2 de octubre de 2014

P. Carlos Zancajo: “Nos acercamos a Dios por el ejercicio del pensamiento”

El pasado 26 de septiembre comenzaba oficialmente el curso en la Universidad Francisco de Vitoria. El primero de los varios actos que tuvieron lugar ese día fue una Eucaristía que celebró el P. Carlos Zancajo, L.C., próximo director territorial. Su homilía se centró en la importancia de la misión universitaria que consiste precisamente en pensar, es decir, “ejercitar nuestras facultades más importantes y nobles (...) En eso y por eso ‘somos como Dios’; y nos acercamos a Dios precisamente por el ejercicio del pensamiento”.




El ejercicio del pensamiento es fundamental, al grado que “la acción humana es buena y constructiva cuando sigue al pensamiento, a la recta razón. Pensar rectamente es el presupuesto primero de la libertad y de la moral”.

El P. Carlos Zancajo, que tiene una larga trayectoria como profesor universitario en Venezuela, señaló que “el hombre no abarca las obras que Dios hizo desde el principio al fin”, y aquí radica “la belleza de la vida humana, la fuente inagotable de sus desafíos y satisfacciones”. Por eso explicó que “desde que el hombre es un ser pensante se ha hecho tres preguntas que lo abarcan todo: ¿Qué es el mundo, quién soy yo, quién es Dios? Estas preguntas siguen siendo el hilo conductor de la cultura”.

Para concluir, el P. Carlos subrayó una condición indispensable para pensar rectamente: “Empezar un año universitario es comprometerse en la divina actividad del pensamiento, del espíritu, que nos acerca a Dios y que no puede desarrollarse bien sin la íntima unión con Dios (...) Por eso invocamos al Espíritu Santo, al Espíritu de Dios, para que con su presencia en nosotros, con su inhabitación en nuestros corazones, nos ayude a pensar rectamente, a gustar siempre el bien y a saborear sus infinitos consuelos y sus frutos sabrosos”.


Homilía del P. Carlos Zancajo en la inauguración del curso universitario 2014-15

en la Universidad Francisco de Vitoria



¡Venga tu Reino!

Queridos hermanos: “Queridos” aunque todavía nos conocemos poco, y “hermanos” sí, porque compartimos la misma sangre de la fe en Jesucristo.

Con esta celebración eucarística solemne queremos preparar nuestro espíritu para iniciar un nuevo año escolar, es decir, un año “para pensar”, para ejercitar nuestras facultades más importantes y nobles. “En el principio era el Logos”, dice san Juan. En el principio y origen de todo está el pensamiento, el verbo, el espíritu, la razón… pues todo eso, y más, significa la palabra Logos. En eso y por eso “somos como Dios”; y nos acercamos a Dios precisamente por el ejercicio del pensamiento.

La primera lectura nos decía: “Dios todo lo hizo hermoso y dio el mundo al hombre para que pensara y se ocupara en ello” (y no precisamente “para afligirlo”, como dice la mala traducción que hemos escuchado). La acción humana es buena y constructiva cuando sigue al pensamiento, a la recta razón. Pensar rectamente es el presupuesto primero de la libertad y de la moral.

“El hombre no abarca las obras que Dios hizo desde el principio al fin”. Aquí radica la belleza de la vida humana, la fuente inagotable de sus desafíos y satisfacciones: el descubrimiento constante de esta Realidad que nos asombra y fascina. Por eso desde que el hombre es un ser pensante se ha hecho tres preguntas que lo abarcan todo: ¿Qué es el mundo, quién soy yo, quién es Dios?. Estas preguntas siguen siendo el hilo conductor de la cultura.

Hoy el evangelio de san Lucas nos presenta una escena sorprendente. Dice: “Una vez que Jesús estaba orando solo, en presencia de sus discípulos, les preguntó: ¿Quién dice la gente que soy yo?”. Veamos la escena: Jesús, en medio de la gente, de los discípulos, está orando; es un hombre reflexivo, capaz de adentrarse en su espíritu, aun en medio de la gente, y por eso puede formular preguntas esenciales: ¿Quién es el Hijo del Hombre?. Para los judíos que lo escuchaban en esa pregunta y su respuesta se encierra todo el sentido de la historia, de la salvación de los hombres, confiada a este misterioso “hijo del hombre”, al Mesías. Pero no es este el punto sobre el que ahora quiero reflexionar en esta breve homilía. Y aquí lo dejo.

Queridos hermanos: Empezar un año universitario es comprometerse en la divina actividad del pensamiento, del espíritu, que nos acerca a Dios y que no puede desarrollarse bien sin la íntima unión con Dios. “Dios es Espíritu –decía Jesucristo a la samaritana- y quiere ser adorado en el espíritu y en la verdad”. Por eso invocamos al Espíritu Santo, al Espíritu de Dios, para que con su presencia en nosotros, con su inhabitación en nuestros corazones, nos ayude a “pensar rectamente, a gustar siempre el bien y a saborear sus infinitos consuelos y sus frutos sabrosos”. Así sea.

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