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26 de marzo de 2015

Entrevista | Ana Romero, consagrada: “Siento compasión por todas esas ovejas a las que no puede llegar su Pastor. Por eso son tan importantes las misiones durante la Semana Santa”

Ana Romero es una madrileña que lleva 32 años consagrada. Ha estado en Roma, Chile, México y ahora, desde hace tres años y medio, en Madrid. Ana nos explica que éstas serán sus cuartas misiones: irá con la unidad del Highlands School Encinar a Riópar, cerca de Albacete, cuyo párroco atiende 6 pueblos. Pero sus palabras tienen un valor añadido, Ana está en tratamiento con quimioterapia: “Ahora recibo el tratamiento un día a la semana, durante tres semanas seguidas, y a la cuarta descanso. Y justo, esta Semana Santa es mi semana de descanso. ¿Coincidencia?... yo lo suelo llamar “diosidencia”. Estoy muy ilusionada”.



Ana, hemos entrevistado a familias, jóvenes y sacerdotes diocesanos para que nos explicasen su experiencia de misiones, pero no habíamos entrevistado a una consagrada que además de hacer misiones como otro miembro del grupo, además apoya y anima al mismo grupo de familias misioneras. ¿Es una doble misión la tuya?

Pues sinceramente no la considero como una doble misión… sino como algo propio de mi vocación de consagrada que es, como para todo miembro del Regnum Christi, extender el Reino de Cristo, favorecer que muchos otros hagan la experiencia de su amor como la hemos hecho nosotros y que se conviertan en apóstoles suyos. Así que, más que otra misión es más bien otra forma de realizarla.

¿Qué puedes aportar de específico como consagrada que una familia misionera no puede o no llegue de igual manera?
La verdad es que mi experiencia de acompañar a Familia Misionera es muy pequeña, 2 veces en Monterrey y el año pasado en Magán, un pueblo de Toledo. Quizá esta pregunta podría responderla mejor otras muchas hermanas mías que llevan años haciéndolo. Pero, por lo que yo he podido comprender, mi misión como consagrada es ponerme como una más al servicio de lo que nos solicite el párroco, y además, ponerme al servicio de lo que puedan necesitar las mismas familias que participen en la misión.

Normalmente ayudamos dirigiendo la oración de la mañana, cosa que incluso puede hacer
muy bien un seglar. Pero quizá surja la necesidad de alguna persona, tanto de las familias misioneras o de los misionados, de pedir algún consejo espiritual para su vida (no me atrevo a llamarlo dirección espiritual pues se trataría de algo muy puntual, no periódico), y esto sí lo podríamos hacer. Para mis hermanas que acompañan a Color Misionero o a Juventud Misionera, esa es su principal labor.

¿Qué se siente cuando vas de misiones y ves todas esas personas a las que no llega el sacerdote diocesano? ¿No te entran las ganas de quedarte ahí a echar una mano?
Por supuesto… yo siento una especie de compasión por todas esas ovejas a las que no puede llegar su Pastor… Yo misma lo he experimentado en carne propia, cuando he visitado a uno de mis hermanos que vive en Cantabria, por el Valle del Pas, y me he quedado sin misa varios días, además de tener que viajar a otro pueblo para la misa dominical. Por eso es tan importante la ayuda podamos prestarles durante la Semana Santa.

¿Cuál fue tu experiencia del año pasado?

Para mí fue una enorme gracia de Dios, un regalo que me concedió… Aunque mi asistencia estaba confirmadísima, la realidad es que dos días antes no sabía si se iba a poder hacer realidad, por problemas de salud. Hace tres años que estoy recibiendo tratamiento para el cáncer. La Semana Santa pasada coincidió en medio de mi segundo tratamiento, y no sabía si el miércoles santo iba a poder realmente subirme al coche. Confié en Dios que fue quien me puso el deseo en el corazón, un deseo muy fuerte, desde que comencé a leer la Evangelii Gaudium del Papa Francisco.

El simple pensamiento de ir a misiones en esas condiciones, no era ni “lógico” ni prudente, pero si Él lo quería de verdad, se encargaría de solucionarlo. Y así fue, y, aunque sabía que iba a poder “hacer muy poco”… también sabía que el fruto de la misión no dependería tanto de lo que hiciera sino de lo que acompañara a los demás con mi oración y ofrecimiento. Incluso, me concedió darme cuenta de que tenía una misión especial para mí… cuando el párroco, Don Juan Francisco Pacheco, me pidió que diera mi testimonio a la parroquia al finalizar la misa del Domingo de resurrección. Les hablé de todo lo que había ido aprendiendo gracias a la enfermedad y el sufrimiento, y al parecer, sí les ayudó… Quién lo iba a pensar, lo que me parecía un obstáculo para mí, Dios lo transformó en una gracia para muchas personas. Regresé con el corazón inflamado y muy agradecida con Dios. El testimonio que recibí de cada familia que participó fue para mí maravilloso, muy edificante.

¿Y este año, las circunstancias de tu salud parece que te permiten volver a ir?
Así es. Coincide que también estoy recibiendo quimioterapia, mi tercer tratamiento, pero el mismo Dios se encargó de preparar el calendario. Ahora recibo el tratamiento un día a la semana, durante tres semanas seguidas, y a la cuarta descanso. Y justo, esta Semana Santa es mi semana de descanso. ¿Coincidencia?... yo lo suelo llamar “diosidencia”. Estoy muy ilusionada, y como el año pasado, sé que haré lo que mi cuerpo me permita, pero no será un condicionamiento para aportar toda mi alma y corazón a la misión.

¿Qué le dirías a una familia o a un joven que no tiene muy claro si ir o no de misiones esta Semana Santa?
Le diría que, si Dios ha sembrado en su corazón la inquietud, el deseo… no lo deje escapar. Como muchas veces hemos comentado, uno piensa que va a ayudar y regresa también ayudado, misionado. Puede haber muchos motivos que se nos presenten como obstáculo (como en mi caso la enfermedad), pero yo les invitaría a dejarse en manos de Dios y a lanzarse a esta experiencia de la que saldrán más fortalecidos en su fe y llenos de amor.

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