18 de octubre de 2017

Beatriz, colaboradora del ECYD en el colegio Mano Amiga Filipinas: “Nos costó comunicarnos en tagalo y en inglés, pero al final todo salió súper bien”

Tiene apenas 16 años y ya se ha marchado un verano de colaboradora del ECYD a Filipinas. Beatriz, en cuanto conoció el proyecto en el que podría colaborar, se enamoró de él, preparó las maletas, convenció a sus padres y se fue a Manila a trabajar al colegio Mano Amiga que hay allí. “Ser del ECYD y responsable me ha ayudado mucho, sobre todo a la hora de tratar con los niños y de organizar actividades”, con lo que su vida apostólica en Barcelona ya le había preparado para la experiencia. Por cierto, que la operación Kilo y visitar residencias de ancianos son para esta estudiante de bachillerato del colegio Abat Oliva, los apostolados en los que más está implicada. Beatriz, miembro del ECYD desde 5º de primaria, nos ha dedicado un tiempo entre examen y examen y ha respondido unas preguntas a LomásRC.



¿Por qué te fuiste tan lejos, cómo tomaste la decisión de irte Filipinas un verano a colaborar?

Cuando me dijeron si quería irme de colaboradora solamente quería irme a Estados Unidos para mejorar mi inglés y por la atracción del país en sí. Pero me dijeron que tenía que dar más opciones de destino así que me puse a mirar todas las sedes disponibles y vi Manila. Me sorprendió tanto ver que había Regnum Christi en Manila que de repente, sin saber porque, tuve unas ganas impresionantes de ir a Filipinas, se había convertido en mi primera opción. Además me encantó el programa que había y, puestos a salir de casa, mejor ver una cultura diferente. La verdad es que al principio veía imposible que me dejaran ir pero gracias a Maida Ureta, el P. Joan Sabadell y mi gran insistencia conseguimos convencer a mis padres y emprendí esta gran aventura.

Supongo que es un cambio cultural y social muy fuerte, ¿cómo lo viviste?
Como es una cultura muy diferente, durante la primera semana tuvimos clases de historia, costumbres y tagalo para irnos adaptando. Con esto, el aterrizaje fue más suave porque, efectivamente, Filipinas es un país muy diferente a España, no solo por el idioma sino especialmente por la desigualdad social que hay. Solo un pequeño porcentaje de la población tiene un nivel de vida medio o alto, pues la mayor parte de las familias viven en la pobreza. Cuando fuimos de misiones a un pueblo, a unas horas de Manila, tuvimos la oportunidad de poder ayudar a familias como estas y personalmente esta experiencia me hizo ver lo afortunada que soy y lo agradecida que he de estar. A pesar de estas desigualdades, Filipinas es precioso, con sus mil playas y bosques y la gente que, aun teniendo poco, es maravillosa. Y solo por esto último ya vale la pena ir.

Trabajaste en un colegio Mano Amiga: ¿cómo es la vida de los niños y niñas de ese colegio? ¿Qué carencias tienen?
Mano Amiga es un colegio del Regnum Christi que ayuda a las familias que no se pueden permitir dar una educación a sus hijos. Estas familias tienen lo mínimo para vivir pero sin mayor comodidad. Muchos padres de los niños trabajan en el colegio como profesores, cocineros, limpian…

¿Y en qué les ayudabais vosotras?
Las colaboradoras organizamos un “Mini Summer Camp” para los niños por las mañanas. Pusimos por el colegio varias estaciones (juegos, evangelio, manualidades, canciones…) y los niños iban rotando. Al principio nos costó un poco comunicarnos con ellos porque ellos hablaban poco inglés y nosotras poco tagalo, pero al final todo salió súper bien y nos divertimos mucho. Lo que más les gustaba era cantar y jugaban muy bien a básquet.

El primer día del Summer Camp fue mi cumpleaños y todos me cantaron cumpleaños feliz en tagalo, me hizo mucha gracia.

¿En qué te ha ayudado ser del ECyD para llevar esta tarea?
Ser del ECYD y responsable me ha ayudado mucho sobre todo a la hora de tratar con los niños y de organizar actividades, porque era como organizar actividades para mis niñas del ECYD.

¿Qué recuerdos te traes de vuelta a casa?
En el avión de vuelta a casa me di cuenta de todas las cosas increíbles que había vivido, guardo muchos buenos recuerdos de mi verano como colaboradora: una relación mucho más fuerte con Dios, unas amistades con las demás colabs y consagradas y toda la gente a la que ayudamos, una cultura que me ha enseñado muchísimo y unos paisajes preciosos.

Si te lee alguna chica de tu edad que se está pensando ser colaboradora el próximo verano, ¿qué le dirías?
¡No te lo pienses! Ser colaboradora es una experiencia impresionante tanto humana como espiritual. Da igual el destino, aunque te recomiendo Manila, ayudarás en todas partes igual y al final vas donde Dios más te necesita. Lo más importante es tu actitud, que vayas abierta a todo y feliz. ¡Ya verás que será uno de los mejores veranos de tu vida!

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