12 de diciembre de 2018

Testimonio | Rocío y Germán: “Pronto supimos que nuestra misión era llevar al otro al Cielo, así que decidimos dar el paso y casarnos”

Rocío y Germán son un matrimonio que ha sentido muy de cerca la ayuda de la Virgen. Por lo que nos cuentan en su testimonio, María intervino de forma determinante para que se conocieran y para que su relación siguiera adelante. El Regnum Christi, además, también tuvo un papel importante. Ellos ofrecieron su testimonio en la celebración de Cristo Rey en Valencia y ahora lo han dejado por escrito para los lectores de LomásRC. Rocío y Germán no te van a dejar indiferente.




Nuestra querida Madre del Cielo nos regaló la historia que a continuación os vamos a relatar, así que se la dedicamos a Ella. Comprobaréis que su mano ha estado presente en cada momento y que todo lo ha ido disponiendo para acercar nuestros corazones a lo que Dios quería.

Todo comienza con un golpe duro en la vida de Germán, que le hace plantearse las cosas de una manera totalmente diferente. Se va al Camino de Santiago y decide ordenar su vida: abandonar malos hábitos, cumplir horarios, dieta, ejercicio… y volver a misa los domingos, tras muchos años de ausencia. Este fue el pistoletazo de salida que le permitió a Dios empezar a obrar en él.


Rocío y Germán, dando su testimonio durante la celebración
de Cristo Rey en Valencia, el pasado mes de noviembre
Le invitan a ir a Encuentros con Cristo y de ahí surge una peregrinación a Medjugorje: le aseguran que allí encontrará las respuestas de su vida. No lo duda ni un segundo y se apunta. Su corazón anhelaba esas respuestas.

En Medjugorje escucha el testimonio de Patrick y le llama mucho la atención cómo una confesión había cambiado su vida; y que cuando conoces a una chica, lo más importante que debes saber de ella es si lleva un rosario en el bolsillo.

Se siente tan fuertemente llamado a la confesión que de ahí se va directamente en busca de un sacerdote. Hora y media y un paquete de pañuelos le costó confesar dieciocho años de pecados. Su penitencia fue: “Ve a misa y comulga, el Señor te está esperando”.

Como podéis imaginar, en esa comunión Germán recibió un abrazo de amor infinito por parte del Señor. Acababa de obrarse un milagro, una conversión como la de San Pablo, lo tiró del caballo.

Con todo ese amor en su corazón y para ya sentirse totalmente completo, le pide a la Virgen que le encuentre a la mujer de su vida, pues Ella mejor que él lo iba a saber hacer.

A los dos días de llegar de Medjugorje suena el teléfono: una de las peregrinas con las que compartió todas estas experiencias y que yo también conocía, nos llama a ambos por separado, insistiendo en que nos conociéramos; pues ya en aquel pueblecito de Bosnia-Herzegovina sintió esa fuerte inspiración. Le afirmaba a Germán que la mismísima Virgen le había pedido que se la presentara.



Rocío y Germán ante la imagen de la Virgen
de Medjugorje
Accedimos, por supuesto y quedamos esa misma tarde. Germán me pidió que le enseñara mi rosario, que indudablemente yo llevaba encima. Aquello no le dejó indiferente, fue una señal que resonó intensamente en su interior. No podía creer que la mujer que tenía delante pudiera ser la suya. ¿La Virgen había respondido a su petición?

Quedamos infinitas veces más para conocernos, elegíamos el sitio más bonito para rezar el Rosario juntos, hablábamos de lo que buscábamos en el otro… y ahí empezaron las dificultades. Yo quería un noviazgo casto, como Dios quería. Tenía la certeza, de que el camino que Él tiene pensado es el que más feliz nos va a hacer, aunque cueste. Esto era algo que Germán no se había planteado. Y le costó bastante asimilarlo. Pero gracias a esos Rosarios, dimos el salto al vacío y comenzamos el noviazgo. Fue precioso cómo Dios nos sostuvo en todo momento y cómo fue modelando el corazón de Germán para que esta elección ya no fuera por mí sino por Él.
Finalmente se incorporó a Reino, dándole su sí a Dios por ese camino, como yo lo había hecho diez años antes. Empezamos a ir en la misma dirección y pronto supimos que nuestra misión era llevar al otro al Cielo, así que decidimos dar el paso y casarnos.

Llegó el momento de organizar nuestra boda. El Señor había estado grande con nosotros y queríamos mostrárselo a todos. Fue una ceremonia preciosa en la que no faltó miembro de la familia Reino: sacerdotes, consagradas, nuestros equipos. Cristo estuvo muy presente y la Virgen también (nos prestaron una talla enorme de Medjugorje que se vino también al restaurante). Ojalá el Señor se valiera de esa Misa para tocar algunos corazones.

Esta es nuestra historia, esperamos que sirva para confiar más en la fidelidad de Dios, que nunca falla; cuando le damos aunque sea un poquito, Él transforma, eleva y multiplica.

Aprovechamos para daros las gracias, familia espiritual, por haber encendido en nuestros corazones el amor a Cristo y por habernos acompañado siempre en su seguimiento. Él es quien habita en nuestra alma y no nos abandona; el motor de nuestras vidas, por quien nos damos y nos desgastamos; el mayor regalo jamás recibido. Lucharemos, con la ayuda de María, para que lo conozcan cuantas más almas mejor.



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