Es la primera vez que Familia Misionera va a Magán, ¿qué había oído sobre este apostolado del Regnum Christi?
Desde que comencé mis estudios de Periodismo en la Universidad Francisco de Vitoria empecé a contactar con personas del Movimiento Regnum Christi. Y cada vez que conocía con más profundidad este carisma, me sentía más atraído por su apostolado y por su forma de trabajar.
A raíz de la asistencia a la beatificación de Juan Pablo II con Juventud Misionera, conocí a Jorge Barco y desde entonces sentí la necesidad de pedir colaboración a Familia Misionera para misionar en mi parroquia durante una Semana Santa.
Este deseo se ha hecho realidad, gracias a Dios, durante este mes de abril de 2014. Creo que el apostolado que desarrolla Juventud y Familia Misionera es un auténtico revulsivo para la acción misionera y pastoral de muchos sacerdotes que ejercemos como párrocos.
¿Cómo recibió la gente de Magán a los misioneros?
La acogida, en términos generales, ha sido bastante positiva y generosa. Algunas familias, de hecho, han cedido sus casas para que algunas familias se pudieran establecer y pernoctar.
Ya desde finales de marzo, fui avisando en las Misas del fin de semana que en Semana Santa nos acompañarían una serie de familias que venían a misionar. Pedía a la feligresía que, por favor, acogieran con el mayor respeto y atención a estas familias. Y así fue: la mayoría de la población ha sido generosa y en todo momento los vecinos han sido unos perfectos y exquisitos anfitriones.
¿Qué les ha pedido a las familias misioneras?
Ya desde finales de marzo, fui avisando en las Misas del fin de semana que en Semana Santa nos acompañarían una serie de familias que venían a misionar. Pedía a la feligresía que, por favor, acogieran con el mayor respeto y atención a estas familias. Y así fue: la mayoría de la población ha sido generosa y en todo momento los vecinos han sido unos perfectos y exquisitos anfitriones.
¿Qué les ha pedido a las familias misioneras?
Lo primero y principal que les solicité fue que trabajaran el testimonio; es decir, no les pedía que prepararan celebraciones ni nada parecido, sino que fueran por las casas anunciando las celebraciones litúrgicas y que invitaran a las familias a asistir a las mismas.
Les pedí que, sobre todo, testimoniaran la fe en público; que su ejemplo pudiera interpelar a otras familias a una entrega más generosa. Y puedo decir que todas las familias misioneras han sido muy serviciales a la parroquia; en todo momento han estado al quite de lo pudiéramos necesitar y con una sonrisa agradecida a todas horas.
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Estos botones de muestra sólo me llevan a una conclusión muy certera: este apostolado es una obra de Dios al servicio de la nueva evangelización que tanto nos insistía San Juan Pablo II.
Quizá es pronto para hacer balance, pero ¿siente que algo ha cambiado esta Semana Santa respecto a otros años en Magán?
Sobre todo he percibido más entrega generosa en los fieles; he notado que el testimonio misionero no ha pasado desapercibido. La labor de todas las familias misioneras, incluyendo la de los niños y niñas, ha provocado más entrega, más alegría y más servicio en muchas personas.
Agradezco sobremanera la ayuda sacerdotal del P. Mario López, L.C. -director del colegio Cumbres School de Valencia- en las celebraciones y sobre todo en la ayuda que ha prestado impartiendo el sacramento del perdón. Y no puedo obviar la labor apostólica de las consagradas que nos han acompañado; sobre todo quisiera agradecer públicamente el hermoso testimonio que Ana Romero nos dio al finalizar la solemne Misa de Pascua de Resurrección. Esas palabras han hecho mucha mella en bastantes almas para mayor gloria de Dios.
Pero lo más llamativo fue que todos creíamos que, una vez que llegara al banco donde se encontraba su madre, empezaría a llorar y no sería capaz de seguir la celebración. Sin embargo, ocurrió todo lo contrario. Su mamá le estuvo mirando y a los cinco minutos Amaia estaba de nuevo alegre y dispuesta a seguir ayudando.
Todas las personas se quedaron admiradas porque no pasaron diez minutos cuando, de nuevo, estaba la niña en el presbiterio leyendo una de las peticiones del libro de preces. Un ejemplo de entrega generosa y alegre.
Otra de las anécdotas más curiosas fue que el domingo de Pascua subí con todos los niños misioneros al campanario de la parroquia; allí suele haber concurrencia de palomas y nidos con huevos de las mismas.
Me pidieron huevos de palomas para llevarlos a casa y poder incubarlos. Como les prometí que se los facilitaría, tuvimos que hacer malabarismos para alcanzar los nidos y poder atrapar algunos huevos. Creo que aún están esperando a que salgan los polluelos…
Agradezco sobremanera la ayuda sacerdotal del P. Mario López, L.C. -director del colegio Cumbres School de Valencia- en las celebraciones y sobre todo en la ayuda que ha prestado impartiendo el sacramento del perdón. Y no puedo obviar la labor apostólica de las consagradas que nos han acompañado; sobre todo quisiera agradecer públicamente el hermoso testimonio que Ana Romero nos dio al finalizar la solemne Misa de Pascua de Resurrección. Esas palabras han hecho mucha mella en bastantes almas para mayor gloria de Dios.
¿Nos puede contar alguna anécdota?
Os puedo contar bastantes, pero me centraré en alguna más especial: concretamente en la que ocurrió durante la Vigilia Pascual, cuando un grupo de niñas misioneras subió al presbiterio para ayudar a colocar el cirio pascual en su lugar de preferencia. El cirio pascual llevaba ardiendo desde el comienzo de la ceremonia nocturna y ellas ayudaron al sacerdote a introducirlo en la pila bautismal. Cuando volvieron a colocarlo en el pie preparado para el mismo, el cirio volcó un poco y derramó cera que cayó en la cara de una de las niñas misioneras. Todas las personas que asistían a la Vigilia Pascual contemplaron la escena y se asustaron sobremanera. La niña se llama Amaia y en ningún momento sollozó ni se quejó. Me llamó la atención su capacidad de soportar el dolor mientras estaba en el altar mayor. |
Todas las personas se quedaron admiradas porque no pasaron diez minutos cuando, de nuevo, estaba la niña en el presbiterio leyendo una de las peticiones del libro de preces. Un ejemplo de entrega generosa y alegre.
Otra de las anécdotas más curiosas fue que el domingo de Pascua subí con todos los niños misioneros al campanario de la parroquia; allí suele haber concurrencia de palomas y nidos con huevos de las mismas.
Me pidieron huevos de palomas para llevarlos a casa y poder incubarlos. Como les prometí que se los facilitaría, tuvimos que hacer malabarismos para alcanzar los nidos y poder atrapar algunos huevos. Creo que aún están esperando a que salgan los polluelos…
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