Por Priscila Jiménez Alcocer.
“Católico dominguero” –como él dice-, de pequeño quiso ser periodista o político, pero al borde de la Secundaria se descubrió más atraído por el Derecho y la Administración de Empresas. Le encantaba viajar y conocer otras culturas; un verano sin plan fue tentado por unas misiones en la selva Maya: “No habrá que rezar mucho, ¿verdad?”- preguntó. Aquellos días cambiaron su vida: “Experimenté el amor que Dios me tenía, algo que había perdido y que redescubrí”. Entonces decidió continuar aquella nueva vida que había encontrado, y que le hacía muy feliz. Alfredo García, de Valencia, tiene 24 años. Después de terminar su carrera y de un año como colaborador del Regnum Christi en México, ha comenzado allí el bienio de formación para discernir su llamada a la vida consagrada. (Continuar leyendo)
¿Cómo conociste el Regnum Christi?
Mi primer contacto con el Regnum Christi fue a raíz de que mi hermano entrara en el Cumbres de Valencia en el año 2003. Vivimos muy cerca del colegio y como yo ya estaba a punto de terminar el Bachillerato, por cercanía y por la educación que impartía, mis padres decidieron que mi hermano estudiara allí. Mi madre conoció el Movimiento y en el año 2004 se incorporó.
Y dices que eras un adolescente “católico dominguero”
En esa época, tenía 16 años. Aunque de pequeño me gustaba ir a Misa y me interesaba mucho cuando había colectas en mi colegio, al entrar en la adolescencia me convertí en, sí, lo que llamo “católico dominguero”, es decir, el que va a Misa los domingos por tradición familiar o por compromiso, y el resto de la semana se olvida de Dios como si no existiera. Iba a Misa porque mis padres me lo decían y aunque yo me consideraba católico, no le daba ninguna importancia a la vida de gracia o a la misma Eucaristía. Me pasé varios años sin confesarme y, lo peor de todo, comulgaba sin darme cuenta de ello. Si podía escaquearme, me quedaba en casa. Como puedes imaginarte, no me interesaba nada algo relacionado con el Regnum Christi, ni se me pasaba por la cabeza.
Pero también te gustaba viajar, y eso cambió tu vida en cierto sentido…
Me gustaba todos los veranos conocer otros países con la excusa de “aprender inglés”, o simplemente para conocer. También el último año de mi carrera lo hice con una beca Erasmus en Bolonia, una experiencia que me ayudó a madurar, a buscarme las cosas yo solo. El caso es que, en el verano de 2007 había terminado mi segundo año de carrera. Y no tenía plan para el verano. Un día mi madre me dijo que el hijo de una amiga suya que yo conocía, porque habíamos coincidido varios años esquiando, se iba a México de misiones un mes, a la selva y con los mayas. Recuerdo perfectamente que cuando hablé por primera vez con el sacerdote encargado de las misiones le pregunté si había que rezar mucho, porque si era así, me pensaba lo de irme.
Pero fuiste, y algo pasó en la selva
Estuve dos semanas pensándolo, y decidí irme. Puedo decir que ahí cambió mi vida. Me di cuenta de que recibía mucho más de lo que podía dar, que era privilegiado por todo lo que tenía, experimenté una felicidad que antes no había tenido, y sobre todo, experimenté el amor que Dios me tenía. Algo que había perdido y que redescubrí. Me acuerdo perfectamente cómo veía a todas aquellas personas de los pueblitos de misiones y pensaba: “No tienen nada y son felices. Deberían estar tristes, lamentándose, sin embargo siempre tienen la sonrisa en la boca y te lo ofrecen todo. ¿Qué tienen ellos que a mí me falta?”. Y allí encontré la respuesta. Yo lo tenía todo pero me faltaba lo más importante. Me faltaba Dios en mi vida.
Entonces sí conociste el Regnum Christi de algo más que de oídas
Sí. En septiembre, después de las misiones, cuando volví a Valencia, decidí que quería seguir con esta nueva vida que había encontrado, y que me hacía muy feliz, y comencé a ir a encuentros con Cristo. La sección de Jóvenes la formábamos el colaborador, otro amigo que se llama Diego, y yo. Con el tiempo, empezaron a venir más jóvenes que luego se convirtieron en mis mejores amigos, “mis amigos de Reino”. Después de varios meses conociendo el Movimiento, me incorporé el 20 de abril de 2008.
Mi vida en el Reino fue creciendo y me fui involucrando cada vez más. La sección de jóvenes poco a poco iba creciendo y pasamos de estar integrados en un equipo de señores a tener un equipo propio. Llegamos a ser grandes amigos. Esto fue muy importante porque vivir el Regnum Christi como equipo con mis amigos me ayudó mucho a experimentar el ambiente de familia que somos y a seguir un estilo de vida enraizado en Cristo. Hemos compartido muchas cosas juntos que nos han ayudado a todos a ver que nos unen muchas cosas, y que lo más importante es Él.
Tanto te gustaba que decidiste ser colaborador
Sí, cada vez me gustaba más la vida en el Regnum Christi, quería darle un tiempo de mi vida exclusivo a Dios y como había tenido varios amigos que fueron colaboradores en Valencia y me hablaron mucho de lo que era ser colaborador, quería experimentar lo mismo que ellos vivían. A falta de año y medio para terminar la carrera, en un triduo en Lourdes, decidí dar un año como colaborador. Además, uno de los principales motivos por los que quería irme era que terminaba la carrera y en este cambio de etapa en mi vida quería hacer lo que Él quisiera de mí, no lo que yo quisiera. Que allá donde yo estuviera fuera su voluntad. Hice mi cursillo de colaboradores en Thornwood, en Estados Unidos, y me destinaron a la Ciudad de México.
¿Y qué es eso de ser consagrado? ¿Cómo siente uno que ésa puede ser su vocación?
La verdad es que, si te soy sincero, antes de ser colaborador nunca se me pasó por la cabeza la vida consagrada, aunque sí sentía que Dios me pedía un grado de entrega mayor. Hasta el año pasado sólo conocía a un consagrado, Radek. De hecho, él fue mi primer director espiritual. Pero aparte de él, no conocía ni entendía bien que era la vida consagrada.
Al terminar la carrera, tenía claro que quería dedicar mi vida a algo que me apasionara, que implicara una entrega a los demás, que tratara directamente con la gente, y lo más importante, que fuera lo que Dios quería para mí. Quería hacer ante todo su voluntad.
Empecé el año de colaborador en México. Vivir con legionarios y con consagrados me ayudó mucho a valorar las dos vocaciones, la forma en que se vive cada una, y la necesidad de las mismas. Vi que Dios me pedía que mi vida fuera como laico consagrado. Las piezas del puzzle encajaron. Me llegó mucho la frase que dice que un consagrado es del mundo sin ser del mundo. Siempre me había preguntado cómo podía llegar el amor de Dios a lugares en los que un sacerdote no puede hacerlo, como la economía, los medios de comunicación, la cultura, la educación. Lugares en los que hoy hay una gran necesidad de Dios y en los que un consagrado puede llevar la esperanza que Dios nos brinda testimoniándola con la propia vida. Ahí me di cuenta que Dios había ido preparando todo para que fuera así.
¿Qué preguntas te han hecho tus amigos? ¿Cómo se lo han tomado?
La verdad es que hubo reacciones de todo tipo. Desde algunos que me decían que me estaba equivocando, que tenía que pensarlo bien, que era precipitado, hasta otros que me apoyaban completamente en mi decisión y me animaban a que siguiera. La mayoría de ellos me apoyaron desde el principio, aunque algunos no comprendieran el paso que estaba dando.
En cuanto a las preguntas, dependía mucho de con quien hablara. A unos les importaba mucho la vivencia de los consejos evangélicos: la pobreza, la obediencia y la castidad. Me hicieron muchas preguntas relacionadas con eso. También tenían curiosidad por saber cuál era el estilo de vida, qué hacemos, lo que estudiamos, cómo vivimos, el día a día, la vida de oración.
Otros, que no conocían tanto el Regnum Christi, me preguntaban qué era el Movimiento y sobre todo los motivos por los que había tomado esta decisión. Además de estas preguntas, les interesaba mucho conocer cómo sabía que Dios quería eso para mí.
Tres días antes de que volviera a México tuve la oportunidad de quedar con ellos, explicarles tranquilamente, hablar y despedirnos. Estoy muy agradecido. Me siento muy afortunado. Mantengo el contacto con ellos por correo electrónico y espero verles el próximo verano.
¿Y tu familia? ¿Cómo se lo dijiste? ¿Cómo reaccionaron tus padres?
Mis padres, antes de que les dijera que quería ir al candidatado –donde disciernes durante un mes si Dios te puede estar llamando a la vida consagrada- ya se lo imaginaban. Casi no se sorprendieron cuando se lo anuncié, y me dijeron que era de esperar. Yo no daba crédito. Cuando después del candidatado decidí continuar el proceso de formación y discernimiento para ser consagrado, creo que mis padres se encontraron divididos. Por una parte se alegraban por mí y por otra les dolió ver que me iba y que no viviría con ellos. Les admiro muchísimo por la manera en la que se lo tomaron. ¡Qué fe tan grande y sin condiciones! Dios me demostró con ellos que ayuda siempre cuando uno apuesta por Él.
A quien me costó más decírselo fue a mi hermano. Al ser tan pequeño no sabía cómo se lo iba a tomar, y aunque fue difícil, también me apoyó. Disfrutamos muchísimo las dos semanas que estuve en España y aunque fuera dura la despedida y no nos veamos como antes, rezar unos por otros ayuda muchísimo. En estos dos meses he visto cómo Dios nos va bendiciendo. Es increíble.
¿Qué planes tienes para el futuro?
Dicen que si quieres hacer reír a Dios, cuéntale tus planes. Creo que me lo ha demostrado. Por eso prefiero que sea Él el que vaya diciendo qué hacer en el futuro. Yo lo que le pido es que sea fiel y dócil a lo que me pida, sea lo que sea, donde sea y como sea, y que siempre me ayude día a día a imitarle y parecerme más a Él.
Gracias Alfredo por tu testimonio. Que Dios te bendiga. Rezo por ti.
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