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8 de octubre de 2015

Laura Jiménez Fernández: "En estos días en Etiopía, Dios me ha dado la oportunidad de saborear pequeños cachitos de cielo"

La sociedad de alumnos VAS, de la Universidad Francisco de Vitoria, (Voluntariado de Acción Social), organizó como cada verano unas misiones que, este año, volvieron a ser en Etiopía. Las experiencias son muchas y muy diversas porque fueron unos 30 alumnos los tuvieron la oportunidad de palpar la realidad del país y de ayudar a los más necesitados. Y cada experiencia es un universo.

Fueron acompañados por el P. Justo Gónmez, LC, y Daniel de la Rosa, coordinador del VAS. Los voluntarios estaban distribuidos en tres proyectos diferentes: Brothers -un centro de personas con discapacidad, y las Misioneras de la Caridad-, una casa para indigentes dolientes y moribundos, y una casa para huérfanos con VIH y personas con discapacidad. 

Laura Jiménez Fernández, una de las voluntarias  ha compartido algunas experiencias de este verano en un testimonio. Está recién licenciada en Excellence por la UFV: "Estos días, Dios me ha dado la oportunidad de saborear pequeños cachitos de cielo, me ha permitido recordar que todo es mucho más sencillo de lo que pretendemos diseñar y programar en nuestras cabezas, que hay que confiar. En estos días Dios me ha permitido olvidarme de mis insignificantes problemas, alejarme de mi pequeña burbuja, para entregarme a estos niños que tanto lo necesitan y que tanto me han aportado; así como volver a valorar lo que tengo y agradecer inmensamente las oportunidades que se me ofrecen cada segundo". 

(Leer el testimonio completo)


Testimonio de Laura Jiménez Fernández

"Una etapa finaliza, cinco años culminan, puedo decir, de la forma más intensa e impresionante que uno pudiera esperar, pues, Etiopía es diferente, Etiopía enamora, Etiopía atrapa, Etiopía TE CAMBIA.

Quizás fue el empeño o el recuerdo, quizás fueron las dudas sin resolver o la oportunidad que Dios me ofreció, lo que me hizo volver al lugar donde hace dos años viví una de las experiencias más impactantes de mi vida. Dos años después, por fin, volvía a poner pies sobre tierras etíopes. Sin poder creerme que había conseguido volver, Etiopía me volvía a sorprender: sus calles, su gente, sus edificios, su ajetreo.



Ante el asombro de estar de nuevo en el continente africano, la noche previa a ir a Asko, estaba tan nerviosa que no pude dormir. Iba a volver a ver a los niños etíopes que me descubrieron, la posibilidad de ser feliz sin nada material, de amar hasta el fin sin haber sido querido, de sonreír a pesar de las dificultades, de compartir sin exigir nada a cambio.

Y el día llegó. La puerta del centro de Asko de las Misioneras de la Caridad se volvía a abrir ante mi mirada impaciente. Todo seguía tal y como lo había recordado. De repente, empezaron a aparecer caras familiares y la sonrisa de oreja a oreja no podía borrase de mi cara. Los reencuentros y los abrazos profundos fueron muy pero que muy especiales.

Durante mi estancia en Addis he comprendido que no debemos olvidar ser niños. Un niño no entiende de superficialidades, intereses o ataduras, sabe ser sencillo, ensuciarse, despeinarse, jugar, besar, abrazar, lanzarse, confiar, soñar, abrirse, ser feliz simplemente amando. Cuánto debemos aprender de ellos. También he aprendido a entender a través de una mirada…miradas profundas…la importancia de sonreír, escuchar, acompañar en el sufrimiento y que todos somos iguales, iguales de verdad.

Estos días, Dios me ha dado la oportunidad de saborear pequeños cachitos de cielo, me ha permitido recordar que todo es mucho más sencillo de lo que pretendemos diseñar y programar en nuestras cabezas, que hay que confiar. En estos días Dios me ha permitido olvidarme de mis insignificantes problemas, alejarme de mi pequeña burbuja, para entregarme a estos niños que tanto lo necesitan y que tanto me han aportado; así como volver a valorar lo que tengo y agradecer inmensamente las oportunidades que se me ofrecen cada segundo, desde tener cama donde dormir, comida para comer, familia con la que compartir, educación con la que aprender y amigos con los que disfrutar y llorar.

Cuando me quise dar cuenta, los días ya habían transcurrido, y había conocido a personas sorprendentes, auténticos héroes en un mundo de villanos. Otra vez volvía a estar en Madrid. La vuelta se hace extraña pero con el propósito de cada día aportar un pequeño granito de arena a las situaciones cotidianas y no olvidarme de lo que realmente importa.

Y qué decir del pedazo grupo con el que he compartido estos veinte días. Sólo os puedo decir: ¡¡MUCHÍSIMAS GRACIAS!!

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