4 de abril de 2017

Paul Ponce, malabarista profesional, cuenta su testimonio en la UFV: "Doy gracias a Dios por la perseverancia en mi trabajo y en mi vida"

Paul Ponce, malabarista profesional que ha trabajado, entre otros escenarios, en el Casino de Montecarlo, en el Circo del Sol o para la familia real de Inglaterra. 

El artista ofreció su testimonio y su talento a los alumnos de la UFV que asistieron al evento en el Aula Magna dentro del ciclo de conferencias sobre la Belleza que organiza el Colegio Mayor de la Universidad Francisco de Vitoria. Puedes leerlo a continuación. 




Antes de contar su historia, ofreció unos juegos malabares con pelotas, sombreros de paja y bolos al ritmo de la música y con la ayuda de su hijo Pablo, que se animó también al final a mostrar el talento que está aprendiendo de su padre. Y es que, la vida del espectáculo les viene de familia, ya que descienden de diez generaciones de artistas.

Cuando acabaron los aplausos, arrancó Paul:"Lo máximo que he estado en un lugar han sido diez meses". "En mi infancia entrenaba entre dos y tres horas diarias y en mi adolescencia desde las cinco hasta las ocho horas y me daba la sensación de que siempre hacía lo mismo, pero hoy le doy gracias a Dios por esa perseverancia en el trabajo y en mi vida".


La vida del espectáculo le tuvo y aún le tiene en constante movimiento por todo el mundo y cuenta que, al principio, sus objetivos "eran placeres momentáneos: trabajar en buenos sitios, ganar mucho dinero y estar con muchas mujeres". En una de esas paradas del circo en Perú, fue bautizado, pero su vida de fe dio un salto, como recordaba ante los alumnos, en el momento de su Confirmación en las Bahamas.

"Mi papá me dijo que si quería casarme por la Iglesia, tenía que confirmarme y comencé a ir al curso de preparación y empecé a hacerme preguntas: ¿por qué Dios?, ¿por qué la Iglesia?, ¿por qué tantas religiones? A más respuestas tenían esas preguntas, más me daba cuenta del tesoro que tenía por aprovechar. Le pedí a Dios un milagro: poder vivir mi fe en el mundo artístico."

En este capítulo de su vida, de vuelta a Europa, se encontró con el Regnum Christi, conoció a colaboradores del Movimiento y quedó impactado por su labor. "Sentí que Dios había hecho tanto por mí que era lo mínimo que podía hacer", rememora Paul. Tanto fue así, que decidió también dedicar un año de su vida, del que dice que "fue el más feliz de mi vida, utilicé el bien que hacía con los malabares para darlo a los demás".

Después retornó al espectáculo, pero con la pregunta por su vocación. "Estaba abierto a lo que el Señor me pidiese, pero, de entre las vocaciones, decidí empezar a consagrar a mi futura mujer al Sagrado Corazón de María". Posteriormente, intentó hacer brotar su petición con mujeres que fue conociendo, pero no fructificó nada hasta que conoció a quien hoy es su mujer y madre de sus seis hijos.

Con el paso del tiempo conocería a Lía en Guadalajara, donde también ella estaba de colaboradora. Después de hablar y compartir mucho desde la distancia, dada la vida artística que llevaba Paul, Lía accedió a ir a Berlín, donde en ese momento trabajaba Paul. "Llevé a Lía a la capilla donde la había estado consagrando durante diez años y antes de que volviera a Brasil, empezamos a salir. y pusimos nuestro noviazgo frente a la Sagrada Familia."


Tiempo después, Lía se incorporaría al ritmo de vida de Paul, que por entonces marchaba a Australia. Se casaron el 13 de mayo de 2005 y rescató una anécdota de ese momento de vida que empezaba para ellos: el nacimiento de su hijo Pablo, estando ellos de vuelta en Alemania. 

"Buscando el mejor hospital de Berlín, un amigo me recomendó un lugar, que no fue otro que en el que se encontraba la capilla donde nos consagramos".

La perseverancia y la fe son las dos notas que destacó Paul en su relato, que hoy, añadió, siguen creciendo y dando fruto en su matrimonio y su familia. "Hacemos un altar allá donde vamos y rezamos en familia, nos pedimos perdón y nos damos las gracias, incluso por Skype." 


Después de cerrar su testimonio, animó a su hijo Pablo a mostrar sus progresos con los malabares y juntos recibieron el agradecimiento del público y de Rafa Monjo, laico consagrado de Regnum Christi y amigo de Paul, que había organizado este encuentro.




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