¿Qué piensas que aportan los laicos consagrados de tu territorio al Regnum Christi?
Se trata de un territorio muy diversificado. Pero, en todo caso, creo que los
laicos consagrados aportamos primero nuestra oración diaria y escondida, en
sinfonía con la de los demás miembros del Movimiento. Somos una familia
espiritual unidos ante todo por la oración. Además, aportamos nuestra mejor
intención, nuestra fe en el Regnum Christi como don de Dios y nuestro amor
incondicional a este movimiento eclesial, manifestándolo hoy en una clara y
comprometida opción por la comunión y la renovación. En él, el Señor nos ha
llamado a consagrarle nuestras vidas y no podemos separar nuestra entrega a
Cristo de nuestra donación a la familia y misión del Regnum Christi. Aportamos,
finalmente, nuestras capacidades personales y profesionales para servir en
obediencia consagrada a la misión evangelizadora del Movimiento.
Así, los de
Roma, se dedican con entusiasmo a la edificación del Reino desde áreas
apostólicas y administrativas de la dirección general del Regnum Christi y
desde varios apostolados internacionales, nacidos sobre todo en el ámbito
universitario, para la evangelización de la cultura y formación especializada
de agentes evangelizadores; asimismo, colaboran establemente con otras
realidades eclesiales; además, algunos estudian ciencias religiosas y civiles
para capacitarse mejor como consagrados y como apóstoles laicos, participando
también en la sección juvenil del Movimiento. Los de Santiago de Chile se
dedican en cuerpo y alma a la construcción del Reino tanto desde las secciones
del Ecyd y del Regnum Christi como desde nuestras obras de apostolado
educativas, aportando especialmente en la marcha y dirección de la Universidad
Finis Terrae y de los colegios, junto con los miembros de las demás ramas del
Movimiento, plenamente insertados en la vida de la localidad. Los de Madrid y
Dublín, siendo muy pocos, son miembros de amplia experiencia y se esfuerzan por
poner todas sus energías, no sin sacrificio, al servicio del Evangelio desde
servicios humildes al Regnum Christi, llevados adelante con celo, sentido
sobrenatural y profesionalidad, y desde iniciativas apostólicas personales y
comunitarias que testimonian la presencia del Reino de Dios entre jóvenes,
enfermos y familias.
Los laicos consagrados aspiramos a ser fermento en la masa
del Movimiento, la Iglesia y el mundo, con un profetismo consagrado amigable y
fraterno, a través de la entrega cotidiana de nuestras vidas.
Todavía es pronto para responder. Conozco de cerca la situación de los de Roma;
pero poco la de los que están en Santiago, Madrid y Dublín. Tengo que
escucharlos a todos para discernir juntos lo que Dios quiere de nosotros. El
punto de partida es que nuestros retos son los retos del Regnum Christi y de la
Iglesia. Los retos para la Iglesia de nuestro tiempo están indicados por el
Papa Francisco en Evangelii gaudium. Y los afrontaremos junto con los miembros
laicos del Movimiento, con las consagradas y con los legionarios; así como
también junto con nuestros demás hermanos en las Iglesias locales. El gran reto
es la evangelización y, en particular, ayudar a redescubrir la dimensión
apostólica de la vocación cristiana, la belleza y alegría de ser llamados
apóstoles por el Señor. El mundo necesita a Cristo.
Los grandes retos son la conversión personal e institucional y la inculturación del Evangelio en unas sociedades plurales y multirreligiosas, para ser capaces de presentar a Cristo a quienes conviven con nosotros sin conocerlo, para construir con ellos, de estas sociedades, familias de hijos de Dios que le den gloria. Inculturar el Evangelio hoy es testimoniar su valencia inclusiva, de comunión, frente a este mundo de exclusiones y competencias. Inculturar el Evangelio es aprender a ser discípulo de un Cristo abierto y donado a los hombres, buen samaritano, pan para los demás; es abrirse a acoger al diverso y compartir con todos la misericordia divina que hemos recibido. Inculturar el Evangelio es discernir lo bueno y lo malo en un mundo donde el trigo y la cizaña crecen juntos, para, por una parte, enriquecer, purificar y potenciar todo el bien que el Espíritu Santo está haciendo crecer y, por otra, expiar el mal sufriéndolo con solicitud fraterna.
En este servicio, los laicos consagrados debemos ser fieles a nuestra vocación
específica. Seguir creciendo en el descubrimiento y vivencia de esta vocación
tan hermosa. Tenemos el reto de darla a conocer para que también los demás
miembros del Movimiento la aprecien y la comuniquen, conscientes de que en el
jardín de la Iglesia todas las vocaciones crecen juntas.
La verdad es que no lo pienso mucho. Agradezco a mis hermanos la confianza que
me manifiestan y espero con la gracia de Dios estar a su altura. Sigo
maravillándome de lo que el Señor, que me conoce en toda la verdad de mi
pobreza, permite que los demás hagan conmigo. Antes de aceptar, peregriné a Santa
María la Mayor para que sea Ella quien nos cuide.
Nuestro estatuto y nuestro reglamento señalan con claridad las funciones de este cargo. No tiene el compromiso de quien está acompañando a los miembros en el día a día, que es el responsable de comunidad, ni la responsabilidad de quien tiene que tomar las últimas decisiones, que es el responsable general. Se trata de una instancia intermedia que sirve para que los miembros, de acuerdo con la tradición de la vida consagrada, cuenten con tres niveles para poder apelar en caso de que lo necesiten. La tarea que me requerirá una atención más cercana será la de acompañar a los responsables de comunidad tanto en su vida como, de un modo subsidiario, en su responsabilidad. Junto a esto, obviamente, estaré a disposición de todos los laicos consagrados para servirles preocupándome de su formación en los modos que establece nuestro derecho propio y escuchándolos y ayudándolos en todo lo posible.
Además, este cargo debe estar al servicio de la comunión de todo el Regnum Christi e implica también la participación en el comité territorial, lo cual, si bien en varios países habré de delegarlo en miembros allí presentes, me compromete a promover el bien común del movimiento con todas mis fuerzas, mediante mi oración, análisis, consejo y solicitud.
Nuestro estatuto y nuestro reglamento señalan con claridad las funciones de este cargo. No tiene el compromiso de quien está acompañando a los miembros en el día a día, que es el responsable de comunidad, ni la responsabilidad de quien tiene que tomar las últimas decisiones, que es el responsable general. Se trata de una instancia intermedia que sirve para que los miembros, de acuerdo con la tradición de la vida consagrada, cuenten con tres niveles para poder apelar en caso de que lo necesiten. La tarea que me requerirá una atención más cercana será la de acompañar a los responsables de comunidad tanto en su vida como, de un modo subsidiario, en su responsabilidad. Junto a esto, obviamente, estaré a disposición de todos los laicos consagrados para servirles preocupándome de su formación en los modos que establece nuestro derecho propio y escuchándolos y ayudándolos en todo lo posible.
Además, este cargo debe estar al servicio de la comunión de todo el Regnum Christi e implica también la participación en el comité territorial, lo cual, si bien en varios países habré de delegarlo en miembros allí presentes, me compromete a promover el bien común del movimiento con todas mis fuerzas, mediante mi oración, análisis, consejo y solicitud.
- Lee aquí la noticia sobre su nombramiento
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