El jueves 30 de enero, los padres asistentes al Capítulo General Extraordinario vivieron la jornada con un especial sentido penitencial y de reparación por los propios pecados y por los pecados de los miembros de la congregación. La Misa tuvo como intención pedir por la remisión de los pecados. Individualmente los padres también hicieron otros actos personales de penitencia. En continuidad con lo establecido en el decreto del 6 de diciembre de 2010, el 30 de enero es para los legionarios un día dedicado especialmente a la oración.
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Durante la misa, en el acto penitencial se utilizaron algunos textos del Cardenal Ratzinger y del Cardenal Jorge Mario Bergoglio como moniciones para ayudar a profundizar en el sentido a la celebración. En las oraciones de los fieles pidió por todos los legionarios difuntos y especialmente por el P. Maciel, en el aniversario de su muerte, para que, purificados de sus pecados, puedan ver a Dios cara a cara. También se ha pedido a Dios por quienes han sufrido a causa de las faltas de miembros de nuestra congregación.
A continuación se ofrecen algunos de los textos leídos:
Para el Via Crucis del año 2005, un momento de profunda conmoción por diversos escándalos en la Iglesia, el entonces Cardenal Ratzinger escribió la siguiente meditación para la novena estación:
“¿Qué puede decirnos la tercera caída de Jesús bajo el peso de la cruz? [...] ¿No deberíamos pensar también en lo que debe sufrir Cristo en su propia Iglesia? En cuántas veces se abusa del sacramento de su presencia, y en el vacío y maldad de corazón donde entra a menudo. ¡Cuántas veces celebramos sólo nosotros sin darnos cuenta de él! ¡Cuántas veces se deforma y se abusa de su Palabra! ¡Qué poca fe hay en muchas teorías, cuántas palabras vacías! ¡Cuánta suciedad en la Iglesia y entre los que, por su sacerdocio, deberían estar completamente entregados a él! ¡Cuánta soberbia, cuánta autosuficiencia! ¡Qué poco respetamos el sacramento de la Reconciliación, en el cual él nos espera para levantarnos de nuestras caídas! También esto está presente en su pasión. La traición de los discípulos, la recepción indigna de su Cuerpo y de su Sangre, es ciertamente el mayor dolor del Redentor, el que le traspasa el corazón. No nos queda más que gritarle desde lo profundo del alma: Kyrie, eleison. Señor, ten piedad”.
En un libro entrevista, el entonces Cardenal Bergoglio contestó la pregunta de cómo examina su vida y ministerio delante de Dios de la siguiente manera: “[…] la verdad es que soy un pecador a quien la misericordia de Dios amó de una manera privilegiada. Desde joven, la vida me puso en cargos de gobierno —recién ordenado sacerdote fui designado maestro de novicios, y dos años y medio después, provincial— y tuve que ir aprendiendo sobre la marcha, a partir de mis errores porque, eso sí, errores cometí a montones. Errores y pecados. Sería falso de mi parte decir que hoy en día pido perdón por los pecados y las ofensas que pudiera haber cometido. Hoy pido perdón por los pecados y las ofensas que efectivamente cometí”. También nosotros pedimos perdón por los pecados que efectivamente hemos cometido: Christe, eleison. Cristo, ten piedad.
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