En una
entrevista para el Corriere della Sera y el diario argentino La Nación, el Papa Francisco habla de su primer año al frente de la Iglesia.
Con su estilo directo y sorprendente, afirma que "El Papa emérito no es una estatua de museo" y que "su sabiduría es un don de Dios", y que "Pintar al Papa como si fuese una especie de Superman, una especie de estrella, me resulta ofensivo".
A continuación ofrecemos la entrevista completa.
Con su estilo directo y sorprendente, afirma que "El Papa emérito no es una estatua de museo" y que "su sabiduría es un don de Dios", y que "Pintar al Papa como si fuese una especie de Superman, una especie de estrella, me resulta ofensivo".
A continuación ofrecemos la entrevista completa.
La
entrevista ha sido por Ferruccio de Bortoli. Un año ha
transcurrido desde aquel simple buona sera que conmovió al
mundo. El lapso de doce meses tan intensos no alcanza para contener la gran
masa de novedades y signos profundos de la innovación pastoral de Francisco.
Nos encontramos en un pequeño salón en Santa Marta. La única ventana da a un
patio que abre un minúsculo ángulo de cielo azul. El Papa aparece de improviso
por una puerta, con la cara distendida y sonriente. Se divierte con los varios
grabadores que la ansiedad senil del periodista colocó sobre la mesa.
"¿Funcionan todos? ¿Sí? Menos mal." ¿El balance de este año? No, los
balances no le gustan. "Yo sólo hago balance cada 15 días, con mi
confesor."
Santo Padre, usted cada tanto llama por teléfono a los que le piden
ayuda. ¿Y algunas veces no le creen que sea usted?
Sí, ya me ha
pasado. Cuando uno llama es porque tiene ganas de hablar, una pregunta que
hacer, un consejo que pedir. Cuando era cura en Buenos Aires, era más fácil. Y
a mí me quedó esa costumbre. Es un servicio. Me sale así. Pero es cierto que
ahora no es tan fácil hacerlo, dada la cantidad de gente que me escribe.
¿Hay alguno de esos contactos que recuerde con particular afecto?
Una señora
viuda de 80 años que había perdido a su hijo. Me escribió. Y ahora le pego una
llamadita una vez por mes. Ella está feliz, y yo hago de cura. Me gusta.
Respecto de su relación con su predecesor, Benedicto, ¿alguna vez le pidió
un consejo?
Sí, el Papa
emérito no es una estatua de museo. Es una institución, a la que no estábamos
acostumbrados. Sesenta o setenta años atrás, la figura del obispo emérito no
existía. Eso vino después del Concilio Vaticano II, y actualmente es una
institución. Lo mismo tiene que pasar con el Papa emérito. Benedicto es el
primero y tal vez haya otros. No lo sabemos. Él es discreto, humilde, no quiere
molestar. Lo hablamos y juntos llegamos a la conclusión de que era mejor que
viera gente, que saliera y participara de la vida de la Iglesia. Una vez vino
hasta acá en ocasión de la bendición de la estatua de San Miguel Arcángel,
después a un almuerzo en Santa Marta, y después de Navidad le devolví la
invitación a participar del consistorio, y él aceptó. Su sabiduría es un don de
Dios. Algunos hubiesen querido que se retirara a una abadía benedictina muy
lejos del Vaticano. Y yo pensé en los abuelos, que con su sabiduría y sus
consejos le dan fuerza a la familia y no merecen terminar en una casa de
retiro.
A nosotros nos parece que su modo de gobernar la Iglesia es así: usted
escucha a todos y después decide solo. Un poco como el padre general de los
jesuitas. ¿El Papa es un hombre solo?
Sí y no,
pero entiendo lo que me quiere decir. El Papa no está solo en su trabajo porque
es acompañado por el consejo de muchos. Y sería un hombre solo si decidiese sin
escuchar a nadie o fingiendo que escucha. Pero hay un momento, cuando se trata
de decidir, de poner la firma, en el cual queda solo con su sentido de la
responsabilidad.
Usted ha innovado, ha criticado algunas actitudes del clero, ha
revolucionado la curia. Con algunas resistencias y algunas oposiciones. ¿La
Iglesia ya cambió como usted quería hace un año?
Yo en marzo
pasado no tenía ningún proyecto para cambiar la Iglesia. No me esperaba, por
decirlo de alguna manera, esta transferencia de diócesis. Empecé a gobernar
buscando poner en práctica todo lo que había surgido en el debate entre los
cardenales de las diversas congregaciones. Y en mis acciones espero contar con
la inspiración del Señor. Le doy un ejemplo. Se había hablado de la situación
espiritual de las personas que trabajan en la curia, y entonces empezaron a
hacer retiros espirituales. Había que darles más importancia a los ejercicios
espirituales anuales: todos tienen derecho a pasar cinco días de silencio y
meditación, mientras que antes en la curia se escuchaban tres rezos al día y
después algunos seguían trabajando.
¿La ternura y la misericordia son la esencia de su mensaje pastoral?
Y del
Evangelio. Son el corazón del Evangelio. De lo contrario, no se entiende a
Jesucristo, ni la ternura del Padre, que lo envía a escucharnos, a curarnos, a
salvarnos.
¿Pero ese mensaje fue comprendido? Usted dijo que la
"franciscomanía" no duraría mucho. ¿Hay algo de su imagen pública que
no le guste?
Me gusta
estar entre la gente, junto a los que sufren, y andar por las parroquias. No me
gustan las interpretaciones ideológicas, una cierta mitología del papa
Francisco. Cuando se dice, por ejemplo, que salgo de noche del Vaticano para ir
a darles de comer a los mendigos de Via Ottaviano... Jamás se me ocurriría.
Sigmund Freud decía, si no me equivoco, que en toda idealización hay una
agresión. Pintar al Papa como si fuese una especie de Superman, una especie de
estrella, me resulta ofensivo. El Papa es un hombre que ríe, llora, duerme
tranquilo y tiene amigos como todos. Es una persona normal.
¿Le molestó que lo acusaran de marxista , sobre todo en Estados
Unidos, tras la publicación de "Evangelii Gaudium"?
Para nada.
Nunca compartí la ideología marxista, porque es falsa, pero conocí a muchas
personas buenas que profesaban el marxismo.
Los escándalos que perturbaron la vida de la Iglesia ya quedaron
afortunadamente atrás. Sobre el delicado tema del abuso de menores, los
filósofos Besancon y Scruton, entre otros, le pidieron que alce su voz contra
el fanatismo y la mala fe del mundo secularizado que respeta poco a la
infancia.
Quiero decir
dos cosas. Los casos de abusos son tremendos porque dejan heridas
profundísimas. Benedicto XVI fue muy valiente y abrió el camino. Y siguiendo
ese camino la Iglesia avanzó mucho. Tal vez más que nadie. Las estadísticas
sobre el fenómeno de la violencia contra los chicos son impresionantes, pero
muestran también con claridad que la gran mayoría de los abusos provienen del
entorno familiar y de la gente cercana. La Iglesia Católica es tal vez la única
institución pública que se movió con transparencia y responsabilidad. Ningún
otro hizo tanto. Y, sin embargo, la Iglesia es la única en ser atacada.
Usted dice que "los pobres nos evangelizan". La atención puesta
en la pobreza, la más fuerte impronta de su mensaje, es tomada por algunos
observadores como una profesión del pauperismo. El Evangelio no condena la
riqueza. Y Zaqueo era rico y caritativo.
El Evangelio
condena el culto a la riqueza. El pauperismo es una de las interpretaciones
críticas. En el Medioevo, había muchas corrientes pauperistas. San Francisco
tuvo la genialidad de colocar el tema de la pobreza en el camino evangélico.
Jesús dice que no se puede servir a dos amos, Dios y el dinero. Y cuando seamos
juzgados al final de los tiempos (Mateo, 25), nos preguntarán por nuestra
cercanía con la pobreza. La pobreza nos aleja de la idolatría y abre las
puertas a la Providencia. Zaqueo entrega la mitad de sus riquezas a los pobres.
Y a quienes tienen sus graneros llenos de su propio egoísmo el Señor, al final,
les pedirá cuentas. Creo haber expresado bien mi pensamiento sobre la pobreza
en "Evangelii Gaudium".
Usted identifica en la globalización, sobre todo financiera, algunos de los
males que sufre la humanidad. Pero la globalización sacó de la indigencia a
millones de personas. Trajo esperanza, un sentimiento que no debe confundirse
con el optimismo.
Es cierto,
la globalización salvó de la miseria a muchas personas, pero condenó a muchas
otras a morir de hambre, porque con este sistema económico se vuelve selectiva.
La globalización en la que piensa la Iglesia no se parece a una esfera en la
que cada punto es equidistante del centro y en la cual, por lo tanto, se pierde
la particularidad de los pueblos, sino que es un poliedro, con sus diversas
facetas, en el que cada pueblo conserva su propia cultura, lengua, religión,
identidad. La actual globalización "esférica" económica, y sobre todo
financiera, produce un pensamiento único, un pensamiento débil. Y en su centro
ya no está la persona humana, sólo el dinero.
El tema de la familia es central para la actividad del consejo de los ocho
cardenales. Desde la exhortación "Familiaris Consortio", de Juan
Pablo II, muchas cosas cambiaron. Se esperan grandes novedades. Y usted dijo
que a los divorciados no hay que condenarlos, hay que ayudarlos.
Es un largo
camino que la Iglesia debe completar. Un proceso que quiere el Señor. Tres
meses después de mi elección, me fueron sometidos los temas para el sínodo, y
nos propusimos discutir sobre cuál es el aporte de Jesús al hombre
contemporáneo. Pero al final, gradualmente -que para mí es un signo de la
voluntad de Dios-, se decidió discutir sobre la familia, que atraviesa una
crisis muy seria. Es difícil formar una familia. Los jóvenes ya no se casan.
Hay muchas familias separadas, cuyo proyecto de vida común fracasó. Los hijos
sufren mucho. Y nosotros tenemos que dar una respuesta. Pero para eso hay que
reflexionar mucho y en profundidad. Es eso lo que están haciendo el consistorio
y el sínodo. Hay que evitar quedarse en la superficie del tema. La tentación de
resolver los problemas desde la casuística es un error, una simplificación de
cosas profundas. Es lo que hacían los fariseos: una teología muy superficial. Y
es a la luz de esa reflexión profunda que podrán afrontarse seriamente las
situaciones particulares, también la de los divorciados.
¿Por qué el informe del cardenal Walter Kasper en el último consistorio (un
abismo entre la doctrina sobre matrimonio y familia y la vida real de muchos
cristianos) generó tanta división entre los purpurados? ¿Cree que la Iglesia
podrá recorrer esos dos años de fatigoso camino para llegar a un consenso
amplio y sereno?
El cardenal
Kasper hizo una hermosa y profunda presentación, que muy pronto será publicada
en alemán, en la que aborda cinco puntos, el quinto de los cuales es el de las
segundas nupcias. Más me hubiese preocupado que en el consistorio no se
desatara una discusión intensa, porque no habría servido de nada. Los
cardenales sabían que podían decir lo que quisieran, y presentaron puntos de
vista diferentes, que siempre son enriquecedores. El debate abierto y fraterno
hace crecer el pensamiento teológico y pastoral. Eso no me atemoriza. Es más:
lo busco.
En un pasado reciente, era habitual referirse a "valores no
negociables", sobre todo en cuestiones de bioética y de moral sexual. Usted
no ha usado esa fórmula. ¿Esa elección es señal de un estilo menos preceptivo y
más respetuoso de la conciencia individual?
Nunca
entendí la expresión "valores no negociables". Los valores son
valores y basta. No puedo decir cuál de los dedos de la mano es más útil que el
resto, así que no entiendo en qué sentido podría haber valores negociables. Lo
que tenía para decir sobre el tema de la vida lo he dejado por escrito en
"Evangelii Gaudium".
Muchos países regularon la unión civil. Es un camino que la Iglesia puede
comprender, pero ¿hasta qué punto?
El
matrimonio es entre un hombre y una mujer. Los Estados laicos quieren
justificar la unión civil para regular diversas situaciones de convivencia,
impulsados por la necesidad de regular aspectos económicos entre las personas,
como, por ejemplo, la obra social. Hay que ver cada caso y evaluarlos en su
diversidad.
¿Cómo será promovido el rol de la mujer dentro de la Iglesia?
Tampoco en
esto ayuda la casuística. Es verdad que la mujer puede y debe estar más presente
en los puestos de decisión de la Iglesia. Pero a esto yo lo llamaría una
promoción de tipo funcional. Y sólo con eso no se avanza demasiado. Más bien
hay que pensar que la Iglesia lleva el artículo femenino, "la": es
femenina desde su origen. El teólogo Urs von Balthasar trabajó mucho sobre este
tema: el principio mariano guía a la Iglesia de la mano del principio petrino.
La Virgen es más importante que cualquier obispo y que cualquiera de los
apóstoles. La profundización teologal ya está en marcha. El cardenal Rylko,
junto al Consejo de los Laicos, está trabajando en esta dirección con muchas
mujeres expertas.
Medio siglo después de la encíclica "Humanae Vitae", de Pablo VI,
¿puede la Iglesia retomar el tema del control de la natalidad?
Todo depende
de cómo sea interpretado el texto de "Humanae Vitae". El propio Pablo
VI, hacia el final, recomendaba a los confesores mucha misericordia y atención
a las situaciones concretas. Pero su genialidad fue profética, pues tuvo el
coraje de ir contra la mayoría, de defender la disciplina moral, de aplicar un
freno cultural, de oponerse al neomalthusianismo presente y futuro. El tema no
es cambiar la doctrina, sino ir a fondo y asegurarse de que la pastoral tenga
en cuenta las situaciones de cada persona y lo que esa persona puede hacer.
También de eso se discutirá en los preliminares del sínodo.
La ciencia evoluciona y redibuja los confines de la vida. ¿Tiene sentido
prolongar la vida en estado vegetativo? ¿El testamento biológico podría ser una
solución?
No soy un
especialista en argumentos bioéticos, y temo equivocarme en mis palabras. La
doctrina tradicional de la Iglesia dice que nadie está obligado a usar métodos
extraordinarios cuando alguien está en su fase terminal. Pastoralmente, en
estos casos, yo siempre he aconsejado los cuidados paliativos. En casos más
específicos, de ser necesario, conviene recurrir al consejo de los
especialistas.
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