. Uno de ellos a los directores de la Red de Colegios Semper Altius en 2017.

Fue invitado a formar parte del consejo editorial de la agencia de noticias Zenit, del que es miembro desde 2016.

En 2016 publicó el libro Dejarse encontrar por Cristo: ejercicios espirituales. Ha publicado además varios artículos sobre vida religiosa, comunicación institucional y ambientes seguros. Inició la publicación del Boletín semestral de la Congregación de los Legionarios de Cristo y del Boletín informativo del Comité Directivo General del Regnum Christi del cual ha sido editor hasta junio de este año. Ha editado también las colecciones Cartas del Director General del Regnum Christi (2016), Cartas del Director General a los Legionarios de Cristo (2017) y Cartas del Director General a los Miembros del Regnum Christi (2017).

El 1 de junio de 2017 concluyó su servicio como director de la oficina de comunicación del Regnum Christi para asumir la dirección del Instituto Cumbres Alpes de Querétaro.

En abril de 2018 obtuvo la certificación “Apple Teacher”

Es doctor en Teología Moral por el Ateneo Pontificio Regina Apostolorum con la calificación de Summa Cum Laude con la tesis “Comunicar y participar: La comunicación institucional en la Iglesia y su relación con la tutela y promoción del bien común”.

El P. Benjamín habla español, inglés, italiano, francés y alemán.


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